domingo, 4 de diciembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Vigésimo segunda Parte)
La Credencia
Es una mesa pequeña, muy útil, donde se colocan las cosas necesarias para la celebración. Hay que evitar que parezca un "pequeño altar", generando duplicidades y confusiones. Su tamaño es mediano, de altura normal, con espacio suficiente para los vasos sagrados, el Misal y los objetos necesarios para la Celebración. Debería cubrirse con un mantel (blanco, o también con los colores propios de la Liturgia).
Se puede colocar (y es lo más conveniente), mirando desde la nave, a la izquierda del Altar, para que los acólitos sirvan al sacerdote desde la derecha. En las Misas presididas por el Obispo, o muy solemnes, se puede requerir de una segunda o hasta de una tercera credencia.
La Nave (Ver IGMR 311 - 313)
La Nave es el espacio destinado al Pueblo; es el sitio donde se reúnen los fieles como asamblea, como comunidad de hermanos que comparten y celebran la fe y la gracia. En ella se expresa la Iglesia con palabras, movimientos y expresiones ordenadas.
Las bancas o asientos se han de acomodar de suerte que el pueblo pueda participar fácilmente y acercarse a comulgar sin dificultad. Desde cualquier ángulo deberían ser perfectamente visibles el Altar, el Ambón y la Sede. Debe haber espacio suficiente para que los fieles se arrodillen y estén de pie. Así mismo, vigilar que el sonido sea el adecuado, de tal suerte que todos los fieles puedan escuchar perfectamente.
Los Ministros y el Coro forman parte de la Asamblea litúrgica, por tanto, su lugar debe estar en comunicación con la nave, igualmente, con fácil acceso a la Comunión.
El Sacristán ha de procurar que los encargados del aseo (si los hay), barran, trapee y sacudan diariamente, o lo más frecuentemente posible.
Algo más que debe revisar es que las bancas estén siempre acomodadas, y que las alcancías o cepos de ofrendas estén en sus lugares y bien asegurados.
Cada semana (quincena o mes), conviene limpiar las manchas de cera y quitar los chicles con una espátula, apoyándose con acetona y pulidor; de igual modo, al menos una vez al año, hay que lustrar las bancas y puertas (todo depende del material con el que hayan sido confeccionadas). También hay que revisar frecuentemente las hincaderas, por si ocupan cambio de tela, vinil o de relleno... tal vez necesiten ajustarse los tornillos de las mismas.
La iluminación, la ventilación y el sonido, son muy importantes para mantener el clima de la celebración. Por tal motivo, hay que prever la mejor forma de acondicionar la luz y el sonido cuando no haya corriente eléctrica (candeleros o lámparas de led distribuídas en la nave, baterías para un amplificador portátil, etc.).
Las estaciones del Vía Crucis no se deben confundir con las cruces de la Dedicación o Consagración del Templo.
Donde haya Misa diaria o sólo dominicales pero con gran afluencia de fieles, lávese unas dos veces por semana la pileta de agua bendita.
La puerta principal nos recuerda que Cristo es "La Puerta para entrar al Reino". Éste debe abrirse a sus horas, y por la persona indicada; la llave no debe "soltarse" a cualquiera.
El "Presantuario" es el espacio libre entre el Presbiterio y las primeras bancas. Los griegos solían llamar a este espacio "solea" o "umbral". Es el lugar propio para el Monitor (Comentador). Conviene que haya una pequeña tarima donde puedan ponerse los bancos o sillas que ocuparán los actores de los sacramentos, así como atriles para el Monitor, el Director de Coro (si lo hay), y otros servicios. Debe ser un lugar digno, que facilite una celebración digna y participativa.
viernes, 2 de diciembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Vigésimo primera Parte)
El Sagrario (Ver IGMR 314 - 317)
El Sagrario es una urna preciosa que resguarda el Santísimo Sacramento, para llevar la comunión a los fieles, los enfermos, los ausentes, y para la adoración. El Sagrario es el corazón vivo de todo el Templo. Debe ser sólido, seguro, inamovible y firme, de modo que no haya peligro arbitrario de ser profanado.
