Según la opinión
pública, la hermosa Secuencia del Corpus Christi ("Lauda Sion") fue
compuesta hacia el año 1264 por Santo Tomás de Aquino. Tras el milagro
eucarístico de Bolsena, el Papa Urbano IV encomendó al Santo Dominico que
compusiera todos los elementos litúrgicos para instaurar la Fiesta del
"Corpus Domini".
Después de leer
las dos Lecturas (Ex 24, 3-8; Hb 9, 11-15) y el Salmo Responsorial
(del Sal 115), se procede a leer, o mejor aún, a cantar, esta bellísima
síntesis de uno de los Dogmas cristianos más hermosos.
He aquí un
pequeño comentario a la traducción española de dicha Secuencia:
SECUENCIA DEL
CORPUS CHRISTI
1. Al Salvador alabemos, que es nuestro pastor
y guía.
Alabémoslo
con himnos y canciones de alegría.
Esto nuevo,
siempre nuevo, es la luz de la verdad,
que sustituye
a lo viejo con reciente claridad.
Todo comienza
con una sencilla invitación a la alabanza divina. Alabar significa
"elogiar" o "celebrar con palabras". Pues bien, el Santo
nos anima a reconocer quién es Dios, y a bendecirlo por sus obras maravillosas.
El libro del Apocalipsis,
recordando las profecías de Isaías, nos dice que Dios "hace nuevas todas
las cosas" (Ver Ap 21, 5; Is 43, 19). Así pues, he aquí la Nueva Alianza,
el Nuevo Pacto que viene a sustituir el Antiguo, con sorprendente luz...
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2. Alabémoslo sin límites y con
nuestras fuerzas todas;
pues tan
grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy
aclamamos a Cristo, que es nuestro pan,
pues Él es el
pan de vida que nos da vida inmortal.
El principal de
los mandamientos dice: "Amarás a Dios con todas tus fuerzas" (Lc 10,
27). Sin embargo, ¿Qué puede hacer el hombre ante la majestad de su Hacedor?
Sin embargo, la
Secuencia reconoce que nuestro canto, que nuestra alabanza, es a Cristo,
nuestro Señor, el Pan partido, el Alimento bendito que nos ofrece la vida
eterna.
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3. Doce eran los que cenaban y les dio
pan a los doce.
Doce entonces
lo comieron y, después, todos los hombres.
Sea plena la
alabanza y llena de alegres cantos;
que nuestro
ser se desborde en todo un concierto santo.
El número 12
para los judíos tenía un significado de "plenitud de gobierno", de
"los escogidos del Señor". La tradición cristiana, siguiendo esta
lógica, mira en la elección que Jesús hizo de sus apóstoles al "Nuevo
Pueblo de Dios".
Doce hombres
recibieron en aquella última cena el Cuerpo del Señor, pero después, gracias a
que éstos se comprometieron a hacer vida el mandato de "hacer esto en
comemoración del Señor" (Ver Lc 22, 19), lo han podido recibir todos los
hombres.
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4. Hoy celebramos con gozo la gloriosa
institución
de este
banquete divino, el banquete del Señor.
Esta es la
nueva Pascua, Pascua del único Rey,
que termina
con la alianza tan pesada de la ley.
Un banquete es
una comida solemne, un convite que permanece en la memoria, que jamás se
olvida. Este es el banquete de bodas al que Dios nos invita a participar (Ver
Mt 22).
Este es el nuevo
"Paso del Señor", la solemnidad pascual que derroca y supera el yugo
de la antigua ley.
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5. En aquella última cena Cristo hizo
la maravilla
de dejar a
sus amigos el memorial de su vida.
Enseñados por
la Iglesia, consagramos pan y vino,
que a los
hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.
¿Cómo no
asombrarse ante aquel hermoso momento en que Jesús dijo a sus apóstoles
"este es mi Cuerpo" y "esta es mi Sangre"?
Nosotros, fieles
a la tradición bimilenaria de la Iglesia, en cada Eucaristía actualizamos aquel
sacrificio que Cristo hizo, y que es el alimento de nuestro camino cristiano...
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6. Es un dogma del cristiano que el
pan se convierte en carne,
y lo que
antes era vino, queda convertido en sangre.
