miércoles, 9 de marzo de 2016

PARA TI, HERMANO SEMINARISTA


El domingo pasado celebramos en la Arquidiócesis de Guadalajara el Día del Seminario.

A esta noble institución le debo mucho de lo que soy y de lo que sé... por ello, me he dado a la tarea de redactar esta pequeña carta, con la intención de que llegue a mano de alguno de los que estarán al frente de nuestras Comunidades.

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Querido Amigo.

Con gran cariño he querido escribirte esta carta. Recíbela, en nombre de Dios.

Sé que tienes muchas otras cosas qué hacer. Sé que tus horarios están muy bien atendidos. Sé que el estudio, el trabajo, y la oración, absorben la mayor parte de tu tiempo. Pero sé, también, que podrás rescatar unos cuantos minutos de tu día para conocer la opinión y las peticiones de un laico que, como muchos otros, tiene muy bien puestos los ojos de su fe en los tuyos, porque si Dios lo quiere, tú serás Sacerdote, y como Cristo, Buen Pastor, servirás en alguna comunidad de la Arquidiócesis.

Yo también fui seminarista y, por pura gracia, conozco muy bien el ambiente en el que tú vives.

Sé que te levantas muy temprano, y sé también que todos los días tienes un tiempo reservado para orar y encontrarte con el Señor en la Eucaristía. Sé que junto a tus compañeros recibes los alimentos, arreglas tu Casa, estudias, trabajas, convives, haces deporte, y te involucras en mil actividades culturales. Sé que de vez en cuando sales a la calle y nos compartes tu fe en apostolados, vacaciones de comunidad, cursos propedéuticos o misiones. Sé que sientes la enorme dicha y la gran responsabilidad de sentirte llamado por Dios, y sé que todos los días buscas corresponder a esa vocación maravillosa de la que todos esperamos con urgencia bendición tras bendición.

Por todo esto, con mucho respeto y atrevida confianza, queriendo llegar hasta lo más profundo de tu alma, con gran veneración te pido:

1. No juegues con tu vocación.- Si descubres que Dios te llama para ser sacerdote, responde como es debido. El Seminario te ofrece todos los medios para lograrlo. ¡Cuentas con tus formadores! ¡Sé muy transparente, y aprende a expresar cualquier duda que tengas acerca de ti o de tu llamado!

2. No niegues tus raíces.- Recuerda quién eres, y sé muy agradecido. Respeta a tus padres, hermanos y amigos. Honra la memoria de tus antepasados. Nunca olvides ni a tu pueblo ni a tu gente. Dios llama a quien quiere... ¡Y se fijó en ti!

3. No persigas honores, ni  fama, ni lujos, ni confort, ni placer.- Si aspiras al Sacerdocio, date cuenta de que irás a donde el Señor te envíe... ¡Confía en que nunca te faltará lo necesario! ¡Dios no olvida sus promesas... siempre las cumple!

4. No te olvides de lo Sagrado.- Jamás dejes de orar. Nunca te olvides de recibir con fe los Sacramentos. No te acostumbres a vivir en las cosas de Dios pero sin Él. Recuerda que se trata de tu Motor, de tu Combustible, de tu Fuerza...

5. No te aproveches de los fieles.- No busques un sin fin de "bienhechores". No multipliques las "Betanias" ni persigas ávidamente a las "viudas con herencias" o a los "ricos con propiedades". El trabajador merece su salario, y nadie que haya dejado padre, madre o posesiones por el Reino se queda sin su recompensa...

6. Aprovecha al máximo tu formación.- Goza cada momento de la jornada. Éntrale con ganas a cualquier cosa que vayas a realizar. Aprende mucho. Capacítate bien.

7. Acuérdate de los que por ti oramos.- De vez en cuando trae a tu memoria a todos aquellos que, sin conocerte, te apoyan: espiritual, económica o moralmente.

Por último, quisiera recordarte que mucha gente está aquí, esperándote, y que independientemente de que llegues o no a ser Sacerdote, anhelamos que nos compartas todo aquello que el Señor te va concediendo en el Seminario.

Que Dios te bendiga...

Oscar Esaú Villafuerte López


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