“Convocar” significa “llamar”, “citar” o “anunciar públicamente”. “Congregar” significa “atraer” o “reunir”.
El título de este post es particularmente significativo, pues afirmamos que el Espíritu Santo es quien a la vez llama y reúne a los diferentes miembros de la comunidad; es Él quien, como un potente adhesivo, pega, junta o funde en identidad de principios y destinos a quienes conforman el pueblo de su propiedad.
Con la Alianza que estableció Yavé con su pueblo, en el monte Sinaí (Ver Ex 20; Dt 5), ambos quedaron comprometidos: “Yo seré tu Dios… tú serás mi pueblo” (Ex 6, 7). Recordemos que es Él quien tiene siempre la iniciativa, es Dios quien sale al encuentro del hombre. El ser humano, por su parte, sólo corresponde a lo propuesto por su Creador.
Este “pacto de amor” comenzó a esclarecerse cuando, con “mano fuerte y brazo poderoso” (Dt 4, 34), el Señor liberó a su pueblo de la esclavitud. Dice el libro del Levítico: “Yo soy el Señor, su Dios, que los sacó de la tierra de Egipto para que no fueran más sus esclavos; yo rompí las cadenas de su yugo y los hice caminar erguidos” (26, 13); por ello, esta “pascua”, este “paso de la esclavitud a la libertad”, marcó en el pueblo definitivamente su manera de entender el compromiso: “Con cuerdas humanas los atraje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné a ellos y les di de comer. Ya no volverán a la tierra de Egipto…” (Os 11, 4. 5)
De este modo, el pueblo comprendió que la Alianza pactada con Dios los identificaba como el pueblo de su propiedad. Entonces, este grupo de escogidos, esta Nación predilecta, sintió la necesidad natural de reunirse, de encontrarse con aquellos que habían recibido de Dios este don inmerecido...
En hebreo, la palabra “qa-hal” se utiliza para designar el acto de llamar, convocar y congregar (ver Ex 35, 1; Lv 8, 4). Así, la comunidad, llamada, convocada y congregada, deja de ser una “muchedumbre”, una “multitud sin forma”, y se convierte en un “grupo organizado”, en una “asamblea estructurada”.
En la traducción griega del Antiguo Testamento (la versión de “los Setenta”), esta palabra se tradujo como “Ekklesia”, de donde se deriva el término “Iglesia”, palabra que en el Nuevo Testamento designará particularmente a la Comunidad reunida, como ésta, por obra del Espíritu Santo...