lunes, 24 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Decimotercera Parte)


b) Las Campanillas

Se utilizar para invitar al recogimiento y la oración, advertir el momento de la Consagración, y expresar el júbilo religioso por la presencia del Señor. Conviene tener series de diverso sonido para las procesiones eucarísticas (esto se consigue fácilmente usando campanillas de diverso tamaño y / o material), sobretodo en la de Corpus, o durante el Gloria de la "Misa de Gallo" en Navidad, o de la Vigilia Pascual.

Hay que comprobar que el sonido no llegue a turbar la oración o molestar los oídos de los participantes; no es muy conveniente tener una campana bastante grande para dar un toque a la hora de la "epíclesis", la Consagración, las Procesiones o la Bendición Eucarística, a menos que el templo sea muy grande y lo justifique.

c) Vinajeras

Los recipientes para contener el vino y el agua deber ser de vidrio, y de una capacidad regular. No deben ser de latón o cobre, pues crean sarro y producen óxido con el ácido del vino.

d) Crucifijos e imágenes

El Crucifijo, después del altar, del ambón y del Sagrario, es el principal objeto del presbiterio.

Nos recuerda que en el altar se ofrece el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario. No debe ser una Cruz sin Cristo, ni un Cristo sin cruz.

En la medida de lo posible deben evitarse otras imágenes, pues aunque sean bellas no persiguen el objetivo de provocar devociones personales. Por su colocación y visibilidad debe apreciarse su relación directa al altar.

Debe ser suficientemente grande, de preferencia fijo, para evitar movimientos que distraigan.

En cuanto a las imágenes, se prefieren las del Titular de los Templos. Antes de colocarse, deben bendecirse. Procurar que sean dignas, y de preferencia pocas. No existen normas acerca de su estilo o material.

Lo que sí debe garantizarse es que no sean "raras" ni desacostumbradas (por su advocación, forma, indumentaria, o puedan conducir a errores teológicos o doctrinales innecesarios). Tampoco se deben quitar todas las imágenes, pues los Santos son para todos un ejemplo a seguir, y tener alguna imagen facilita una buena oportunidad para venerarlos.

No debe haber dos imágenes del mismo Santo o de la misma advocación de la Virgen María en el Templo (esto acarrea frecuentes preguntas innecesarias y absurdas). No se deben exponer las imágenes de los siervos de Dios, aún sin beatificar...

Como norma general: Hay que saber que tanto las imágenes como los demás objetos litúrgicos, vestiduras y vasos sagrados, pierden la bendición si decaen en su forma primitiva, si ya no son aptos para su uso, si se deshacen, si tuvieron usos indecorosos, o fueron expuestos a venta pública. Si no se rehacen, se queman; sus cenizas deben ser puestas en la piscina o sepultarse; nunca deben darle uso profano...

sábado, 22 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimosegunda Parte)


2. Objetos litúrgicos

a) Las velas

La luz en el altar es símbolo de la luz eterna, de la presencia de Dios en medio de su pueblo, y de alegre festejo por la obra salvadora del Señor.

Las velas deber ser de cera.

No deberían ser artificiales (electrónicas, por ejemplo), ni de parafina (se acabarían demasiado rápido), ni veladoras (a éstas se les dan otros usos).

Otras materias servirán para iluminar el Templo (lámparas, focos "ahorradores", lámparas de led, etc.), pero no para ser signos del altar. La Iglesia quiere excluir, en la medida de lo posible, toda inmundicia de sus celebraciones, y por eso anima a usar los dos combustibles más puros que están a nuestro alcance: para las velas, la cera de abeja virgen; para la lámpara del santísimo, el aceite de oliva.

Conviene poner las velas cerca del altar, en forma simétrica, aunque dependa de la forma y estructura del lugar del lugar su acomodo. Conviene ponerles un capitel, del grosor de la misma, para evitar que la cera caiga, manche los candelabros, o dé un mal aspecto. Cuando haya corrientes de aire, pueden colocárseles protectores de cristal transparente (tipo "bombillas"), las cuales deben ser limpiadas regularmente.

