domingo, 30 de abril de 2017

¡ QUÉDATE, SEÑOR !


Tercer Domingo de Pascua. Hermosa oportunidad para reflexionar en nuestro encuentro con el Resucitado.

Como siempre, la Palabra de Dios es tan rica, y tenemos tantas opciones para reflexionar... hoy sólo me detendré un poco analizando la Buena Nueva.

San Lucas es el único evangelista que presenta el pasaje que se nos leyó en este día, conocido ordinariamente como "el camino de Emaús" (Lc 24, 13 - 35).

Dos discípulos se dirigen, cabizbajos y apesadumbrados, a un pueblecito ubicado a unos once kilómetros de la Ciudad Santa de Jerusalén. Cleofás (cuyo nombre significa: "padre ilustre") es uno de ellos. Al dejar al otro discípulo en total anonimato, la Palabra permite, como en muchos otros pasajes evangélicos, que se coloque el nombre de cualquier otra persona (incluyendo el nuestro propio, por cierto).

Pues bien, andando cargados de tristeza y decepción por este camino, se les acerca Jesús (aunque al principio no le reconocen), y les interroga acerca de su actitud. Desconcertados, le increpan si es el único extranjero desconocedor del evento que les ha traído aquella pesadez. Luego de escucharlos pacientemente, el Señor hace que arda su corazón, explicándoles todo lo referente a su vida y de su obra, comenzando por Moisés y siguiendo por la lista de los profetas. Luego, al llegar a su destino, el Divino Maestro hace ademán de seguir de largo,  y ellos lo invitan a quedarse, "pues la noche está llegando"... aquí es donde quiero parar.

Conocemos el desenlace. Sabemos que aquellos dos reconocieron a Jesús en la fracción del pan, y que el camino que antes parecía tan largo y peligroso a causa de la oscuridad se les hizo tan corto y fácil de transitar... regresaron con el único fin de transmitir a sus compañeros lo ocurrido, y se regocijaron juntos dando testimonio de la resurrección del Señor... pero hay algo sin lo cual todo esto no habría sucedido... su humilde petición: "¡Quédate, Señor!"

Efectivamente, si aquellos dos no le hubieran dicho que se quedara, aún cuando lo habían escuchado atentamente, y aunque se sentían al fin "calientitos" por comprender las Escrituras, habrían perdido la oportunidad de reconocerle y de convertirse en valientes portavoces de su Evangelio.

Hoy, también necesitamos suplicarle a Jesús que se quede, pues "la noche" nos acecha:

- La violencia se cierne a menudo sobre nuestras ciudades.
- El estrés de la vida arrutinada va consumiendo nuestras ganas de vivir.
- Los medios de comunicación se usan indebidamente, promoviendo anti valores.
- Estamos perdiendo el amor por la vida, ya no se defiende, incluso la tazamos a un precio ridículo.
- Se promueve la deshonestidad. Nos convencemos de que vale la pena tranzar... para avanzar.
- Permitimos que nuestros niños pierdan su inocencia, incluso los orillamos a "crecer".
- Las drogas circulan indiscriminadamente por nuestras calles. Los antros tienen mayor clientela. Los hostales se cubren de citas prohibidas.
- Nuestro gobierno parece estar olvidando su compromiso de trabajar por el bien común. Pulula la corrupción. Toleramos o hasta festejamos su pésima administración. Ponemos en venta nuestra única oportunidad de hacernos escuchar.

Aquellos dos discípulos le suplicaron a Jesús que se quedara... y Él se quedó...

También nosotros, supliquémosle confiados: "¡Quédate, Señor!"

domingo, 16 de abril de 2017

EL ORDEN... ES DE DIOS


Domingo de Pascua: ¡Jesús está vivo! ¡Aleluya!

El momento que tanto esperábamos ha llegado: Nuestro Señor, rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, se ha levantado triunfante del Sepulcro... ¡Ha resucitado!

El Evangelio de hoy, el que se sugiere para las misas matutinas, el de San Juan capítulo 20, nos presenta lo sucedido el primer día de la semana... luego del festejo pascual y del descanso sabático, tres personajes se presentan ante el sepulcro, y los tres manifiestan diferentes posturas ante lo acontecido:

1. María Magdalena.- Es la primera en llegar al sepulcro, pero al darse cuenta de que la piedra ha sido removida, corre a la casa donde se encontraban los discípulos y les dice: "Se han llevado el cuerpo del Señor, y no sabemos dónde lo habrán puesto".

2. Pedro.- Aunque llega después que el discípulo amado, es el primero en entrar al sepulcro. San Juan apunta que "miró los lienzos puestos en el suelo y el sudario que sostenía la cabeza, doblado en sitio aparte".

3. Juan.- Su nombre no figura en el relato, pero la tradición eclesiástica lo ha identificado como el discípulo "a quien Jesús amaba" y "el que se recostó sobre el pecho del Señor, durante la Cena". Él llega primero al sepulcro, pero no entra... sin embargo, una vez que entró el Príncipe de los apóstoles, también pasa... a diferencia de los dos personajes anteriores, "vio" y "creyó".

Y he aquí, como hemos dicho, que aunque los tres presenciaron el mismo evento, sólo uno, dejando de lado las dudas, se atrevió a dar un paso firme y de fe, y es que "aún no habían comprendido las Escrituras" ni cómo debían cumplirse con el Resucitado...

Esto es maravilloso, pero hay un punto en el cual quisiera detenerme y compartirlo con ustedes el día de hoy: Los lienzos acomodados y el sudario doblado, fueron los signos "externos" que ayudaron a que se diera un movimiento "interno" para creer... Es decir, el orden en que fueron encontradas estas mortajas, es lo que provocó ese "paso firme" para desechar la idea de que el cuerpo hubiera sido robado, y de que Jesús había cumplido su palabra, resucitando "al tercer día".