Puede estar o bien en el presbiterio, fuera del altar de la celebración (en la forma y lugar más adecuados), o también en alguna capilla idónea, armónicamente unida a la Iglesia y visible para todos los fieles (Ver IGMR 314 - 315).
No están permitidos los Sagrarios que tienen integrados en sus puertas ostensorios, previstos para la adoración.
El Sacristán debe pedir al Sacerdote (o en su defecto a algún ministro extraordinario de la comunión), que mantenga el interior del Sagrario limpio y seco, que cambie al menos cada quince días el corporal inferior, cuidando que no queden en él partículas tiradas. Igualmente, se debe cuidar que las Formas consagradas se vayan renovando, al menos cada quince días, y que le indiquen si hay mucha Reserva para ya no poner más hostias en las celebraciones. Hay que custodiar la llave del Sagrario, procurar que sea de material noble, en un estuche seguro y digno. La llave no puede dejarse en cualquier sitio ni a la vista del público, conviene tener la combinación en un lugar bien resguardado, evitando todo peligro de profanación. Para prevenir percances de extravío o de urgencia, conviene tener algún duplicado, e igualmente bien custodiado.
Junto al Sagrario (o cerca de él), para indicar la presencia del Señor, arderá permanentemente una lámpara, nunca encima del Sagrario ni delante de su puerta.
Esta lámpara será preferentemente de aceite o de cera; hay que evitar otros combustibles, pues la llama natural significa tanto ofrenda como luz. Debe alumbrar de continuo, aún de noche. Puede tener encima un vaso rojo, o también del color litúrgico en cuestión.
Sobre el Sagrario no se deben colocar imágenes, reliquias, flores, etc.; si acaso, la Cruz. Para preservarlo de polvo e indicar la presencia del Señor, como hemos visto, se puede cubrir con un "conopeo" (en forma de tienda - pabellón o de cortina), blanco, o también del color del tiempo litúrgico.
Ante el Sagrario se hace "genuflexión". Ésta consiste en hincar la rodilla derecha hasta el suelo, inclinando ligeramente la cabeza. Es un acto supremo de reverencia, y expresa real adoración a Jesucristo. Hay algunos sacristanes que practican muy mal este gesto de adoración. A causa de las prisas o por la costumbre de los ires y venires, se degrada este acto de amor... por mucha apuración que se tenga, no se pierde mucho tiempo, y se garantiza un acto muy significativo y religioso.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Vigésima Parte)
El Ambón (Ver IGMR 309)
El Ambón no es un mueble (es decir, un "objeto móvil), sino el lugar de la Proclamación de la Palabra de Dios, signo visible del anuncio de la salvación, lugar de la Presencia del Señor en medio de su Pueblo manifestándole su voluntad. Se debe diseñar en armonía con el Altar (y con la Sede).
En las solemnidades se puede adornar con un velo y / o con una alfombra adecuada.
Debe tener un lugar digno, destacado y fijo, y sus libros (Leccionario o Rituales) también deben apostar por la dignidad. La luz y el sonido que lo complementan deben ser los mejores posibles.
Debe estar situado en un espacio suficientemente amplio, que permita acercarse cómodamente a los ministros que llevan los ciriales y el incensario.
El Cirio Pascual debe colocarse cerca del Ambón durante la cincuentena pascual; luego, puede permanecer durante todo el año litúrgico cerca de la Fuente Bautismal. Desde el Ambón no se dicen las moniciones, no se dirigen los cantos ni se dan los avisos; aún para hacer la oración de los fieles o la homilía, algunos litrugos no lo consideran adecuado.
La Sede (Ver IGMR 310)
No es un asiento utilitario, sino el lugar permanente desde donde se preside la asamblea; es signo de la Jerarquía que actúa permanentemente en la comunidad.
La Sede es única, y debe estar de cara a la comunidad, con fácil comunicación, fija y suficientemente visible para los fieles.
No igualada con otros asientos, ya que la asamblea es única, con un único presidente que actúa en nombre de Cristo, asumiendo en sí el sacerdocio de todos.