Se usan dos velas en los días ordinarios de feria y las memorias; hay quiénes usan cuatro en las fiestas y domingos ordinarios; seis en las solemnidades, los domingos de los tiempos fuertes (Navidad y Pascua), y en otras celebraciones especiales (como la fiesta Patronal); y siete cuando la Misa es presidida por el Obispo Diocesano.

Las velas se encienden con una candela (una vela más pequeña); es más digno que usar directamente cerillos o un encendedor. Esta velita puede sujetarse a una varilla curvada, ligeramente en su extremo, para encender las velas más altas y / o el cirio pascual. Para encender las velas se hace reverencia al altar, o genuflexión (hincar la rodilla derecha) si al centro se encuentra el Santísimo. Un orden adecuado para comenzar a encenderlas podría ser: primero las del lado derecho, luego las del izquierdo, sin estirarse sobre el altar ni sobre las velas ya encendidas, del interior hacia el exterior. Para apagarlas, empezar por el lado izquierdo, y del exterior hacia el interior.

También puede procurarse de un "capuchón" (apagavelas), que puede estar fijo a un mástil curvado en su extremo, para apagar las velas. No se trata de oprimir, sino sólo de sofocar la llama. Debe comprobarse siempre que no se haya dejado encendido el cirio pascual...

miércoles, 19 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimoprimera Parte)


MATERIA DE LOS SACRAMENTOS (Segunda Parte)

c) El agua

Siempre debe usarse agua natural y potable, que no sea producto de destilación ni haya sido gasificada o mineralizada.

Hoy se facilita, usando el agua embotellada, ya que ésta cumple todos los requisitos. Para los bautismos puede usarse el agua común de un grifo.

d) Incienso

El uso del incienso simboliza la oración, el sacrificio y la reverencia. De preferencia, debe buscarse que sea un incienso puro ("goma olibanum"), de aroma suave o con muy poco aditivo (mirra, bálsamo, cáscara de naranja, canela, etc.).

Se puede usar en todas las Celebraciones (rito de entrada, Evangelio, Ofrendas y Consagración). Obliga su uso en la exposición eucarística solemne, en la dedicación de los Templos, y puede también usarse en la despedida del cadáver en las exequias.

Conviene en las procesiones litúrgicas, así como en el rezo solemne de las Laudes y Vísperas. De costumbre, debe usarse carbón natural; sólo excepcionalmente pueden usarse las pastillas de carbón.

e) Santos Óleos

En el Presbiterio hay un lugar propio, como Sagrario, para resguardarlos. No se enciende lámpara delante de ellos, ya que no se trata de presencia Eucarística. Cada año deben renovarse con los óleos bendecidos por el Obispo Diocesano durante la misa crismal del Jueves Santo (en casos excepcionales puede hacerse algún otro día de la Semana Santa).

El aceite restante puede retirarse con algodones y quemarse, evitando cualquier sacrilegio.

Las crismeras ministeriales (para uso de los sacerdotes), conviene que tengan suficientes óleos, del año, con algodón, y en un lugar seguro.

Cuando se vayan a renovar, las ánforas deben hervirse y limpiarse con limón o con alcohol.

martes, 18 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Décima Parte)


MATERIA DE LOS SACRAMENTOS (Primera Parte)

a) El Pan

Las hostias (del latín, "víctima"), se hacen con harina de trigo, sin levadura, amasadas con agua pura, sin colorantes ni azúcar, ni sal, ni manteca, ni miel, etc. Se prefiere la forma redonda, como signo de unidad y perfección. Decía San Gregorio Magno que "la hostia es la corona de la oblación del universo" (Diálogos, IV, 54).