¡El orden es de Dios! ¡El orden nos lleva a Dios!

Cabe preguntarnos si el hogar donde vivimos, si el lugar de trabajo donde laboramos, si el espacio donde convivimos, o la comunidad donde compartimos la fe, son lugares donde se respira el orden.

Los lienzos acomodados "hablaron" de la realidad de un Cristo resucitado... El desorden de nuestros "lienzos", ¿de qué estarán "hablando"?

domingo, 9 de abril de 2017

SEMANA SANTA


Después de preparar suficientemente nuestro espíritu, por un espacio de cuarenta días, viviendo el tiempo litúrgico de la Cuaresma, nos adentramos a una preparación todavía más intensa, le llamamos: la “Semana Mayor”.

Con el Domingo de Ramos se abre solemnemente la Semana Santa. Con el recuerdo de las Palmas y la lectura de la Pasión (en este año según San Mateo, por estar celebrando el Ciclo litúrgico “A”), con la memoria de la Entrada de Jesús en Jerusalén, de la Liturgia de la Palabra y la Sagrada Comunión, anticipamos (por así decirlo), el triunfo de Nuestro Señor. Antiguamente se le llamaba a este día, por los motivos señalados, “Pascua Florida”.

Lunes, Martes y Miércoles Santos, son días especiales en que se privilegian los retiros y las Pascuas (infantiles, de adolescentes o de jóvenes).

El Jueves Santo es como una “profecía” de la Pascua, es decir, en la Última Cena (momento especial en que Jesús también lavó los pies de sus discípulos), nuestro Señor vivió consciente y de manera anticipada su Pasión y Muerte, y en esa Cena puso en claro el para qué iba a morir, y el por qué aceptaba voluntaria y libremente lo que las Escrituras profetizaban. La institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal, y el mandamiento del amor, son los tres matices que dan luz y vida a esta gran jornada de adoración.

El Viernes Santo se celebra la gloriosa Pasión de Jesús. En todo este día se destaca como símbolo de salvación la Cruz del Señor, así se cumplía su deseo de salvar a la humanidad. Lo que había sido un instrumento infame de muerte se convierte en árbol de vida y escalera a la vida eterna. Es día de luto. Como actos complementarios pueden hacerse (según las costumbres del lugar) el acto piadoso del Viacrucis, la celebración de las siete palabras, el rosario de pésame y la marcha del silencio.

El Sábado Santo es el día de la sepultura de Jesús y de su descenso al lugar de los muertos, es decir, de su extremo abajamiento para liberar a los que moraban en el reino de la muerte. Este es el día de espera litúrgica por excelencia, y hay que revestirla, en la medida de lo posible, de toda la solemnidad que esté a nuestro alcance. Sus cuatro partes esenciales: Lucernario, Liturgia de la Palabra, Liturgia Bautismal, y Liturgia Eucarística, deben ser preparadas con gran esmero.

Evidentemente, no se trata sólo de una semana “de asueto”, no sólo es “descanso” y “recreación”. Evangelizar, comunicar la Palabra de Dios, y celebrar los misterios más importantes de la fe que profesamos, deben ser, como cristianos que somos, nuestro mayor compromiso…


¡Iniciemos con gran fervor este tiempo de gracia!

lunes, 3 de abril de 2017

LÁZARO: ¡SAL FUERA!


Quinto Domingo de Cuaresma... con el favor de Dios estamos ya muy cercanos a concluir el tiempo litúrgico de preparación a la Celebración por excelencia de nuestra fe. La próxima semana aclamaremos a Jesús con nuestros Ramos.

El Evangelio de este día es muy rico. Los invito a que, juntos, nos quedemos con alguna de sus enseñanzas y logremos así una lectura provechosa de sus páginas:

Capítulo 11 de San Juan. Con la narración de este prodigio, el apóstol amado del Señor concluye la primera parte de su Buena Nueva (el libro de los signos), y se prepara para narrar su segunda parte: El libro de la Gloria.

Siete son las señales con las que, en orden ascendente, nos va presentando siete grandes verdades acerca de quién es Jesús (San Juan omite, intencionadamente, el término "milagro"):

1. Las bodas de Caná.
2. La curación del hijo del funcionario real.
3. La curación del paralítico de Betesdá.
4. La multiplicación de los panes.
5. Jesús camina sobre las aguas.
6. La curación del ciego de nacimiento.
7. La resurrección de Lázaro.

Con la exposición de esta última señal, sin duda la más extraordinaria de todas las descritas, San Juan quiere dejar bien claro que Jesús es "la resurrección y la vida". Por ello, con este portento, espera que todo discípulo pueda manifestar finalmente su fe y exclamar, así, como lo hizo Marta: "Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir a este mundo".

Después de una pintoresca y emotiva narración, San Juan nos dice cómo Jesús "les dijo" que desataran a su querido amigo, para que pudiera andar... ¿A quiénes se refería?

Aunque el Evangelio no lo dice textualmente, podemos comprender que Jesús se lo ordenaba a sus Apóstoles. De hecho, unos cuantos capítulos más adelante, nos dirá que el Señor confió a sus amigos, luego de pasar por su propia resurrección y de soplar sobre ellos infundiéndoles su Espíritu Santo: "A quienes les perdonen sus pecados, les quedarán perdonados" (Jn 20, 23). San Mateo, por su parte, dirá: "Lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo... y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mt 18, 18).

A ti, querido "Lázaro", también hoy Jesús te dice: "Sal fuera"... Los sacerdotes, sucesores de los Apóstoles, te esperan en el confesionario, listos para quitar tus vendas... y puedas andar...