Cerca de la Sede pueden ponerse otros asientos para los diáconos. Los acólitos no deberían ocupar esos lugares ni sentarse de cara al pueblo. Aún los concelebrantes no se sientan como "presidiendo".
sábado, 19 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimo novena Parte)
PARTES IMPORTANTES DEL PRESBITERIO
1. El Altar (Ver IGMR 296-308)
El Altar debe ser el "punto de referencia" de todo el Templo, pues en él se realiza el Sacrificio Eucarístico y el Banquete Sagrado. Conviene que esté separado de la pared, para que se pueda girar en torno suyo.
Las dimensiones del mismo varían, en proporción a las del Templo (un Altar demasiado pequeño en un gran Templo ni luce ni dice de lo que ahí se celebra... lo mismo pasa al contrario). En Templos consagrados, vale la pena que sean de piedra y fijos, y deben contener la o las reliquias destinadas para el mismo. También pueden elaborarse en otros materiales, como la madera, y sobre él pueden colocarse motivos eucarísticos.
El Altar no es un púlpito ni un objeto funcional ni un taburete para colocarle ciertas cosas o hasta anuncios. Es símbolo de Cristo, la piedra angular (Ver 1 Co 10, 4; Summa Theologica III, q. 83, a3, ad 5), el "ara" verdadera del único Sacrificio. Por eso, debe ser reverenciado y respetado. Ante el Altar se hace reverencia o inclinación profunda.
Por reverencia al Memorial del Señor, se adorna con un mantel (blanco). Desde el principio, para toda celebración, el mantel debe estar colocado; tener el altar "desnudo" sólo aplica el Viernes Santo (como signo de duelo por la muerte del Señor).
Como adelantamos, el mantel debe ser blanco (IGMR 117. 334), es toda una tradición en la Iglesia Católica de Occidente.
Auque en algunas comunidades suelen usarse manteles de colores litúrgicos (rojo, verde, morado, rosa, negro y blanco), debería evitarse este uso, en razón de las disposiciones oficiales de la Introducción General del Misal Romano, antes citadas. Tampoco deben colocarse sobre el Altar plásticos, vidrios o micas, para evitar que se manche de cera o para colocarles debajo las intenciones o avisos parroquiales.
La credencia es la mesa donde se colocan los objetos sagrados para la Celebración, es ésta el lugar más adecuado para poner las cosas, no sobre el Altar. El micrófono, el atril, o los papeles, no deberían colocarse sobre él; tampoco es un "afiche de mensajes" o un "exhibidor de carteles".
Cerca del Altar se colocará un Crucifijo, que haga ver la relación de la Eucaristía con el Sacrificio de la Cruz. La IGMR, en su número 308, aclara: "Igualmente, sobre el Altar o cerca de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado".
Después de las Celebraciones se debe colocar encima un "cubre mantel", para protegerlo y mantenerlo limpio. Se puede sacudir antes de cada celebración con un plumero o con un cepillo fino de ropa...
viernes, 18 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimo octava Parte)
Las dos grandes partes del Templo:
a) El Presbiterio (Ver IGMR 295)
Es el lugar del Presbítero, del Sacerdote, del Presidente de la Asamblea. Sería conveniente que tuviera un nivel superior al de la nave, si no es posible, al menos una alfombra de color serio y elegante debería cubrir al menos la tarima del altar. Podría contener repisas y bases para acomodar las flores.
En cuanto a éstas (las flores), deberían ser naturales, pues su aroma armoniza mejor con quien es "la flor de los campos y el lirio de los valles" (Ver Cant 2, 1), y quien "exhala el perfume de las virtudes" (2 Co 2, 15-16).
Durante la Cuaresma se prohíbe el uso de las flores (Ver IGMR 305); en las celebraciones de difuntos pueden omitirse; durante el tiempo de Adviento deben ser pocas, para contrastar con la alegría de la Navidad y su especial adorno. Como regla general, hay que procurar siempre que los adornos no distraigan del altar o de la celebración.
Afortunadamente, ha aumentado el número de decoradores profesionales, quienes pueden hacer unos buenos arreglos florales para las grandes ocasiones. No descartamos que el propio sacristán sea quien compre y arregle los floreros.
