El contexto del Evangelio, según San Mateo, capítulo cinco, es el llamado "Sermón de la Montaña". Desde hace tres domingos lo hemos estado disfrutando: Hace quince días, el Señor proclamaba las "bienaventuranzas", mostrándonos el mejor camino para alcanzar la auténtica felicidad. Hace ocho días, Jesús nos invitaba a ser "sal de la tierra" y "luz del mundo". Hoy, nos marca el "plus" que implica nuestro ser de cristianos:
"Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán en el Reino de los Cielos" (Mt 5, 20).
Y cabe preguntarnos: ¿Los escribas y fariseos eran malos? ¿Qué no se distinguían precisamente por cumplir y hacer cumplir la Ley? ¿Acaso Jesús estaba echando por tierra las enseñanzas de sus antepasados?
Veamos: El Señor comienza diciendo que "no ha venido a abolir ni la Ley ni los profetas", es decir, Él no ha venido a desechar la idiosincrasia religiosa de su pueblo, no es que Moisés haya dictado leyes sinsentido o mandado normas en contra de una sana razón; Jesús vino a darles "cumplimiento y plenitud".
Si entendemos esto, estaremos dando un paso importante en la comprensión de sus aseveraciones posteriores: "Han escuchado que se dijo... pero yo les digo". He aquí la adición extraordinaria que el Señor nos pide, a tenor de nuestra adhesión libre y voluntaria en el seguimiento de su Cruz...
Matar, ciertamente, es malo... hay que evitarlo. Pero cuántas veces nos olvidamos de que enojarnos, ofender y despreciar al hermano también lo son.
Y como esto, todas las demás leyes, ya que no debemos contentarnos con un enunciado simple de los delitos en contra de Dios o del prójimo.
Por este motivo muchas personas erróneamente piensan que no son "malas", pues "cumplen", "ni roban ni matan", pero cuánto se han alejado del camino de Dios... ser "bueno" no es malo, pero Jesús nos invita a ser "perfectos".
Quiera Dios que al ocaso de nuestra vida no lleguemos ante Él sólo con las manos limpias... pero vacías. Tal vez convenga más llevarlas sucias, callosas, estropeadas por el trabajo que implica nuestra propia conversión... pero llenas de frutos.
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