Los diccionarios definen la “Misericordia” como “la
disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas”. Y ésta, se
manifiesta ordinariamente en amabilidad, y asistencia al necesitado,
especialmente de perdón y de reconciliación.
La misericordia es mucho más que simple “simpatía”, no se
queda sólo en un sentimiento, conduce a la práctica, se hace vida.
De hecho, en el cristianismo, la misericordia es uno de
los principales atributos divinos. Dice el libro de Daniel:
“Del Señor, nuestro
Dios, es tener MISERICORDIA” (Dan
9, 9).
La misericordia puede considerarse también como un
“sentimiento de pena o de compasión por los que sufren”. Como algo que nos impulsa a ayudar al prójimo o aliviarles en sus múltiples y diversas
necesidades; en determinadas ocasiones, la misericordia incluso puede
traducirse como la virtud que nos impulsa a ser benévolos en el juicio o al
emitir un castigo.
Etimológicamente, “Misericordia” proviene de tres
palabras latinas:
a) Miser (Pobre, miseria, necesidad).
b) Cor, cordis (Corazón).
c) ia (hacia los demás).
La misericordia es, pues, “tener un corazón solidario
ante aquéllos que presentan necesidad”.
Sin embargo, no debemos confundir la misericordia con la
lástima. La lástima es un sentimiento pasajero, incluso aún más pobre que la
compasión.
De la palabra “lástima” no se deriva un adjetivo
aplicable al que la siente, sino al objeto que la provoca. Todo queda “fuera”.
Lo contrario sucede con la palabra “compasión”, de la que se deriva el adjetivo
“compasivo”... Así, son “lastimeros” o “lastimosos” los infortunios, las
enfermedades, el hambre, la persecución o la misma muerte. Pero por otro lado,
son “compasivas” las personas en quienes estos males producen lástima.
En hebreo, “misericordia” se dice ra – jamím. En griego, “éleos”.
El verbo hebreo ra
- jám se define como “sentir o irradiar afecto entrañable”; es decir, ser
compasivo, tener cariño, tratar con dulzura, o sentir una tierna emoción. El
término, de hecho, está estrechamente relacionado con la palabra “matriz”,
refiriéndose también a las “entrañas”, las cuales se ven afectadas cuando se
siente de manera afectuosa y tierna la compasión o la piedad (Ver Is 63, 15 - 16; Jr 3, 11 - 20).
Concluyamos diciendo que cuando vamos más allá del
sentimiento, cuando somos capaces de salir al encuentro de los demás y remediar
sus necesidades, es cuando empezamos a actuar con misericordia…
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