miércoles, 5 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Sexta Parte)
RETRATO DE UN BUEN SACRISTÁN
Como tal, el sacristán no nace, se hace. No cualquier persona puede ser sacristán, ya que es un ministerio tan importante que requiere de ciertas cualidades, además de ser muy visible y uno de los contactos más significativos de toda la comunidad.
a) Cualidades humanas
Por la estabilidad de su servicio comunitario y por su cercanía a las celebraciones litúrgicas, requiere de cierta madurez, sentido de responsabilidad, puntualidad, espíritu de orden, dedicación, que sea capaz de trabajar con amor y con humor. Para poder tratar a tantas personas requiere, además, de cierta capacidad de relaciones humanas, tales como: Facilidad de comunicación, paciencia, cortesía en su trato, capacidad de trabajar en equipo y equilibrio; debe echar mano constantemente de todas estas cualidades, con el fin de saberse coordinar con los encargados del canto, la liturgia, los sacerdotes, los monaguillos, las personas que van a encargarle cosas o a preguntar horarios, los demás compañeros que no hacen su trabajo como debieran, etc.
Cuando un sacristán mantiene todo en orden y no pierde el humor ni la cabeza aún en los arjetreos de las fiestas más solemnes y demandantes, cualquier persona podría sentirse motivado a celebrar mejor su fe.
b) Cualidades técnicas
Con un poco de esfuerzo y algo de capacitación debe aprender a manejar muy bien los aparatos de iluminación, sonido y clima, tener buen gusto para el arreglo del presbiterio y de los altares, adornos, flores, imágenes, etc. Debe conocer los nombres y usos de los lugares y objetos sagrados, así mismo su conservación. Además, si se encarga de la notaría, debe saber todo lo referente a inscripciones, libros, preparación de los sacramentos, boletas, actas, y un bastante largo etcétera de cosas más (lo ideal sería contar con una persona más que se encargara de estos servicios, pastorales o administrativos).
c) Conocimientos litúrgicos
Con las reformas litúrgicas que se han venido ofreciendo a partir del Concilio Vaticano II, han cambiado no sólo la forma de celebrar los ritos, sino la mentalidad que se tiene al celebrarlos; es preciso que el sacristán tenga mucha sensibilidad litúrgica y espiritual. No basta que sepa ejecutar bien las cosas, sino que sepa por qué se hacen, con qué espíritu, sus características, sus variaciones... todo esto, para poder ser más creativo en su trabajo.
Debe conocer lo que es una celebración litúrgica, sus principales momentos, el espíritu que las rige, las características de los tiempos litúrgicos y sus fiestas; saber qué libros se ocupan, qué libros faltan, dónde se hallan los textos... incluso, con el debido respeto, debe sugerírselos al sacerdote.
Así, evitará vanas distracciones durante las celebraciones litúrgicas, respetando el ritmo de las acciones sagradas. Todo esto supone, claro está, haber tomado algún curso de liturgia, y leer la Instrucción General del Misal Romano (IGMR), y de los demás rituales (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Matrimonio, Exequias, etc.).
d) Calidad laical
El sacristán deberá tener la conciencia de ser un laico cualificado, y por ello buscará vivir en medio de su comunidad compartiendo su vida, teniendo su aceptación, buscando que su vida personal y familiar sea honrada y equilibrada.
Muchas personas, que realmente se encuentran alejadas, pues sólo asisten a ceremonias especiales, se llevarán de la Iglesia la imagen que les deje por aquella ocasión el sacristán...
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