A Brenda le gusta mucho ir al
catecismo. Cada sábado, muy puntual, llega hasta la parroquia y espera con gran
entusiasmo los momentos de animación y de oración inicial, que dirige siempre
el Sacerdote de su comunidad.
El Padrecito toca muy bien el
acordeón, por eso todos los niños le hacen rueda y se contagian de la alegría
de aquel Pastor.
Después de unos cuantos cantos
de ambientación, el Sacerdote les pidió a los niños que se quedaran muy
quietecitos y guardaran silencio, porque había llegado el momento de hablar con Dios… El Padre, después de hacer una pequeña monición, invitó a que, de
forma espontánea, tres o cuatro niños hicieran alguna oración…
Primero, un niño pidió para
que hubiera paz en el mundo; luego, otra niña pidió por su abuelito, que hacía
dos años había muerto; finalmente, un niño más pidió por las ánimas del
purgatorio…
Después de pensarlo un
momento, Brenda alzó su mano y el Sacerdote le dijo que podía hacer su
petición: “Yo quiero pedir - dijo -, por usted, Padre, para que siempre nos
siga contagiando de alegría y de un gran amor a Dios”.
El Sacerdote, conmovido, dio
las gracias, y les dijo a los niños que siempre hay que orar, y con mucha confianza. Pedir por los vivos y difuntos es una Obra de Misericordia.
Para terminar, les pidió a
todos que se tomaran de las manos, y juntos cantaron el Padre Nuestro…
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