“En el principio”
Entre otras posibles descripciones, los diccionarios
definen al “orden” como una “situación o estado de normalidad o funcionamiento
correcto de algo”. Teniendo clara esta definición, podemos comprender cómo
Dios, al inicio de todos los tiempos y a través de su Santo Espíritu, puso
orden en el caos.
El libro del Génesis describe que, en el principio, “la
tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas se cernían sobre la faz del
abismo” (Gn 1, 2). Y en medio de este caos, de todo este desorden, “el espíritu
de Dios se movía sobre las aguas”. Esta bella imagen nos aclara cómo Dios es
diferente al desorden y no se confunde con él… cómo Dios, que es orden, no
tolera ni convive con el caos. Su Espíritu se movía “sobre las aguas”, es
decir, estaba por encima de ellas, como una barca bien hecha, firme y segura,
que flota sobre el mar, o incluso sobre aguas turbias y contaminadas, y puede transitar con libertad, flotando y sin
afectarse…
El texto continúa, dice que la tierra estaba
“desordenada” y “vacía”, por eso Dios, a través de su Espíritu, comienza a
darle orden y a llenarla: Como quien entra a una habitación oscura y revuelta,
primero enciende la luz (Gn 1, 3), y luego separa, coloca en su sitio, y hasta
adorna su espacio (Gn 1, 4 ss).
Obra del Padre, por medio de su Espíritu
En el post anterior adelantábamos cómo nuestro Dios es
Uno, pero también es Trino. Esto quiere decir que diferenciamos a Dios, pero no
en cuanto a su ser (el Padre es Dios; el Hijo es Dios; y el Espíritu Santo es
Dios), sino en cuanto a su obrar. Sin embargo, cada obra de cada una de las Personas
Divinas, no se realiza en solitario, sin involucrar a las demás: El Padre crea,
pero lo hace con el Espíritu y por medio de su Hijo, que es la Palabra; El Hijo redime,
pero cumpliendo la voluntad de su Padre, y nos envía al Espíritu; finalmente,
el Espíritu santifica, pero proviene del Padre y del Hijo, y así colabora con
ellos en este único acto de amor por la humanidad.
Volviendo al texto del libro del Génesis, es verdad que
no se menciona explícitamente al Espíritu Santo, ni su autor, que muy
probablemente lo escribió a más de mil años del Nuevo Testamento, estaba
describiendo a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, pero una vez que
esta verdad ha sido revelada por Jesús, podemos comprenderla y fácilmente
aplicarla a los pasajes que describimos en este texto.
El Padre creó todo, por medio de su Palabra (del Hijo), y
su Espíritu "aleteaba sobre la superficie de las aguas"…