Para mí,
Jerónimo era un joven "valiente"... hijo de madre soltera...
arquitecto de profesión...
Lo conocí desde
niño, estudiamos juntos la primaria y jugábamos en el mismo equipo de fútbol...
yo sabía que el desarrollo de su vida no había sido nada fácil, y también sabía
del cariño tan profundo que siempre le había prodigado a su madre...
Los médicos le
habían diagnosticado a su venerable ancianita un cáncer fulminante y
agresivo... las células dañadas rápidamente se extendieron por todo su cuerpo y
los tratamientos no le auguraban nada bueno... le llaman "medicina
paliativa"... realmente, no había mucho que hacer...
Fue entonces
cuando Jerónimo tomó la decisión más grande e importante de su vida: Renunció a su trabajo,
pidió un préstamo al banco, y se dedicó con todas sus fuerzas y recursos a
cuidar los últimos días de su madre...
Pagó todos los
medicamentos y aprendió los horarios de cada uno de ellos; la llevaba siempre
puntual a sus sesiones de quimioterapias; luego, cuando la enfermedad se tornó
"terriblemente terminal", y cuando su madre ya no podía hacer nada
por sí sola, la bañaba, le daba de comer en su boca, arreglaba la casa, traía
los mandados, cambiaba las sábanas, y recogía con toda su ternura los cabellos
de su madre que tristemente caían día con día...
Trataba de
ignorar los quejidos y lamentos de su viejita... pero también le dolían sus
dolores... pasaba noches enteras sin dormir, y de vez en cuando, lloraba en
silencio...
Una tarde,
cuando su madre estaba dormida, "presa" de los más poderosos
analgésicos, llegó hasta mi puerta, y me pidió un poco de tiempo...
- ¡Claro, pasa!
- le dije - ¿Cómo estás?
- ¡Ay!,
rendido... necesito platicar contigo...
Hablamos de
muchas cosas, pero nunca se quejó de su madre... yo, jamás quise incomodarle
con mi imprudencia, preguntándole por el estado de su ancianita... sin embargo,
estando ya por despedirse, me pidió humildemente que orara por él y por su
mamita enferma...
- ¡Por supuesto,
Jerónimo! ¡Cuenta con ello!
- Muchas
gracias...
Fue entonces
cuando "rompí mi promesa" y le hice una pregunta incómoda, pero una
que encontró la más sensata respuesta de sus labios:
- Jerónimo...
¿Cómo le haces? ¿De dónde sacas tanto Valor?
- No es Valor,
amigo... ¡Se llama Amor!
* * * * * * *
* * *
¿De dónde se
sacan fuerzas para soportar la rutina de todos los días?
¿Cómo le hace
una madre para acostarse siempre al último y levantarse cada día más temprano,
y tener tiempo además para barrer, trapear, lavar la loza, planchar, hacer la
comida, llevar los niños a la escuela, y etcétera, etcétera y etcétera?
¿De dónde se
reciben las energías necesarias para que un padre de familia trabaje en dos o
hasta en tres turnos mal pagados con tal de llevar el sustento a su familia?
¿Cómo es que un
párroco puede celebrar 7 u 8 misas dominicales, y seguir
"fresquecito" para atender a su feligresía?
Sin duda, esta
lista debería ser más larga...
Pero aún cuando
constantemente miramos a nuestro alrededor muchos y muy malos ejemplos,
podríamos pensar que nuestro mundo está lleno de hombres y de mujeres
Valientes...
Pues no... no se
trata de tener Valor... sino de tener AMOR...
No hay comentarios:
Publicar un comentario