domingo, 2 de octubre de 2016

MANUAL DEL SACRISTÁN (Cuarta Parte)


II. MISIÓN DEL SACRISTÁN

Misión Grande

a) Servir a la Casa de Dios y de la Iglesia

El Templo es casa de la comunidad, y tamibén signo de Cristo, de la Iglesia, y de nosotros mismos.

El Templo el Casa de Dios. Ya lo decía el Salmista: "Amo, Señor, la belleza de tu casa, el lugar de asiento de tu gloria" (Sal 26, 84). También lo corrobora el libro primero de las Crónicas: "Mis ojos están abiertos, dice el Señor, y mis oídos atentos, a la oración que se haga en este lugar; pues he elegido y santificado esta casa, para que permanezca en ella mi Nombre para siempre" (1 Cro 7, 15-16). Por eso es muy importante poder servir en la Casa de Dios.

El Templo es, a la vez, signo del cristiano, Templo de Dios. Decía San Pablo: "¿No saben que su cuerpo es Templo del Espíritu Santo?" (1 Co 6, 19). También San Juan: "Si alguno me ama, cumplirá mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Jn 14, 23). Así pues, sirviendo al Templo, el Sacristán manifiesta la dignidad de cada cristiano y de la comunidad, pues ellos son el verdadero Templo donde se adora "en espíritu y en verdad" (Ver Jn 4, 24).

b) Santificarse mediante el trabajo digno

Hay un dicho muy conocido: "El trabajo dignifica y santifica al hombre". Así leemos en San Juan: "Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo" (Jn 5, 17). Así la Carta a los Gálatas: "No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que mientras tengamos la oportuidad hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe" (Gal 6, 9-10). En la Primera Carta a Timoteo: "Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tim 5, 10). En la Carta a los Hebreos: "No es injusto Dios para olvidarse de su trabajo y del amor que han mostrado hacia su Nombre, con los servicios que han prestado y prestan a la Iglesia" (Hb 6, 10).

¡Vale la pena, pues, trabajar con entusiasmo, más todavía cuando es a Dios a quien se tiene por "Patrón"! Así, algún día Él nos podrá decir: "Muy bien, siervo bueno y fiel, entra a formar parte del gozo de tu Señor" (Lc 19, 17).

c) Conservar un ambiente de piedad

Es muy importante también "crear" un ambiente humano y de hogar para quienes se acercan a encontrarse en el Templo con Dios y con sus hermanos. La belleza interior de cada persona se manifiesta por sus acciones, en el trato con los demás, poniendo en cada obra que se emprende armonía, orden, bondad, etc. La Casa de Dios debe mantenerse siempre en buen estado, cuidando los objetos sagrados, procurando su conservación y embellecimiento, para que ayude a elevar al Señor los corazones de quienes las vean y usen. El adorno debe ser signo de amor y de reverencia a Dios, y sugerir al pueblo un sentido de la fiesta que se celebra y de la alegría y piedad que debe abundar en los corazones.

El buen ánimo en el trabajo, la alegría y sencillez, así como el esmero al realizarlo, atraerán también a Dios a las personas. Dice el Evangelio de Mateo: "Y Dios, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 4), no deben buscarse otras motivaciones.

Ya en el Antiguo Testamento, el Salmista rezaba: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor; mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre" (Sal 84, 1-4).

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