miércoles, 25 de mayo de 2016

EL AÑO LITÚRGICO



“No se adapten a los criterios de este mundo;
al contrario, transfórmense, renueven su interior,
para que puedan descubrir cuál es la voluntad de Dios,
lo que es bueno, lo que agrada, lo perfecto…”
(Rom 12, 2)

¿Cuándo celebrar?

La fe que se profesa (lo que nos gloriamos de proclamar en Cristo, Nuestro Señor; las enseñanzas contenidas en nuestro Credo), se actualiza en culto, es decir: se celebra.

Ya lo decía la Sacrosanctum Concilium (decreto del Concilio Vaticano II sobre la Liturgia): “La santa Madre Iglesia considera que es su deber celebrar la obra de salvación de su divino Esposo con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año. Cada semana, en el día que llamó “día del Señor” (domingo), conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo (...) Al conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los hace presentes en cierto modo, durante todo tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación” (SC 102).

El año litúrgico

La Iglesia celebra a lo largo del año los misterios más sobresalientes de su fe. A partir de la celebración de la Pascua (la solemnidad más importante de los cristianos, por reconocer en ella el triunfo definitivo del Señor sobre el pecado y la muerte), se van organizando todas las demás celebraciones.

Es un período cíclico y tiene más o menos el siguiente esquema:

El año litúrgico termina con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Después comienza el tiempo del Adviento (preparación para la Navidad). Celebrando el nacimiento de Jesús, le sigue un tiempo gozoso llamado “tiempo de Navidad”, que termina con la celebración del Bautismo del Señor. Luego, se entra en la primera mitad del tiempo Ordinario (donde no figuran grandes celebraciones; esta primera parte consta de unos cinco domingos). Después, comienza con el Miércoles de Ceniza el tiempo litúrgico de la Cuaresma (cuarenta días; tiempo de conversión, de cambio, de ayuno y mortificación), hasta la celebración del Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado santos). Llegando así a la fiesta de las fiestas, la solemnidad de la Pascua del Señor. Le sigue un tiempo de cincuenta días de festejos (llamado “tiempo de Pascua”), mismos que  culminarán con la solemnidad de Pentecostés (“el envío del Espíritu Santo”). Finalmente, sigue el año litúrgico con la segunda mitad del tiempo Ordinario (hasta completar 33 o 34 domingos).

Durante todo este tiempo se le da mucha importancia al Domingo, el “día del Señor”. Y por recordar en él el triunfo de Cristo en su resurrección, cualquier otra celebración (de María, o de los Santos) no lleva prioridad.

Ciclos Litúrgicos

Hay que anotar también que durante todo el año litúrgico se va “rotando” la presentación de la Persona de Jesucristo, por medio de la lectura de los Evangelios:

Existen 3 Ciclos Litúrgicos:

1. Ciclo A.- Donde se lee principalmente a San Mateo.
2. Ciclo B.- Donde se lee a San Marcos.
3. Ciclo C.- Donde se lee a San Lucas.

San Juan se lee, principalmente, en los tiempos “fuertes” (tiempo de Pascua y tiempo de Navidad).

Otros elementos del Año Litúrgico

Finalmente, recordemos que los tiempos litúrgicos varían en cantos (como en Cuaresma, que no se canta “Aleluya”, sino “Honor y gloria a ti”), y en los colores:

Adviento: Color Morado.- Indica penitencia, mortificación.
Navidad: Color Blanco.- Indica gozo, alegría.
Tiempo Ordinario: Color Verde.- Indica esperanza.
Cuaresma: Color Morado.- Indica penitencia, mortificación.
Pascua: Color Blanco.- Indica gozo, alegría.

El color litúrgico Rojo indica celebraciones de fuego (como Pentecostés), o de sangre (como la Pasión del Señor, o la celebración de los santos mártires). El Morado se utiliza también en las celebraciones penitenciales o de difuntos. El Blanco, también en las celebraciones de María o de los santos no mártires.

Ya no es muy común, pero también se utilizan el color Rosa (celebración del tercer domingo de adviento y cuarto domingo de cuaresma), y el Negro (en celebraciones de difuntos).

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