Ingresó al seminario a los 12 años de edad. Su padre no
estaba de acuerdo en su decisión, pero tal parecía que si Dios había sembrado
esta inquietud en su corazón no habría fuerza terrena que pudiera disuadirlo...
Comenzó su formación, y con honores; al inicio, su padre
tomó el compromiso de pagar las simbólicas mensualidades que el seminario pedía
por la manutención y educación integral de su pupilo.
Pero al cabo de un año, el padre de aquel pequeño
seminarista esperaba impaciente que su hijo declinara en su insistencia por continuar su formación sacerdotal.
Sin embargo, al constatar su tenacidad, quiso
"hacerlo entrar en razón" increpándole cuánto costaban los libros, los
uniformes, los demás útiles escolares y todos los gastos que suponía continuar
el nuevo ciclo escolar.
El seminarista, humildemente, le dijo a su padre:
- Papá, no se preocupe. Dios proveerá.
A lo que su padre, muy indignado, replicó:
- ¡Dios! ¿Cuál Dios? ¿Cómo que "Dios proveerá"?
¡Soy yo quien te está proveyendo!
Y el joven concluyó:
- ¡Papá, Diosito es así: Él de todo y de todos se vale!
* * * * * * * * * *
¡Qué hermoso es confiar en la Providencia Divina!
¡Qué
lindo es sentir que Dios ya está "viendo por" nosotros, y esté
siempre atento a nuestras necesidades aún antes de que nosotros se lo pidamos!
Jesús nos dijo: "No se inquieten pensando qué van a
comer o a beber para subsistir, o con qué vestirán su cuerpo... ya sabe el
Padre Celestial lo que necesitan. Busquen primero el reino de Dios y hacer su
voluntad, y todo lo demás les vendrá por añadidura..." (Ver Mt 6, 25 - 34)
Hagámosle caso... confiemos en su Palabra...
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