viernes, 18 de noviembre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimo octava Parte)


Las dos grandes partes del Templo:

a) El Presbiterio (Ver IGMR 295)

Es el lugar del Presbítero, del Sacerdote, del Presidente de la Asamblea. Sería conveniente que tuviera un nivel superior al de la nave, si no es posible, al menos una alfombra de color serio y elegante debería cubrir al menos la tarima del altar. Podría contener repisas y bases para acomodar las flores.

En cuanto a éstas (las flores), deberían ser naturales, pues su aroma armoniza mejor con quien es "la flor de los campos y el lirio de los valles" (Ver Cant 2, 1), y quien "exhala el perfume de las virtudes" (2 Co 2, 15-16).

Durante la Cuaresma se prohíbe el uso de las flores (Ver IGMR 305); en las celebraciones de difuntos pueden omitirse; durante el tiempo de Adviento deben ser pocas, para contrastar con la alegría de la Navidad y su especial adorno. Como regla general, hay que procurar siempre que los adornos no distraigan del altar o de la celebración.

Afortunadamente, ha aumentado el número de decoradores profesionales, quienes pueden hacer unos buenos arreglos florales para las grandes ocasiones. No descartamos que el propio sacristán sea quien compre y arregle los floreros.

El presbiterio se debe limpiar, barrer, trapear y sacudir todos los días. Sus paredes, imágenes, candeleros y alfombras conviene que se sacudan y limpien cada ocho días. Cuidar que las flores se cambien cuando sea necesario, y el agua diariamente, para que no se pudra.

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