“No se adapten a los criterios de este mundo;
al contrario, transfórmense, renueven su interior,
para que puedan descubrir cuál es la voluntad de Dios,
lo que es bueno, lo que agrada, lo perfecto…”
(Rom 12, 2)
al contrario, transfórmense, renueven su interior,
para que puedan descubrir cuál es la voluntad de Dios,
lo que es bueno, lo que agrada, lo perfecto…”
(Rom 12, 2)
¿Cuándo celebrar?
La fe que se profesa (lo que nos gloriamos de proclamar
en Cristo, Nuestro Señor; las enseñanzas contenidas en nuestro Credo), se
actualiza en culto, es decir: se celebra.
Ya lo decía la Sacrosanctum Concilium (decreto del
Concilio Vaticano II sobre la Liturgia): “La santa Madre Iglesia considera que es
su deber celebrar la obra de salvación de su divino Esposo con un sagrado
recuerdo, en días determinados a través del año. Cada semana, en el día que
llamó “día del Señor” (domingo), conmemora su resurrección, que una vez al año
celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la
Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo (...)
Al conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza de las
virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en
cierto modo, durante todo tiempo, a los fieles para que los alcancen y se
llenen de la gracia de la salvación” (SC 102).
El año litúrgico
La Iglesia celebra a lo largo del año
los misterios más sobresalientes de su fe. A partir de la celebración de la
Pascua (la solemnidad más importante de los cristianos, por reconocer en ella
el triunfo definitivo del Señor sobre el pecado y la muerte), se van
organizando todas las demás celebraciones.
Es un período cíclico y tiene más o menos el siguiente
esquema:
El año litúrgico termina con la solemnidad de Jesucristo,
Rey del Universo. Después comienza el tiempo del Adviento (preparación para la
Navidad). Celebrando el nacimiento de Jesús, le sigue un tiempo gozoso llamado
“tiempo de Navidad”, que termina con la celebración del Bautismo del Señor.
Luego, se entra en la primera mitad del tiempo Ordinario (donde no figuran
grandes celebraciones; esta primera parte consta de unos cinco domingos).
Después, comienza con el Miércoles de Ceniza el tiempo litúrgico de la Cuaresma
(cuarenta días; tiempo de conversión, de cambio, de ayuno y mortificación),
hasta la celebración del Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado santos).
Llegando así a la fiesta de las fiestas, la solemnidad de la Pascua del Señor.
Le sigue un tiempo de cincuenta días de festejos (llamado “tiempo de Pascua”),
mismos que culminarán con la solemnidad
de Pentecostés (“el envío del Espíritu Santo”). Finalmente, sigue el año
litúrgico con la segunda mitad del tiempo Ordinario (hasta completar 33 o 34
domingos).
Durante todo este tiempo se le da mucha importancia al
Domingo, el “día del Señor”. Y por recordar en él el triunfo de Cristo en su
resurrección, cualquier otra celebración (de María, o de los Santos) no lleva
prioridad.
Ciclos Litúrgicos
Hay que anotar también que durante todo el año litúrgico
se va “rotando” la presentación de la Persona de Jesucristo, por medio de la
lectura de los Evangelios:
Existen 3 Ciclos Litúrgicos:
1. Ciclo A.- Donde se lee principalmente a San Mateo.
2. Ciclo B.- Donde se lee a San Marcos.
3. Ciclo C.- Donde se lee a San Lucas.
San Juan se lee, principalmente, en los tiempos “fuertes”
(tiempo de Pascua y tiempo de Navidad).
Otros elementos del Año Litúrgico
Finalmente, recordemos que los tiempos litúrgicos varían
en cantos (como en Cuaresma, que no se canta “Aleluya”, sino “Honor y gloria a
ti”), y en los colores:
Adviento: Color Morado.- Indica penitencia,
mortificación.
Navidad: Color Blanco.- Indica gozo, alegría.
Tiempo Ordinario: Color Verde.- Indica esperanza.
Cuaresma: Color Morado.- Indica penitencia,
mortificación.
Pascua: Color Blanco.- Indica gozo, alegría.
El color litúrgico Rojo indica celebraciones de fuego (como
Pentecostés), o de sangre (como la Pasión del Señor, o la celebración de los
santos mártires). El Morado se utiliza también en las celebraciones
penitenciales o de difuntos. El Blanco, también en las celebraciones de María o
de los santos no mártires.
Ya no es muy común, pero también se utilizan el color Rosa
(celebración del tercer domingo de adviento y cuarto domingo de cuaresma), y el Negro (en celebraciones de difuntos).
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