El presbiterio se debe limpiar, barrer, trapear y sacudir todos los días. Sus paredes, imágenes, candeleros y alfombras conviene que se sacudan y limpien cada ocho días. Cuidar que las flores se cambien cuando sea necesario, y el agua diariamente, para que no se pudra.
lunes, 14 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimo séptima Parte)
1. El Templo
El edificio material es signo del verdadero Templo de Dios, que es Cristo (Ver Jn 2, 19-21), y de nosotros, personalmente y como Iglesia (1 Co 3, 16-17; Ef 2, 21). Además, es Casa de Dios, por la presencia del Santísimo Sacramento en el Sagrario, y las varias presencias de Cristo durante la celebración (en su Palabra, en el Celebrante, en la Asamblea, en las Especies Consagradas, etc.).
Por eso, hay ciertos signos de respeto que se deben cuidar: Presentarse aseado (de cuerpo y también de alma), tener espíritu de oración y gran sentido de lo sagrado, vestir de modo digno, etc. Así, cualquier persona, sea creyente o no, podrá descubrir que en ese Templo se alaba al verdadero Dios.
El sacristán no debe andar con pantalones cortos (short), pants, camisetas sin mangas, o con cualquier traje o vestido que desdiga el decoro del Templo y de la Celebración. Si cuidamos tanto nuestra presentación en eventos sociales... ¿Por qué no hacerlo en nuestra audiencia con el Señor?
No debe hablar en voz alta dentro del Templo, sino discretamente, para conservar un auténtico ambiente de oración y no estorbar a quienes desean hacerlo. No se deben arreglar asuntos personales allí, hay otros espacios donde se puede convivir y hacer tratos.
Evitar posturas inconvenientes, aunque esté a solar: cruzar la pierna, fumar, escuchar o cantar música indigna, correr o jugar, comer o tomar bebidas embriagantes, curiosear, etc.
Tras cada celebración, hay que revisar que el lugar esté aseado, pues no ayuda al encuentro con Dios un Templo sucio y desagradable. Desgraciadamente muchas familias no alcanzan a distinguir entre la Casa de Dios y un lugar de recreo o paseo, por tal motivo no faltan los biberones derramados, los pañuelos desechables usados, las bolsas de botanas tiradas, etc.
Finalmente, hay que cuidar el "escenario de la celebración", es decir "los polos" de la misma.
viernes, 11 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimo sexta Parte)
VI. MANTENER EN ORDEN Y EN BUEN ESTADO LOS LOCALES Y OBJETOS
El Templo es signo de la comunidad, y el sacristán es el responsable de hacer que el signo sea expresivo y genere devoción y compromiso. Por eso, el mantenimiento y el cuidado del inmueble y los muebles que resguarda está entre sus principales preocupaciones.
Se han de limpiar y sacudir el ambón, la sede, el área del sagrario, y las alfombras, de preferencia antes de cada celebración. Si es el caso, debe vigilarse que los encargados de aseo barran, trapeen y sacudan, y que las bancas estén bien acomodadas, limpias, y en general todo en su sitio.
Para las grandes ocasiones (Pascua, Navidad, Fiestas Patronales o Visita Pastoral), hay que limpiar las paredes, las imágenes, los candeleros, y también lustrar las bancas y las demás cosas de madera, incluyendo las puertas. Constantemente hay que limpiar la cera del piso y los siempre tan comunes chicles pegados en las hincaderas o debajo de las bancas. Ya hemos hablado de acomodar todo lo que se usó en su lugar correspondiente en la sacristía o bodega.
Lo que no se use (como cortinas, telas varias, cuadros, etc.), hay que preguntar a los sacerdotes qué acomodo o qué fin se les debe asignar.
Antes de que se venga el tiempo de aguas se deben limpiar las azoteas de toda basura, lecherear o impermeabilizar, y si es preciso arreglar toda humedad. También hay que regar los jardínes o árboles, limpiar sus cajetes, y tener cuidado con las podas necesarias.
Nota: No es necesario que el sacristán efectúe todos estos menesteres, pero sí que coordine y se encargue de que todo esto se haga.
sábado, 5 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Decimoquinta Parte)
4. Vasos Sagrados
a) Cálices
El Cáliz debe ser un vaso bello, digno de ser ofrecido, y expresión de la majestad del Sacrificio de Cristo, reservado exclusivamente para la Eucaristía.
