“Cristo
Jesús, quien siendo de condición divina,
no
consideró codiciable el ser igual a Dios.
Al
contrario, se despojó de su grandeza,
tomó
la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres.
Y en
su condición de hombre, se humilló a sí mismo
haciéndose
obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz…”
(Ver Flp 2, 5 - 8)
Anonadamiento
“Anonadarse”
significa “hacerse nada”… pues bien, la teología cristiana, retomando el
término griego: “Kénosis” trata de explicarnos el “anonadamiento” de Cristo.
La palabra
“kénosis” se deriva de la discusión sobre el real significado de la cita que
ilumina el presente post. El texto apunta que Cristo, “quien siendo de condición divina, no
consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó (ekénosen)
de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres...”
Estas
palabras han provocado discusión, y se han entendido de muchas formas a lo
largo de la historia del cristianismo.
Opiniones Protestantes
Las primeras figuras
destacadas de la reforma (como Lutero o Swinglio), se inclinaron por dar a este
texto un significado más profundo… más tarde, estas especulaciones quedarán
enriquecidas…
John Brenz,
sostuvo que “cuando la Palabra (el Verbo de Dios, del cual nos habla el
Evangelio de San Juan en su prólogo) asumió la naturaleza humana de Cristo,
ésta no sólo “poseyó” la Divinidad, sino el poder de hacer uso de la misma…
aunque siguiendo las palabras de San Pablo, libremente se abstuvo de usarlas…”
Chemnitz,
disintió de este punto de vista. Para él, no era posible que Jesucristo “poseyera”
la Divinidad de tal manera que tuviese derecho alguno a usarla según su
conveniencia...
La “kénosis” de Cristo sería, entonces, un “acto libre de Cristo”, de acuerdo con Brenz; o la “connatural consecuencia” de su Encarnación (de su “hacerse hombre”), según Chemnitz.
Entre los
modernos protestantes, las siguientes opiniones son las más significativas:
Autores como Thomasius,
Delitschz y Kahnis consideran la Encarnación de Cristo como un “auto –
vaciamiento” de la “manera Divina” de su existencia, algo así como una “auto – limitación”
de sus atributos divinos (como la omnisciencia (saberlo todo), omnipresencia
(estar presente en todas partes), etc.).
Otros téologos,
como Gess, Reuss y Godet piensan que la Encarnación implicaba una real “depotenciación”
de la Palabra, una renuncia libre y voluntaria de su poder; esto significa que
Cristo llegó a ser – más que a “asumir” – el alma humana, sin dejar de ser Dios.
Ebrard sostiene
que la “kénosis” de Cristo consistió en un “intercambio de lo eterno por una
forma temporal de existencia”.
Enseñanza Católica
De acuerdo con la
teología católica, el “abajamiento de la Palabra” consiste también en la “asunción
de la humanidad” (Cristo “baja”, para que todos podamos “subir”; Él se hace
hombre, para que todos podamos alcanzar la calidad de “hijos de Dios”).
Así, el “abajamiento
de Cristo” se entiende como su auto - sujetamiento a las leyes humanas (nacimiento,
crecimiento, muerte, etc.) y también a la bajeza de la naturaleza humana caída.
En su
abajamiento, en su “asemejarse a la naturaleza caída”, no implicó ausencia
alguna de su justicia o santidad, sino solamente aceptar las “dolencias” o las “penalidades”
que se asocian a tal “pérdida”. Esto, sin duda, afecta tanto al cuerpo como al
alma, y consiste en la posibilidad de “sufrir”, de “experimentar sensaciones”,
etc., tanto por causas internas como externas…
Analicemos más y
mejor estas palabras: En su cuerpo, la dignidad de Cristo (por ser Dios)
excluiría cualquier tipo de “dolencia”. El poder de Dios que habitaba en el
cuerpo de Cristo, no permitiría ninguna corrupción y le prevendría de
enfermedades, inicios todos de la corrupción. La “santidad de Cristo” no sería
compatible con la descomposición tras la muerte, que es la manifestación del
poder destructivo del pecado. De hecho, Cristo tenía el derecho de liberarse de
todo dolor corporal, y su humanidad habría tenido el poder de quitar o
suspender los efectos de las causas del dolor… Sin embargo, Él, libremente, se
sujetó a sí mismo a muchos de los dolores resultantes de la ejercitación del
cuerpo y aceptó influencias externas adversas como la fatiga, el hambre, la
sed, el sueño o el dolor provocado por las heridas.
Además, si Cristo
“retuvo” las “debilidades del alma”, o las “pasiones de su razón” y “apetitos
sensitivos”, deberíamos considerar las siguientes restricciones:
a) Emociones
desordenadas y pecaminosas son incompatibles con la santidad de Cristo.
Solamente sufrió las pasiones sin “culpa moral” (como el temor, la tristeza, y la ira o
el “celo” por lo sagrado).
b) Aún el origen,
la intensidad y la duración de esas emociones estuvieron sujetas al libre
parecer de Cristo. Así, Él podría prevenir los efectos adversos de tales
pasiones sobre las acciones de su alma y paz mental.
Para completar su
abajamiento, Cristo estuvo sujeto a su Madre y a San José, a las leyes de su
pueblo y aún a las leyes prescritas por la Palabra de Dios.
Concluyamos: Cristo
compartió las limitaciones y las privaciones de los pobres y marginados. Por
eso, su “anonadamiento” no sólo consistió en “hacerse hombre”, sino un “hombre
pobre”… para alcanzarnos, con su pobreza, las riquezas de su divinidad…
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