viernes, 23 de septiembre de 2016

LAS LETANÍAS LAURETANAS




¡Qué hermosa eres, amada mía!
¡Qué hermosa eres!…
Tu cuello, como la torre de David,
construida para exponer trofeos…
(Ver Cant 4, 1. 4)

Amor… a cuenta gotas

Las letanías son una serie de alabanzas y súplicas ordenadas, repetidas y concordantes entre sí, que las iglesias cristianas utilizan para rogar a Dios, a la Virgen María o a los Santos. Etimológicamente la palabra “letanía” proviene del vocablo griego “litanueo” que significa “súplica” o “rogativa”.

Un poco de historia

Los orígenes de las letanías se remontan a los primeros siglos de la cristiandad. Las letanías eran súplicas dialogadas entre los sacerdotes y los fieles, y se rezaban sobre todo durante las procesiones. Aunque al principio eran dirigidas sólo a Dios (en súplicas) se añadieron con el tiempo invocaciones a los santos y sobre todo a la Virgen María (en intercesiones) usadas a partir del siglo VII por la Iglesia.

En la liturgia oriental se usaron desde el siglo III. La composición de letanías marianas siguió la línea de las generales y de las de los santos. En éstas se invocaba a María de tres modos: Sancta María, Sancta Dei Genetrix y Sancta Virgo Virginum (Santa María, Santa Madre de Dios, Santa Virgen de las Vírgenes). A lo cual siguió una serie de reflexiones y elogios de los santos padres que constituyen el origen de las futuras letanías marianas.

Este “germen” halló ambiente en la popularidad del Oficio de la Virgen Santísima que se cantaba en algunos monasterios. Este “Oficio” no era fijo y tenía variaciones según la orden religiosa que lo cantaba; estas variaciones fueron suprimidas por el Papa Pío V cuando estableció el “Oficio Parvo de la Virgen” (“Pequeño oficio”) reformado. Lo cierto es que entre las variantes que existían habían ciertas letanías que se parecían a las futuras Lauretanas.

Las más antiguas letanías a María propiamente dichas se encuentran en un códice de Maguncia del Siglo XII titulado “Letania de Domina Nostra Dei genenetrice Virgine Maria” (Letanías de Nuestra Señora, Madre de Dios, la Virgen María), con alabanzas largas y en cada verso repitiendo el “Sancta Maria”.

En el siglo XV y XVI las letanías marianas empezaron a multiplicarse. Por el año 1500 fueron creadas una serie de letanías en el Santuario de Loreto. Hacia 1575 surgen unas nuevas letanías lauretanas conocidas como “modernas” con alabanzas puramente bíblicas, que se hicieron tan populares que las primeras versiones fueron pasadas a segundo plano.

El Papa Sixto V las aprobó en 1587 e incluso les dio indulgencias. Hacia el siglo XVII la situación se hizo exagerada, en Loreto se tenía una letanía para cada día de la semana y no era el único caso. En 1601, con el decreto “Quoniam multi” (Ya que son muchos”) del 6 de septiembre, el papa Clemente VIII prohibió todas las letanías que existían con excepción de las incluidas en el Misal y el Breviario, así como las del santuario de Loreto, aquellas letanías ya eran llamadas como lauretanas.
El Papa Paulo, en 1503, ordenó que se cantasen en la basílica romana de Santa María la Mayor en festividades de la Virgen María. Los monjes dominicos, en 1615, ordenaron que se recitasen en todos sus conventos después de sus oraciones de los sábados.

Con el tiempo, a estas letanías se les han ido añadiendo otros títulos, como:

“Auxilio de los cristianos”. Sugerida por Pío V, honrando su intercesión en la Batalla de Lepanto.
“Madre inmaculada”. Por Clemente XIII, a petición de Felipe IV, para los dominios hispánicos el 12 de septiembre de 1767. Fue también concedida por el papa Pío IX al obispo de Malinas, en 1846; tras la definición dogmática de 1854, Pío IX lo hizo extensivo a toda la Iglesia.
“Reina del Santísimo Rosario”, y “Madre del Buen Consejo”. Por León XIII.
“Reina de la paz”. Por Benedicto XV.
“Reina concebida sin pecado original”. Por Pío IX.
“Reina asunta al cielo”. Por Pío XII, en 1951.
“Madre de la Iglesia”. Por Paulo VI.
“Reina de la Familia”. Por San Juan Pablo II.

Consideradas en el Magisterio

En el libro “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones”, editado en el Vaticano en el año 2002 se define a las letanías así:

Entre las formas de oración a la Virgen, recomendadas por el Magisterio, están las letanías. Consisten en una prolongada serie de invocaciones dirigidas a la Virgen, que, al sucederse una a otra de manera uniforme, crean un flujo de oración caracterizado por una insistente alabanza-súplica.

En los libros litúrgicos del Rito Romano hay dos formularios de letanías: Las letanías lauretanas, por las que los Romanos Pontífices han mostrado siempre su estima; y las letanías para el rito de coronación de una imagen de la Virgen María, que en algunas ocasiones pueden constituir una alternativa válida al formulario lauretano. Las que analizaremos en el siguiente tema.

Evite el exceso

No sería útil, desde el punto de vista pastoral, una proliferación de formularios de letanías; por otra parte, una limitación excesiva no tendría suficientemente en cuenta las riquezas de algunas Iglesias locales o familias religiosas. Por ello, la Congregación para el Culto Divino ha exhortado a “tomar en consideración otros formularios antiguos o nuevos en uso en las Iglesias locales o Institutos religiosos, que resulten notables por su solidez estructural y la belleza de sus invocaciones”.

No sólo para el Rosario

León XIII recomendó concluir durante el mes de octubre (mes del Rosario) la recitación del Rosario con el canto de las letanías lauretanas, con ello se pensó que las letanías eran parte del rezo del Rosario, cuando en realidad son un acto de culto por sí mismas pudiendo ser usadas para rendir un homenaje a la Virgen sea en una procesión (como en su uso primitivo) o como parte de la Santa Misa...

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