Hay cosas que
no entendemos, pues no alcanza la razón;
mas si las vemos
con fe, entrarán al corazón.
Sí, nos
encontramos ante un "dogma", es decir, ante una verdad revelada por
Dios y declarada oficialmente como cierta por la Iglesia. Por lo tanto, debemos
creerla, haciéndola nuestra, y asimilándola por fe.
Pan y Vino, por
medio de las palabras consecratorias, serán para nosotros el Pan de vida eterna
y el Cáliz de la eterna Salvación: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor.
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7. Bajo símbolos diversos y en diferentes
figuras,
se esconden
ciertas verdades maravillosas, profundas.
Su Sangre es
nuestra bebida, su carne nuestro alimento;
pero en el
pan o en el vino, Cristo está todo completo.
El Antiguo
Testamento nos propone algunos símbolos y figuras con los cuales podemos prever
este Sacramento...
Y aunque
comulguemos sólo con el Cuerpo o sólo con la Sangre del Señor, Él se encuentra
entero, porque recibir la Eucaristía es recibir al Señor en su Cuerpo, Sangre,
Alma, Vida y Divinidad.
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8. Quien lo come, no lo rompe, no lo
parte ni divide;
Él es todo y
la parte; vivo está en quien lo recibe.
Cuando parten
lo exterior, sólo parten lo que has visto,
no es una
disminución de la Persona de Cristo.
Por tratarse de
un alimento espiritual, no importa que se fraccione la Hostia consagrada... si
se recibe entera o sólo parcialmente, el Señor se encuentra en ella totalmente,
vivo para quien se acerca a participar de su banquete divino.
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9. Puede ser tan sólo uno el que se
acerca al Altar,
o pueden ser
multitudes: Cristo no se acabará.
Si lo parten,
no te apures, sólo parten lo exterior;
en el mínimo
fragmento, entero late el Señor.
Complementando
el párrafo anterior, éste nos ayuda a comprender que aunque sea una sóla
persona o grandes multitudes las que comulguen, si reciben todo o sólo una
parte de la Eucaristía, Cristo no mengua... es un Pan que se parte y que se
comparte...
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10. Lo comen buenos y malos, con provecho
diferente;
no es lo
mismo tener vida que ser condenado a muerte.
A los malos
les da muerte y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto
tan diferente tiene la misma comida!
Esta hermosa
verdad es digna de atención. San Pablo ya nos lo había dicho: "Quien come
y bebe indignamente el Cuerpo y la Sangre del Señor, come y bebe su propia
condenación" (Ver 1 Co 11, 29). Por eso es necesario examinarnos, para
darnos cuenta de si es conveniente o no que nos acerquemos a
comulgar...
He aquí cómo un
mismo alimento puede traer diferentes consecuencias para quien se acerca a
recibirlo con o sin las disposiciones requeridas. Se trata de un Sacramento, es
decir, de un Signo sensible, instituido por Cristo, confiado a la Iglesia y que
tiene como fin transmitirnos la gracia (es decir, la Amistad con Dios).
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11. Isaac, el inocente, es figura de
este pan,
con el
cordero de Pascua y el misterioso maná.
El pan que
del cielo baja es comida de viajeros.
Es un pan
para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!
He aquí las
figuras de las que hablábamos en párrafos anteriores: Isaac, quien sin culpa
alguna debía ser sacrificado... el cordero pascual, inmolado para salvación de
los hombres... y el pan bajado del Cielo, alimento para un pueblo rebelde que
se purificaba mientras caminaba en el desierto... Estas figuras nos hablan de
una víctima inocente, y de un pueblo pecador... por ello, pedimos perdón...
Verdad sapientísima:
Este Pan, reservado para los hijos, no debe desperdiciarse...
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12. Ten compasión de nosotros, buen
pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos
y cuídanos y condúcenos al Cielo.
Todo lo
puedes y sabes, pastor de ovejas divino.
Concédenos en
el Cielo gozar la herencia contigo.
La Secuencia
termina solicitando la piedad divina, y se reconoce a Cristo como "Buen
Pastor"... a Él le pedimos que nos lleve a "pastos de yerba
verde", a "riachuelos de aguas cristalinas" (Ver Jn 10; Sal
23)...