“Cuando llegó la plenitud de los tiempos,
Dios envió a su propio Hijo…”
(Ver Gal 4, 4)
Por puro amor, Dios se ha revelado y se entregado a la
humanidad comunicándoles poco a poco su propio misterio con hechos y palabras.
Hagamos un recuento de la historia de la salvación:
1. La Creación
Su primera manifestación amorosa fue la obra de la creación (ver Gn 1 - 2).
Con nuestros primeros padres se revela como un amigo y aún después de su caída (Gn 3)
hizo con ellos una alianza y los alienta con la esperanza de la salvación.
2. Los Patriarcas
Con Noé,
Dios selló una alianza con todos los seres vivos (El arcoíris: Ver Gn 9, 16)
que durará para siempre.
Luego,
Dios elige a Abraham y renueva su Alianza con él y su descendencia (Gn 12 - ss), de la cual
se formó un pueblo al que le reveló su ley por medio de Moisés (Ex 1 - 3).
3. Los Profetas
Por
los Profetas Dios preparó al pueblo para recibir la salvación destinada a todos
los hombres.
4. Jesucristo
Finalmente,
llegamos a Jesucristo, en quien Dios se ha revelado plenamente, y en quien ha
establecido la Nueva Alianza para siempre (Ver CEC 68 – 73).
Con
la llegada de Jesús al mundo se han cumplido las promesas hechas por Dios en la
historia: lo que San Pablo llama: “plenitud de los tiempos” (Ver Gal 4, 4 – 5), que no es otra
cosa que “el misterio de la Encarnación del Verbo” (Ver TMA 1).
5. La Plenitud de
la Revelación
Esta
plenitud se realizó de manera definitiva cuando el Hijo de Dios se hizo hombre
en la persona de Jesucristo para, como dice San Pablo, “reconciliar consigo
todas las cosas” (Ver Col 1, 19; Ef 1, 10); así, con su presencia y
manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su
muerte y resurrección, y con el envío del Espíritu de la verdad, llevó a su
culmen toda la revelación: Dios está con nosotros para liberarnos de las
tinieblas del pecado y de la muerte, y para hacernos resucitar… ¡A una vida
nueva! (Ver DV 4).
Jesucristo
es, por tanto, el acontecimiento último donde “convergen” todos los demás
acontecimientos de la historia de la salvación. Es la Palabra única, perfecta y
definitiva del Padre (Ver Jn 1, 1 – ss).
Jesucristo
supera toda expectativa, lo que la humanidad ha deseado siempre y lo que cada
uno de los hombres podría esperar consciente e inconscientemente, pues por Él y
para Él fueron creadas todas las cosas, y por quien también nosotros existimos,
nos movemos, y somos (Ver 1 Cor 8, 6; Heb 1, 2; Jn 1, 3).
Esto
quiere decir que la misma creación tiene su centro en Jesucristo (Cristocéntrica:
Ver Col 1, 15 – 17); Él ilumina el lado oscuro y enigmático de la realidad del
mundo, como el sufrimiento y la muerte (Ver GS 22); de esta manera, el
cristiano puede descubrir en todas las obras de la creación huellas y vestigios
que anticipan la realidad de Jesucristo (las así llamadas “semillas del Verbo”).
6. Las semillas del Verbo
No
en vano los primeros Santos Padres de la Iglesia repiten continuamente que en
la naturaleza y en la cultura se pueden descubrir estas “semillas del Logos o
del Verbo”, y que en Jesucristo tendrán toda su plenitud. San Irineo dirá que
Jesucristo es “cabeza y compendio de toda la realidad”, lo que quiere decir que
no se puede comprender plenamente al mundo y al hombre sin Jesucristo…
7. Ya… pero todavía no
Esto
nos lleva a la convicción de que no hay que esperar otra revelación: Ya la
tenemos en nuestro Señor Jesucristo (Ver DV 4). Pero aunque la revelación está
acabada, no está completamente explicada, corresponde a la fe cristiana ir
comprendiendo gradualmente su contenido en el transcurso de los siglos.
Por
eso nos acercamos con todo respeto al misterio de Cristo, nos comprometemos a
estudiarlo, para tratar de comprenderlo mejor y aventajar en nuestra propia
salvación.
8. Revelaciones
privadas
Es
cierto que a lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”,
algunas de las cuales han sido reconocidas incluso por la autoridad de la
Iglesia.
Su
finalidad no es la de “mejorar” o “corregir” la revelación de la que Cristo es
la plenitud, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una etapa histórica
de la Iglesia.
Es
el caso de ciertas religiones no cristianas (como el Islam, que presenta
ciertas similitudes con las otras dos religiones “monoteístas”, es decir, que
creen en un único y verdadero Dios) y de ciertos grupos religiosos recientes que
se fundan en semejantes revelaciones.
9. Conclusión
En
pocas palabras: Cristo es la plenitud de la revelación. Él es el centro de la
historia de la salvación, Él es la clave, es el fin de toda la historia humana
(Ver DGC 98).
No hay comentarios:
Publicar un comentario