viernes, 15 de abril de 2016

SE LLAMA "AMOR"


Para mí, Jerónimo era un joven "valiente"... hijo de madre soltera... arquitecto de profesión...

Lo conocí desde niño, estudiamos juntos la primaria y jugábamos en el mismo equipo de fútbol... yo sabía que el desarrollo de su vida no había sido nada fácil, y también sabía del cariño tan profundo que siempre le había prodigado a su madre...

Los médicos le habían diagnosticado a su venerable ancianita un cáncer fulminante y agresivo... las células dañadas rápidamente se extendieron por todo su cuerpo y los tratamientos no le auguraban nada bueno... le llaman "medicina paliativa"... realmente, no había mucho que hacer...

Fue entonces cuando Jerónimo tomó la decisión más grande e importante de su vida: Renunció a su trabajo, pidió un préstamo al banco, y se dedicó con todas sus fuerzas y recursos a cuidar los últimos días de su madre... 

Pagó todos los medicamentos y aprendió los horarios de cada uno de ellos; la llevaba siempre puntual a sus sesiones de quimioterapias; luego, cuando la enfermedad se tornó "terriblemente terminal", y cuando su madre ya no podía hacer nada por sí sola, la bañaba, le daba de comer en su boca, arreglaba la casa, traía los mandados, cambiaba las sábanas, y recogía con toda su ternura los cabellos de su madre que tristemente caían día con día...

Trataba de ignorar los quejidos y lamentos de su viejita... pero también le dolían sus dolores... pasaba noches enteras sin dormir, y de vez en cuando, lloraba en silencio...

Una tarde, cuando su madre estaba dormida, "presa" de los más poderosos analgésicos, llegó hasta mi puerta, y me pidió un poco de tiempo...

- ¡Claro, pasa! - le dije - ¿Cómo estás?

- ¡Ay!, rendido... necesito platicar contigo...

Hablamos de muchas cosas, pero nunca se quejó de su madre... yo, jamás quise incomodarle con mi imprudencia, preguntándole por el estado de su ancianita... sin embargo, estando ya por despedirse, me pidió humildemente que orara por él y por su mamita enferma...

- ¡Por supuesto, Jerónimo! ¡Cuenta con ello!

- Muchas gracias...

Fue entonces cuando "rompí mi promesa" y le hice una pregunta incómoda, pero una que encontró la más sensata respuesta de sus labios:  

- Jerónimo... ¿Cómo le haces? ¿De dónde sacas tanto Valor?

- No es Valor, amigo... ¡Se llama Amor!

* * * * * * * * * *

¿De dónde se sacan fuerzas para soportar la rutina de todos los días?

¿Cómo le hace una madre para acostarse siempre al último y levantarse cada día más temprano, y tener tiempo además para barrer, trapear, lavar la loza, planchar, hacer la comida, llevar los niños a la escuela, y etcétera, etcétera y etcétera?

¿De dónde se reciben las energías necesarias para que un padre de familia trabaje en dos o hasta en tres turnos mal pagados con tal de llevar el sustento a su familia?

¿Cómo es que un párroco puede celebrar 7 u 8 misas dominicales, y seguir "fresquecito" para atender a su feligresía?

Sin duda, esta lista debería ser más larga...

Pero aún cuando constantemente miramos a nuestro alrededor muchos y muy malos ejemplos, podríamos pensar que nuestro mundo está lleno de hombres y de mujeres Valientes...

Pues no... no se trata de tener Valor... sino de tener AMOR...


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