Las personas que las hacen las confeccionan en oración; igualmente, cuando deben recortarse para adaptarse al viril de la custodia, debe hacerse en un ambiente de sana espiritualidad... ¡Es la materia para la Eucaristía! De ordinario, se les graba algún símbolo Eucarístico, y se dejan en las más grandes algunas marcas para que puedan fraccionarse.

Las normas actuales piden, de preferencia, que sea una sola hosita para la comunión del presidente y varias para los fieles: La grande para el ministro, las chicas para los fieles. La hostia grande puede tener unos 15 o 20 centímetros de diámetro; la chica, de 4 a 6 centímetros.

Deben usarse siempre las recientemente hechas, para evitar corrupción o endurecimiento. Por lo tanto, no deben dejarse en reserva más de 20 días (un mes es ya demasiado).

No es conveniente dar a los niños que aún no han hecho su primera comunión una hostia después de la Misa a modo de "consuelo", pues se corre el riesgo de desvirtuar su auténtico significado; es mejor ofrecerles pan de las ofrendas, o "recortes" de hostias...

b) El vino

El vino debe ser puro, de uva, blanco o tinto, pero naturalmente fermentado, no mosto. Algunos ministros previeren el vino blanco, como signo de pureza y porque es más fácil de limpiar; otros, prefieren el tinto, por su color semejante a la sangre, y porque se puede distinguir mejor del agua al servirlo... Las razones son a elección.

Se pide que la botella tenga impresa la copia de un documento donde conste la explícita autorización eclesiástica para su uso en la Eucaristía, y que el porcentaje de alcohol natural no sobrepase los 8%.

El vino debe conservarse en un lugar fresco y seguro. Si ya está avinagrado, no debe usarse. El que sobra en las vinajeras tampoco debe regresarse a la botella o garrafa contenedora. Es mejor vaciar en las vinajeras sólo el que se crea que va a utilizarse durante las Celebraciones...

viernes, 14 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Novena Parte)



V. PREPARAR LO NECESARIO PARA LAS CELEBRACIONES

La función del sacristán gira en torno a tener dispuesto y a tiempo todo lo que sea necesario para la Celebración: incienso, misal, vinajeras, cáliz, hostias, vestiduras sagradas, etc.; mantener limpios los candeleros, los floreros, los vasos sagrados, los manteles, etc.; tener velas siempre disponibles y agua bendita de reserva, así como carbón, cuaderno y pluma; encender las velas y disponer de todo lo necesario en el presbiterio: manteles para el altar, Leccionario para el ambón, sillas donde se necesiten, flores frescas y adornos, etc.

Recordemos: Lo más práctico no siempre es lo más fácil, sino lo que logre mejor su finalidad, aunque cueste más trabajo o lleve más tiempo realizarlo. Se debe procurar que los signos sean verdaderos, no fingidos ni superficiales. Por ejemplo: Preferir las flores naturales a las artificiales, las velas o lámparas auténticas a las eléctricas, etc., tratando siempre estas cosas con sencillez y con respeto, pues se trata de cosas sagradas. La Celebración es un momento cumbre y fuente de toda la vida cristiana y apostólica, por eso hay que darle mucha importancia también a la puntualidad.

Sobre todo para los tiempos fuertes (Cuaresma, Pascua, Adviento y Navidad), o las fiestas principales del lugar (Virgen de Guadalupe, Fiestas Patronales, etc.), debe estar preparado todo con tiempo, para prever todo lo que se necesite...

jueves, 13 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Octava Parte)


b) La Sacristía de Trabajo

La Sacristía de Trabajo sirve como pequeña bodega y área de preparación de cosas. Puede servir también como habitación para que los acólitos, los ministros y el coro se revistan. Incluso puede tener una "guardería de zapatos" (para evitar el uso de tenis, sandalias, huaraches y tener el calzado aseado).

Requiere de una mesa para colocar las cosas que se preparan. Además, un brasero para encender el carbón, el soporte del incensario y la naveta, la cruz alta y los ciriales con sus bases correspondientes, así como los candeleros y candelabros.