Debe hacerse de material digno y especialmente valioso. No de un material absorbente o que fácilmente se deteriore: El cristal y la cerámica son rompibles; la madera o el barro expresarían poca estima.
No deben usarse vasos comunes; ni formas de jarras o platones. Procurar que se distingan de una copa o de un plato común.
Conviene dorarlas, al menos hacia el interior de la copa; tiene sus ventajas: limpieza y salud.
El Cáliz pierde su consagración si se inutilizó, si la copa se separó, se perforó, se le dio un uso profano, o si se ofreció en venta pública (aunque no se haya logrado vender).
b) Patenas
Ordinariamente forman un "todo" con el Cáliz, pues conservan el mismo material, color, adornos y medidas de su par. También pueden usarse otras patenas, de material digno y que cumplan la función de recibir la Hostia (o las hostias), durante la Celebración Eucarística.
c) Copones
El Copón se usa donde hay bastante participación de fieles para la Comunión y se requiere de mucha Reserva. Son copas grandes con tapa para repartir y resguardar la Sagrada Comunión, dentro y fuera de la Misa. Su material debe ser igual o muy parecido al del Cáliz: marfil, madera noble, cobre dorado; no plomo ni cristal. También puede tener la forma de cestillo o platón.
No es muy común, pero puede también cubrirse con un lienzo apropiado: Recibe el nombre de "Muceta".
d) Relicarios
Los recipientes que se usan para llevar el Santísimo Sacramento a los enfermos tienen la misma dignidad que el Copón. Deben cerrarse con seguridad y purificarse con cierta facilidad. Se pueden guardar en una bolsa pequeña con seda, provista de un cordón, de tal suerte que pueda colgarse al cuello del Ministro.
Conviene también que se envuelva en un purificador.
e) Custodias
La Custodia se usa para la exposición Eucarística.
Debe ser de un material digno. La forma más común de su confección es la de un Sol (con rayos).
La "lúnula" o "viril" se usa para sostener la Sagrada Forma, dentro de la Custodia.
Cuando la Hostia Sagrada va a resguardarse en el Sagrario, el Viril se puede colocar dentro de un "Ostensorio", o bien, resguardarse adecuadamente.
martes, 1 de noviembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimocuarta Parte)
3. Los lienzos
a) Manteles
Los manteles se usan al menos desde principios del Siglo II, y presentan al altar como la Mesa del Banquete Eucarístico.
Pueden ser de cualquier tela, pero blancos (Ver IGMR 117. 304).
Pueden o no tener adornos, y requieren de una bendición especial antes de colocarse.
El mantel da presentación digna al altar, por eso debe estar limpio, simétrico, planchado, y muy bien colocado. No debe sujetarse con aros o listones de tela, madera o metal.
No conviene cubrirlo, de ordinario, con ciertas áreas de vidrio o acrílicos. Al terminar la Celebración, se puede poner un sobremantel de tela o plástico (en algunas comunidades se utilizan sobremanteles con los colores litúrgicos).
b) Los Corporales
Son lienzos cuadrados, sobre los que descansa el Cuerpo de Cristo durante la Santa Misa y / o la Adoración Eucarística.
De preferencia, deben ser de lino blanco y sin bordados (aunque pueden tener encajes angostos en sus orillas).
Antiguamente, cubrían toda la mesa del altar. Hoy, conviene que tengan unos 40 o 50 centímetros por lado, y pueden almidonarse sin hacerlos muy tiesos.
Se pliegan en nueve secciones, de suerte que, al desplegarse, pueda trazarse en medio el signo de la Cruz. Al doblarse, se hace todo hacia el interior, de modo que pudiera recoger fragmentos del Cuerpo de Cristo accidentalmente caídos; nunca debe sacudirse, ni girarse hacia afuera.
c) Palias
Son piezas cuadradas de lino que se utilizan para cubrir opcionalmente el cáliz. Deben coserse y descoserse para lavarse, o reponer el cartón recamado que cubre su parte superior. Conviene que tengan un adorno que motive la piedad (una cruz, o signos eucarísticos). Algunos, incluso, ostentan los colores litúrgicos.
d) Purificadores
Con ellos se seca el cáliz, los dedos y la boca del Celebrante. Los purificadores suelen ser de lino blanco, o de una tela suficientemente absorbendte y delgada; de preferencia, con una medida de 20 x 30 centímetros, o de 30 x 40, pues al lavarse con frecuencia, se desgastan.
