domingo, 19 de febrero de 2017
DE ORDINARIO... ¡NADA!
Séptimo Domingo Ordinario.
El Evangelio de San Mateo continúa y termina el hermoso Sermón de la Montaña. Con la lectura de este pasaje concluimos el capítulo quinto de su Buena Nueva.
Si recordamos, desde hace tres semanas lo hemos estado meditando: Primero, Jesús comenzó este discurso presentándonos nueve lineamientos seguros y probados para alcanzar la verdadera felicidad: Las Bienaventuranzas.
Luego, hace quince días, nos pedía que, como auténticos cristianos, fuéramos para los hombres de nuestro tiempo "sal de la tierra" y "luz del mundo". Que le diéramos "sabor" y "claridad" a nuestras propias y tan particulares situaciones de vida.
La semana pasada, nos invitaba a no contentarnos con el cumplimiento estricto de una moral prescrita por los antiguos. Y no es que la ley de Moisés ya no tuviera vigencia, o que hubiera sido abolida por el Divino Maestro, sino porque Él vino precisamente para darle su cumplimiento y plenitud. Por ello, suenan bastante coherentes sus sentencias de "han oído que se dijo... pero Yo les digo".
Y hoy, finalmente, nos invita a no ser "ordinarios", a limitarnos a "lo que todo mundo hace", a buscar la ley del menor esfuerzo, a diluirnos en la mediocridad de una vida "común"... No, su mensaje es claro y vigoroso: El cristiano, si de verdad desea serlo, debe comprometerse a ser "perfecto". En el itinerario de la Vida Eterna no caben las medias tintas ni las posturas ambiguas. Por eso, no resistirse a los malvados, o poner la otra mejilla al que nos ha lastimado, o ceder el manto al que nos ha quitado la túnica, o caminar dos mil pasos con quien nos ha obligado a caminar mil, o dar a quien nos pide, y no ofrecer la espalda a quien nos solicita un préstamo, por más extraño que resulte, tiene sentido... ¡Es el camino de la Santidad!
Y es que Dios, el Tres veces Santo, se comporta así: Hace salir su sol sobre buenos y malos y manda su lluvia sobre justos y pecadores. No hace distinciones. No fabrica favoritismos. No desprecia ni cierra inclemente sus eternos brazos misericordiosos.
He aquí la fórmula adecuada para tu próximo programa de vida. Jesús nos recomienda un esquema de autenticidad con estilo "a lo cristiano": De ordinario... ¡Nada!
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