viernes, 18 de marzo de 2016

CONSOLAR AL TRISTE


"Consuelen, consuelen a mi pueblo"
(Is 40, 1)

Jacinto es un niño inteligente. Sus papás están muy orgullosos, y conservan el montón de diplomas que su escuela le da por su desempeño, siempre excelente...

Hoy es un día importante: Van a aplicarles el examen final de quinto grado, y éste ayudará a definir su promedio para pasar al último año de primaria.

Janet es su amiga y, como él, también es una estudiante ejemplar. Los dos son los alumnos más aplicados del salón, por eso la maestra les pidió que ocuparan los lugares del frente; y aunque a veces compriten para ver quién saca la mejor nota, casi siempre terminan riéndose juntos, porque los dos obtienen el diez.

Comenzó el examen y, aunque Jacinto había estudiado mucho, por alguna razón no comprendió bien una de las preguntas, y no supo contestarla...

Al terminar el tiempo de la evaluación, todos debían entregar la prueba a su maestra, pero Jacinto no quería llevársela aún... Ella tuvo que llamarlo dos veces, así que, con todo y su mala gana, entregó el examen incompleto.

Jacinto estaba muy triste, nunca le había ocurrido algo así. Con gran dolor, se fue a sentar a una de las bancas más lejanas del patio... Janet notó su malestar, y corrió hasta donde se encontraba su amiguito:

- ¿Qué te pasa?
- Me siento mal. No comprendí una de las preguntas y la dejé sin contestar.

Jacinto se puso a llorar y, Janet, para consolarlo, puso la mano sobre su hombro y le dijo:

- Es sólo un examen. No dejes que esto robe tu alegría. Lo realmente importante es cuánto aprendimos en nuestro curso. ¿Te digo algo? Yo tampoco contesté una pregunta...
- ¿De verdad? ¿Cuál pregunta? ¿La 10?
- Sí, sí, esa mera...


Y luego de una breve pausa de silencio, los dos estallaron en risas. Poniéndose de pie, se fueron luego a comprar una jicaleta...

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