Allí, se pueden guardar las pulidoras, aspiradoras, o los demás materiales de limpieza; los repuestos para las velas, el carbón y el ocote; también la base del Cirio Pascual, las palmas benditas, las imágenes del nacimiento y los adornos propios de otras fiestas litúrgicas, los motivos más delicados para las procesiones, las banderas y estandartes, las astas del varipalio; cortinas, alfombras, floreros, velas, escaleras, gradines, ornatos, etc.

Se debe contar con un acomodo apropiado y el mobiliario debe favorecer el trabajo y el orden.

El sacristán debe barrer, trapear y sacudir diariamente ambas sacristías, y después de usar cualquier cosa, debe acomodarla nuevamente en su lugar correspondiente.

Lo que no se ocupe de cortinas, candeleros, floreros, telas, cuadros, alfombras, etc., deben llevarse a una bodega y conservarse adecuadamente. Nunca es conveniente guardar lo que ya no sirve, pues de lo contrario, se almacenaría basura y se correrían riesgos de albergar animales o provocar estancamientos. Mantener el orden es uno de los retos más constantes del buen sacristán.

Cuando se obtengan vestiduras litúrgicas nuevas, debe avisarse al Sacerdote para que se bendigan. Requieren una bendición especial (a modo de expiación), los ornamentos que sufrieron tales cambios o lesiones que dejaron ya de ser aptos para la liturgia. Si se emplearon en usos indecorosos, o si fueron expuestos a venta pública, debe juzgarse su ideneidad. Los que, aún con pena, dejaron ya de ser útiles, deben quemarse y tirar sus cenizas en la piscina (derrame a tierra), o enterrarlas para que no sean pisadas. No deben usarse para adornar habitaciones ni para usos profanos o deshonrosos...

jueves, 6 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Séptima Parte)


CUIDAR Y ATENDER LA SACRISTÍA

La sacristía posee una dignidad especial, por ser como la "antesala" del lugar más sagrado. Precisamente eso significa su nombre: "Sacristía" = "Cercano a lo Sagrado".

Es el lugar destinado para guardar los objetos y vestiduras sagradas, y donde ordinariamente se revisten los Ministros. También es el lugar donde por excelencia desarrolla su misión el sacristán.

Según la tradición romana, pueden existir dos sacristías: La "sacristía mayor", y la "sacristía de trabajo".

Ls sacristía mayor es como una capilla cercana al presbiterio, incluso cuenta con un altar y un crucifijo, en la cual se debe guardar la debida reverencia y silencio. La sacristía de trabajo es la sala donde se realizan las demás funciones de preparación a las celebraciones.

a) La sacristía mayor

La sacristía mayor requiere atención "de capilla". Debe tener un crucifijo (o una imagen sagrada que inspire devoción), en un lugar central y perfectamente visible. Puede contar, además, con una pileta de agua bendita, para poder signarse al entrar o salir, recordando el propio bautismo.

También existen algunas con "piscina" o un pequeño lavabo con desagüe a tierra para el agua de las purificaciones de vasos sagrados y purificadores, y con una campanilla pequeña para indicar el momento de salir, o para pedir silencio antes o después de las celebraciones.

Debe contar con una mesa o repisa para revestirse; algún taburete adecuado para preparar el cáliz, un pequeño armario para los corporales, purificadores, palias y purificadores que necesiten limpieza. Debe tener al alcance la "Agenda Litúrgica" o el calendario con las indicaciones sobre las fiestas propias, la libreta o las tarjetas con las intenciones... Algunas suelen contar con los cuadros y el nombre del Santo Titular y del Obispo Diocesano, los Sacerdotes Párrocos, o las oraciones de preparación y acción de gracias para antes o después de las celebraciones. Todo esto puede realizarse en una gran cómoda central...