Conviene bordarles una cruz al centro, para no confundirlos con los manutergios. Se pliegan a lo largo en 3 partes, y luego por mitad. No deben hacerse de material sintético, o no absorbente. Tampoco deben almidonarse.
e) Manutergios
Son toallas pequeñas, muy útiles para secar las manos del sacerdote (o de los ministros) durante la Eucaristía. No existe una norma específica sobre su material o color. Si son blancos, no deben colocarse en el mismo lugar que los purificadores.
lunes, 24 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Decimotercera Parte)
b) Las Campanillas
Se utilizar para invitar al recogimiento y la oración, advertir el momento de la Consagración, y expresar el júbilo religioso por la presencia del Señor. Conviene tener series de diverso sonido para las procesiones eucarísticas (esto se consigue fácilmente usando campanillas de diverso tamaño y / o material), sobretodo en la de Corpus, o durante el Gloria de la "Misa de Gallo" en Navidad, o de la Vigilia Pascual.
Hay que comprobar que el sonido no llegue a turbar la oración o molestar los oídos de los participantes; no es muy conveniente tener una campana bastante grande para dar un toque a la hora de la "epíclesis", la Consagración, las Procesiones o la Bendición Eucarística, a menos que el templo sea muy grande y lo justifique.
c) Vinajeras
Los recipientes para contener el vino y el agua deber ser de vidrio, y de una capacidad regular. No deben ser de latón o cobre, pues crean sarro y producen óxido con el ácido del vino.
d) Crucifijos e imágenes
El Crucifijo, después del altar, del ambón y del Sagrario, es el principal objeto del presbiterio.
Nos recuerda que en el altar se ofrece el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario. No debe ser una Cruz sin Cristo, ni un Cristo sin cruz.
En la medida de lo posible deben evitarse otras imágenes, pues aunque sean bellas no persiguen el objetivo de provocar devociones personales. Por su colocación y visibilidad debe apreciarse su relación directa al altar.
Debe ser suficientemente grande, de preferencia fijo, para evitar movimientos que distraigan.
En cuanto a las imágenes, se prefieren las del Titular de los Templos. Antes de colocarse, deben bendecirse. Procurar que sean dignas, y de preferencia pocas. No existen normas acerca de su estilo o material.
Lo que sí debe garantizarse es que no sean "raras" ni desacostumbradas (por su advocación, forma, indumentaria, o puedan conducir a errores teológicos o doctrinales innecesarios). Tampoco se deben quitar todas las imágenes, pues los Santos son para todos un ejemplo a seguir, y tener alguna imagen facilita una buena oportunidad para venerarlos.
No debe haber dos imágenes del mismo Santo o de la misma advocación de la Virgen María en el Templo (esto acarrea frecuentes preguntas innecesarias y absurdas). No se deben exponer las imágenes de los siervos de Dios, aún sin beatificar...
Como norma general: Hay que saber que tanto las imágenes como los demás objetos litúrgicos, vestiduras y vasos sagrados, pierden la bendición si decaen en su forma primitiva, si ya no son aptos para su uso, si se deshacen, si tuvieron usos indecorosos, o fueron expuestos a venta pública. Si no se rehacen, se queman; sus cenizas deben ser puestas en la piscina o sepultarse; nunca deben darle uso profano...
sábado, 22 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimosegunda Parte)
2. Objetos litúrgicos
a) Las velas
La luz en el altar es símbolo de la luz eterna, de la presencia de Dios en medio de su pueblo, y de alegre festejo por la obra salvadora del Señor.
Las velas deber ser de cera.
No deberían ser artificiales (electrónicas, por ejemplo), ni de parafina (se acabarían demasiado rápido), ni veladoras (a éstas se les dan otros usos).
