"Espíritu": ¿Qué significa? Al referirnos a esta palabra,
debemos comprender que no hablamos de algo material: No se trata de un bulto,
de una cosa, de algo que se toma o se guarda… sino de algo que se percibe, de una “fuerza”, de un “dinamismo”.
El significado que la Sagrada
Escritura suele darle a "espíritu" es de “viento”, “aire”, “respiración”, “aliento”. Por
tanto, se trata de una realidad dinámica, innovadora y creadora. “Espíritu” es
símbolo de energía, juventud, y renovación. De esta manera, se le puede comprender
como lo que da y mantiene la vida, otorga fuerza y permite el movimiento.
Para la Biblia, Dios es
espíritu, y lo comunica tanto al ser humano como a la naturaleza. Dice un
Salmo: “Retiras tu aliento, y los seres expiran, vuelven al polvo. Pero envías
tu espíritu, y todo vuelve a ser creado, renuevas la faz de la tierra” (Sal
104, 29-30). Sin embargo, al referirse al género humano, este espíritu posee un
particular carácter vivaz y dinámico, es algo así como su intimidad más
profunda, como su corazón…
El texto sagrado del Génesis es muy específico: La
materia en la que habita el ser humano es caduca: “Polvo eres, y al polvo has
de volver” (Gn 3, 19). Pero Dios insufla en las narices del hombre su aliento,
y esta materia perecedera, este ser humano, hecho del polvo, comienza a vivir.
Por ello, el espíritu remite siempre a una realidad “divina” y “misteriosa”, es
la característica principal no del mundo de los hombres, sino del mundo de
Dios. El mundo humano es materia, es carne, es algo caduco y perece… pero el
Espíritu divino es vida, fuerza, y superación de todo tiempo y límite.
Es verdad que la Biblia no
utiliza aquí el término “Espíritu Santo” y, como hemos visto, en el Antiguo Testamento aún no se le
comprende como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, sin embargo, el
texto sí apunta al “Espíritu de Dios”, a Dios mismo… bastará la revelación
posterior para que, poco a poco, se entienda que este “aliento” que dio la vida
al ser humano, formado del barro, es el “soplo de Dios”. Ni más ni menos: el Espíritu Santo.
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