Cuando la Impotencia, maldita e impaciente, toca a la
puerta de esta casa, te lo juro, vida mía, no quisiera ni escucharla ni mirarla ni
abrirle... insiste, repite, vuelve a llamar, y muy a mi pesar "debo"
recibirla... ¿Quién me manda ser tan hospitalario?
Llega, y comienza su "festín"... muy a sus
"anchas" se mofa de mí, abunda en sus "delicadezas
vulgares" y visceral arremete sobre sesos y corazón... y yo, con la cerviz
agachada, con el ánimo por los suelos y la sangre en mis venas a punto de
ebullición, voy tolerando servil cada una de sus espinas, de todas las que
desea clavar en mi pecho, como dardos envenenados, como flechas puntiagudas y
mortales...
Ah, me duele que te duela... y no me alcanzará la razón
para comprenderlo...
Por más que quise conservarla, mi burbuja de cristal se
rompió, presa de los impactos del hado y de la moral... la jaula de mi patio,
embellecida con aureos barrotes, dejó escapar a la avecilla que con sus alegres
cantos, día a día iba despertándome de mis múltiples sosobras y de mis tristes
naufragios... vivo, pero sin vivir... y débil me encuentra la luna, y
aletargado me saluda el Sol, y me reclaman ambos por no volver, en
"aparente apariencia", ni a comer ni a sonreír...
Vuelve, mimada, y levántame de este barro... álzame de la
basura y límpiame de este estiércol... purifica mis arterias y embellece mis
pensamientos... recorre mis nervios y resucita mi ilusión...
Alma de mi alma, color de mis colores... corazón de mi
corazón... mírame... ¡Aquí estoy!
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