Otras materias servirán para iluminar el Templo (lámparas, focos "ahorradores", lámparas de led, etc.), pero no para ser signos del altar. La Iglesia quiere excluir, en la medida de lo posible, toda inmundicia de sus celebraciones, y por eso anima a usar los dos combustibles más puros que están a nuestro alcance: para las velas, la cera de abeja virgen; para la lámpara del santísimo, el aceite de oliva.
Conviene poner las velas cerca del altar, en forma simétrica, aunque dependa de la forma y estructura del lugar del lugar su acomodo. Conviene ponerles un capitel, del grosor de la misma, para evitar que la cera caiga, manche los candelabros, o dé un mal aspecto. Cuando haya corrientes de aire, pueden colocárseles protectores de cristal transparente (tipo "bombillas"), las cuales deben ser limpiadas regularmente.
Se usan dos velas en los días ordinarios de feria y las memorias; hay quiénes usan cuatro en las fiestas y domingos ordinarios; seis en las solemnidades, los domingos de los tiempos fuertes (Navidad y Pascua), y en otras celebraciones especiales (como la fiesta Patronal); y siete cuando la Misa es presidida por el Obispo Diocesano.
Las velas se encienden con una candela (una vela más pequeña); es más digno que usar directamente cerillos o un encendedor. Esta velita puede sujetarse a una varilla curvada, ligeramente en su extremo, para encender las velas más altas y / o el cirio pascual. Para encender las velas se hace reverencia al altar, o genuflexión (hincar la rodilla derecha) si al centro se encuentra el Santísimo. Un orden adecuado para comenzar a encenderlas podría ser: primero las del lado derecho, luego las del izquierdo, sin estirarse sobre el altar ni sobre las velas ya encendidas, del interior hacia el exterior. Para apagarlas, empezar por el lado izquierdo, y del exterior hacia el interior.
También puede procurarse de un "capuchón" (apagavelas), que puede estar fijo a un mástil curvado en su extremo, para apagar las velas. No se trata de oprimir, sino sólo de sofocar la llama. Debe comprobarse siempre que no se haya dejado encendido el cirio pascual...
miércoles, 19 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décimoprimera Parte)
MATERIA DE LOS SACRAMENTOS (Segunda Parte)
c) El agua
Siempre debe usarse agua natural y potable, que no sea producto de destilación ni haya sido gasificada o mineralizada.
Hoy se facilita, usando el agua embotellada, ya que ésta cumple todos los requisitos. Para los bautismos puede usarse el agua común de un grifo.
d) Incienso
El uso del incienso simboliza la oración, el sacrificio y la reverencia. De preferencia, debe buscarse que sea un incienso puro ("goma olibanum"), de aroma suave o con muy poco aditivo (mirra, bálsamo, cáscara de naranja, canela, etc.).
Se puede usar en todas las Celebraciones (rito de entrada, Evangelio, Ofrendas y Consagración). Obliga su uso en la exposición eucarística solemne, en la dedicación de los Templos, y puede también usarse en la despedida del cadáver en las exequias.
Conviene en las procesiones litúrgicas, así como en el rezo solemne de las Laudes y Vísperas. De costumbre, debe usarse carbón natural; sólo excepcionalmente pueden usarse las pastillas de carbón.
e) Santos Óleos
En el Presbiterio hay un lugar propio, como Sagrario, para resguardarlos. No se enciende lámpara delante de ellos, ya que no se trata de presencia Eucarística. Cada año deben renovarse con los óleos bendecidos por el Obispo Diocesano durante la misa crismal del Jueves Santo (en casos excepcionales puede hacerse algún otro día de la Semana Santa).
El aceite restante puede retirarse con algodones y quemarse, evitando cualquier sacrilegio.
Las crismeras ministeriales (para uso de los sacerdotes), conviene que tengan suficientes óleos, del año, con algodón, y en un lugar seguro.