Se requiere, además, de un closet o armario de seguridad, para guardar mejor las cosas que tienen cierto valor. Es muy importante señalar que los objetos que se usan frecuentemente deben guardarse a parte de los que raramente se necesitan.

En los cajones de la gran cómoda se deben guardar los ornamentos, es decir, los lienzos o vestiduras sagradas preciosas o bordadas. Es mejor tenerlas extendidas que dobladas. Las capas pluviales y las casullas pesadas no deben colgarse, se rompen, se rasgan y vencen los ganchos. Entre cada una de éstas se puede colocar una tela ligera, evitando incidentes ocasionales.

En el closet se deben colgar las casullas y albas de uso ordinario. De preferencia, hay que acomodarlas por tallas, o por color, poniendo si es preciso, breves indicaciones en las perchas que las sostienen. También deben guardarse (de preferencia separadas), las sotanas, cotas, estolones, y vestiduras de los acólitos y demás ministros.

En armario seguro se guardan, como en caja fuerte, los cálices, copones, patenas, llave del Sagrario, crismeras, relicarios, y todo lo que requiera especial seguridad. Puede haber otro espacio para purificadores y corporales limpios y sucios, manutergios, cerillos, mechas para la lámpara del Santísimo, vinajeras, hostias y vino de consagrar... También podría contener una estantería para entronizar la Palabra de Dios, así como para guardar adecuadamente el Evangeliario, los Leccionarios y Misales, los Rituales y demás libros.

Incluso, puede reservarse un lugar especial y seguro para colocar el equipo de sonido y sus respectivos cables y micrófonos. De preferencia, que no sea un lugar de fácil acceso; así, una vez calibrado, se conservará el volumen y registros necesarios, garantizando una buena sonorización. Conviene, además, que haya un lugar para lavarse las manos, toallas limpias, jabón y espejo para revisar el porte antes de salir, y un reloj con funcionamiento adecuado.

La sacristía mayor debe estar siempre aseada y ordenada, y conservar un clima de oración y silencio.

miércoles, 5 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Sexta Parte)


RETRATO DE UN BUEN SACRISTÁN

Como tal, el sacristán no nace, se hace. No cualquier persona puede ser sacristán, ya que es un ministerio tan importante que requiere de ciertas cualidades, además de ser muy visible y uno de los contactos más significativos de toda la comunidad.

a) Cualidades humanas

Por la estabilidad de su servicio comunitario y por su cercanía a las celebraciones litúrgicas, requiere de cierta madurez, sentido de responsabilidad, puntualidad, espíritu de orden, dedicación, que sea capaz de trabajar con amor y con humor. Para poder tratar a tantas personas requiere, además, de cierta capacidad de relaciones humanas, tales como: Facilidad de comunicación, paciencia, cortesía en su trato, capacidad de trabajar en equipo y equilibrio; debe echar mano constantemente de todas estas cualidades, con el fin de saberse coordinar con los encargados del canto, la liturgia, los sacerdotes, los monaguillos, las personas que van a encargarle cosas o a preguntar horarios, los demás compañeros que no hacen su trabajo como debieran, etc.

Cuando un sacristán mantiene todo en orden y no pierde el humor ni la cabeza aún en los arjetreos de las fiestas más solemnes y demandantes, cualquier persona podría sentirse motivado a celebrar mejor su fe.

b) Cualidades técnicas

Con un poco de esfuerzo y algo de capacitación debe aprender a manejar muy bien los aparatos de iluminación, sonido y clima, tener buen gusto para el arreglo del presbiterio y de los altares, adornos, flores, imágenes, etc. Debe conocer los nombres y usos de los lugares y objetos sagrados, así mismo su conservación. Además, si se encarga de la notaría, debe saber todo lo referente a inscripciones, libros, preparación de los sacramentos, boletas, actas, y un bastante largo etcétera de cosas más (lo ideal sería contar con una persona más que se encargara de estos servicios, pastorales o administrativos).

c) Conocimientos litúrgicos

Con las reformas litúrgicas que se han venido ofreciendo a partir del Concilio Vaticano II, han cambiado no sólo la forma de celebrar los ritos, sino la mentalidad que se tiene al celebrarlos; es preciso que el sacristán tenga mucha sensibilidad litúrgica y espiritual. No basta que sepa ejecutar bien las cosas, sino que sepa por qué se hacen, con qué espíritu, sus características, sus variaciones... todo esto, para poder ser más creativo en su trabajo.

