martes, 6 de marzo de 2018

RENUEVA A SU PUEBLO



“Corazones de piedra”

Una de las propiedades más características de las piedras es la “dureza”. Mientras más duras sean, es decir, mientras más unidas estén las moléculas que las conforman, menor será la probabilidad de que otras sustancias u objetos las rayen, partan, penetren o comprometan.

Tener un corazón de piedra es tener un corazón duro, un corazón que no cede, que no se deja tocar por la acción del Espíritu Dios; un corazón “cerrado en sí mismo”; un corazón egoísta y lleno de maldad…

“Corazones de carne”

A diferencia de las piedras, la carne es blanda, es decir, no es rígida, no opone resistencia, se corta, se raya, cede o se deforma con facilidad.

Tener un corazón de carne es tener un corazón blando, un corazón que se deja tocar por la acción del Espíritu de Dios; un corazón “abierto”, sensible y capaz de obrar el bien.

El Espíritu es quien nos renueva

El profeta Ezequiel aclara: “Les daré un corazón nuevo, y les infundiré un espíritu nuevo. Arrancaré de ustedes el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne. Les daré mi Espíritu y haré que guarden mis caminos y que pongan por obra mis leyes y preceptos” (Ez 36, 26-27).

Es el Espíritu de Dios quien nos renueva, el único capaz de transformar nuestros corazones, y hacernos personas nuevas… sin embargo, como dijimos en el post anterior, a la acción del Espíritu le sigue la nuestra: ¡Hay que guardar los caminos del Señor y poner por obra sus leyes y preceptos!

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