viernes, 2 de diciembre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Vigésimo primera Parte)


El Sagrario (Ver IGMR 314 - 317)

El Sagrario es una urna preciosa que resguarda el Santísimo Sacramento, para llevar la comunión a los fieles, los enfermos, los ausentes, y para la adoración. El Sagrario es el corazón vivo de todo el Templo. Debe ser sólido, seguro, inamovible y firme, de modo que no haya peligro arbitrario de ser profanado.

Puede estar o bien en el presbiterio, fuera del altar de la celebración (en la forma y lugar más adecuados), o también en alguna capilla idónea, armónicamente unida a la Iglesia y visible para todos los fieles (Ver IGMR 314 - 315).

No están permitidos los Sagrarios que tienen integrados en sus puertas ostensorios, previstos para la adoración.

El Sacristán debe pedir al Sacerdote (o en su defecto a algún ministro extraordinario de la comunión), que mantenga el interior del Sagrario limpio y seco, que cambie al menos cada quince días el corporal inferior, cuidando que no queden en él partículas tiradas. Igualmente, se debe cuidar que las Formas consagradas se vayan renovando, al menos cada quince días, y que le indiquen si hay mucha Reserva para ya no poner más hostias en las celebraciones. Hay que custodiar la llave del Sagrario, procurar que sea de material noble, en un estuche seguro y digno. La llave no puede dejarse en cualquier sitio ni a la vista del público, conviene tener la combinación en un lugar bien resguardado, evitando todo peligro de profanación. Para prevenir percances de extravío o de urgencia, conviene tener algún duplicado, e igualmente bien custodiado.

Junto al Sagrario (o cerca de él), para indicar la presencia del Señor, arderá permanentemente una lámpara, nunca encima del Sagrario ni delante de su puerta.

Esta lámpara será preferentemente de aceite o de cera; hay que evitar otros combustibles, pues la llama natural significa tanto ofrenda como luz. Debe alumbrar de continuo, aún de noche. Puede tener encima un vaso rojo, o también del color litúrgico en cuestión.

Sobre el Sagrario no se deben colocar imágenes, reliquias, flores, etc.; si acaso, la Cruz. Para preservarlo de polvo e indicar la presencia del Señor, como hemos visto, se puede cubrir con un "conopeo" (en forma de tienda - pabellón o de cortina), blanco, o también del color del tiempo litúrgico.

Ante el Sagrario se hace "genuflexión". Ésta consiste en hincar la rodilla derecha hasta el suelo, inclinando ligeramente la cabeza. Es un acto supremo de reverencia, y expresa real adoración a Jesucristo. Hay algunos sacristanes que practican muy mal este gesto de adoración. A causa de las prisas o por la costumbre de los ires y venires, se degrada este acto de amor... por mucha apuración que se tenga, no se pierde mucho tiempo, y se garantiza un acto muy significativo y religioso.

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