Debe conocer lo que es una celebración litúrgica, sus principales momentos, el espíritu que las rige, las características de los tiempos litúrgicos y sus fiestas; saber qué libros se ocupan, qué libros faltan, dónde se hallan los textos... incluso, con el debido respeto, debe sugerírselos al sacerdote.

Así, evitará vanas distracciones durante las celebraciones litúrgicas, respetando el ritmo de las acciones sagradas. Todo esto supone, claro está, haber tomado algún curso de liturgia, y leer la Instrucción General del Misal Romano (IGMR), y de los demás rituales (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Matrimonio, Exequias, etc.).

d) Calidad laical

El sacristán deberá tener la conciencia de ser un laico cualificado, y por ello buscará vivir en medio de su comunidad compartiendo su vida, teniendo su aceptación, buscando que su vida personal y familiar sea honrada y equilibrada.

Muchas personas, que realmente se encuentran alejadas, pues sólo asisten a ceremonias especiales, se llevarán de la Iglesia la imagen que les deje por aquella ocasión el sacristán...

lunes, 3 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Quinta Parte)


MISIÓN DIFÍCIL

Son varias las razones por las cuales no es fácil ejercer el ministerio de sacristán. Enumeremos sólo cinco:

a) Se le deja solo

La gente, en general, no tiene conciencia de que toda la Iglesia es servidora, a imagen de Cristo, Servidor; ni reconocen los servicios que prestan a la comunidad los ministros de la Pastoral. Aumentemos a esto que algunos sacerdotes en ocasiones tienen demasiada cautela o desconfianza para delegar ministerios, por sus experiencias pasadas, y que creen que funcionan mejor con encargos que pueden considerarse "dueños" del Templo, aunque acaben obrando todo de forma independiente...

No hay mentalidad ni práctica de corresponsabilidad de parte de todos, y de este modo se cargan todas las responsabilidades posibles al sacristán.

b) Se le considera "lejano" o "raro"

Hay una tendencia, en ocasiones inconsciente, a considerar al sacristán como "casi clérigo"; o bien, como una persona que "no alcanza" a realizar los trabajos del común de los demás. Éstos, son dos peligros en los que puede caer el mismo sacristán: Muchas veces su función se reduce al Templo, sin proyección a la comunidad y sin relación al apostolado. Siendo una persona tan visible, sus defectos se hacen muy notorios, y pueden crear una imagen suya falsa ante los demás.

c) Su trabajo es poco deseado

Hay miedo al fracaso, a no saber cumplir con sus deberes, a cansarse incluso antes de realizar el trabajo, a perderse en mil detalles inútiles, a no saber cómo relacionarse con los sacerdotes (y es que en algunas ocasiones "los cambian tan rápido"). Siendo un servicio a la comunidad, no existe un pago adecuado por sus actividades, se confunde con un "apostolado" y por tal motivo en ocasiones se les deja sin las debidas prestaciones laborales, seguro social, etc. En repetidas veces los hemos escuchado, diciendo: "Mucho trabajo... y poca remuneración"...

d) Acarrea riesgos

Un auténtico sacristán es responsable del patrimonio religioso de su comunidad, incluyendo por sobre todo al Santísimo Sacramento. Además, su excesivo trabajo puede hacer que disminuya su atención a su familia y a sus demás trabajos. También corre el peligro de "familiarizarse con lo sagrado", al punto de perder la sensibilidad religiosa o caer en la rutina y olvidar el respeto que la Casa de Dios merece...

e) Es un servidor público

Muchas personas los rechazan porque "es uno de ellos", porque en ocasiones no tienen suficiente formación intelectual, porque debido a su fidelidad no cumple caprichos, porque si ama lo sagrado rechaza lo profano... El sacristán debe luchar a menudo contra muchos malos entendidos, y ser firme ante muchos criterios que pueden exigirle pronto mandato. Tristemente, algunos, debido a tanta presión, terminan por hacerse "tímidos", "enojones" o "miedosos"...

domingo, 2 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Cuarta Parte)


II. MISIÓN DEL SACRISTÁN

Misión Grande

a) Servir a la Casa de Dios y de la Iglesia

El Templo es casa de la comunidad, y tamibén signo de Cristo, de la Iglesia, y de nosotros mismos.

El Templo el Casa de Dios. Ya lo decía el Salmista: "Amo, Señor, la belleza de tu casa, el lugar de asiento de tu gloria" (Sal 26, 84). También lo corrobora el libro primero de las Crónicas: "Mis ojos están abiertos, dice el Señor, y mis oídos atentos, a la oración que se haga en este lugar; pues he elegido y santificado esta casa, para que permanezca en ella mi Nombre para siempre" (1 Cro 7, 15-16). Por eso es muy importante poder servir en la Casa de Dios.

El Templo es, a la vez, signo del cristiano, Templo de Dios. Decía San Pablo: "¿No saben que su cuerpo es Templo del Espíritu Santo?" (1 Co 6, 19). También San Juan: "Si alguno me ama, cumplirá mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Jn 14, 23). Así pues, sirviendo al Templo, el Sacristán manifiesta la dignidad de cada cristiano y de la comunidad, pues ellos son el verdadero Templo donde se adora "en espíritu y en verdad" (Ver Jn 4, 24).

b) Santificarse mediante el trabajo digno

Hay un dicho muy conocido: "El trabajo dignifica y santifica al hombre". Así leemos en San Juan: "Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo" (Jn 5, 17). Así la Carta a los Gálatas: "No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que mientras tengamos la oportuidad hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe" (Gal 6, 9-10). En la Primera Carta a Timoteo: "Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tim 5, 10). En la Carta a los Hebreos: "No es injusto Dios para olvidarse de su trabajo y del amor que han mostrado hacia su Nombre, con los servicios que han prestado y prestan a la Iglesia" (Hb 6, 10).

¡Vale la pena, pues, trabajar con entusiasmo, más todavía cuando es a Dios a quien se tiene por "Patrón"! Así, algún día Él nos podrá decir: "Muy bien, siervo bueno y fiel, entra a formar parte del gozo de tu Señor" (Lc 19, 17).

c) Conservar un ambiente de piedad

Es muy importante también "crear" un ambiente humano y de hogar para quienes se acercan a encontrarse en el Templo con Dios y con sus hermanos. La belleza interior de cada persona se manifiesta por sus acciones, en el trato con los demás, poniendo en cada obra que se emprende armonía, orden, bondad, etc. La Casa de Dios debe mantenerse siempre en buen estado, cuidando los objetos sagrados, procurando su conservación y embellecimiento, para que ayude a elevar al Señor los corazones de quienes las vean y usen. El adorno debe ser signo de amor y de reverencia a Dios, y sugerir al pueblo un sentido de la fiesta que se celebra y de la alegría y piedad que debe abundar en los corazones.

El buen ánimo en el trabajo, la alegría y sencillez, así como el esmero al realizarlo, atraerán también a Dios a las personas. Dice el Evangelio de Mateo: "Y Dios, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 4), no deben buscarse otras motivaciones.

Ya en el Antiguo Testamento, el Salmista rezaba: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor; mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre" (Sal 84, 1-4).