Cuando se vayan a renovar, las ánforas deben hervirse y limpiarse con limón o con alcohol.
martes, 18 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Décima Parte)
MATERIA DE LOS SACRAMENTOS (Primera Parte)
a) El Pan
Las hostias (del latín, "víctima"), se hacen con harina de trigo, sin levadura, amasadas con agua pura, sin colorantes ni azúcar, ni sal, ni manteca, ni miel, etc. Se prefiere la forma redonda, como signo de unidad y perfección. Decía San Gregorio Magno que "la hostia es la corona de la oblación del universo" (Diálogos, IV, 54).
Las personas que las hacen las confeccionan en oración; igualmente, cuando deben recortarse para adaptarse al viril de la custodia, debe hacerse en un ambiente de sana espiritualidad... ¡Es la materia para la Eucaristía! De ordinario, se les graba algún símbolo Eucarístico, y se dejan en las más grandes algunas marcas para que puedan fraccionarse.
Las normas actuales piden, de preferencia, que sea una sola hosita para la comunión del presidente y varias para los fieles: La grande para el ministro, las chicas para los fieles. La hostia grande puede tener unos 15 o 20 centímetros de diámetro; la chica, de 4 a 6 centímetros.
Deben usarse siempre las recientemente hechas, para evitar corrupción o endurecimiento. Por lo tanto, no deben dejarse en reserva más de 20 días (un mes es ya demasiado).
No es conveniente dar a los niños que aún no han hecho su primera comunión una hostia después de la Misa a modo de "consuelo", pues se corre el riesgo de desvirtuar su auténtico significado; es mejor ofrecerles pan de las ofrendas, o "recortes" de hostias...
b) El vino
El vino debe ser puro, de uva, blanco o tinto, pero naturalmente fermentado, no mosto. Algunos ministros previeren el vino blanco, como signo de pureza y porque es más fácil de limpiar; otros, prefieren el tinto, por su color semejante a la sangre, y porque se puede distinguir mejor del agua al servirlo... Las razones son a elección.
Se pide que la botella tenga impresa la copia de un documento donde conste la explícita autorización eclesiástica para su uso en la Eucaristía, y que el porcentaje de alcohol natural no sobrepase los 8%.
El vino debe conservarse en un lugar fresco y seguro. Si ya está avinagrado, no debe usarse. El que sobra en las vinajeras tampoco debe regresarse a la botella o garrafa contenedora. Es mejor vaciar en las vinajeras sólo el que se crea que va a utilizarse durante las Celebraciones...
viernes, 14 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Novena Parte)
V. PREPARAR LO NECESARIO PARA LAS CELEBRACIONES
La función del sacristán gira en torno a tener dispuesto y a tiempo todo lo que sea necesario para la Celebración: incienso, misal, vinajeras, cáliz, hostias, vestiduras sagradas, etc.; mantener limpios los candeleros, los floreros, los vasos sagrados, los manteles, etc.; tener velas siempre disponibles y agua bendita de reserva, así como carbón, cuaderno y pluma; encender las velas y disponer de todo lo necesario en el presbiterio: manteles para el altar, Leccionario para el ambón, sillas donde se necesiten, flores frescas y adornos, etc.
Recordemos: Lo más práctico no siempre es lo más fácil, sino lo que logre mejor su finalidad, aunque cueste más trabajo o lleve más tiempo realizarlo. Se debe procurar que los signos sean verdaderos, no fingidos ni superficiales. Por ejemplo: Preferir las flores naturales a las artificiales, las velas o lámparas auténticas a las eléctricas, etc., tratando siempre estas cosas con sencillez y con respeto, pues se trata de cosas sagradas. La Celebración es un momento cumbre y fuente de toda la vida cristiana y apostólica, por eso hay que darle mucha importancia también a la puntualidad.
Sobre todo para los tiempos fuertes (Cuaresma, Pascua, Adviento y Navidad), o las fiestas principales del lugar (Virgen de Guadalupe, Fiestas Patronales, etc.), debe estar preparado todo con tiempo, para prever todo lo que se necesite...
jueves, 13 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Octava Parte)
b) La Sacristía de Trabajo
La Sacristía de Trabajo sirve como pequeña bodega y área de preparación de cosas. Puede servir también como habitación para que los acólitos, los ministros y el coro se revistan. Incluso puede tener una "guardería de zapatos" (para evitar el uso de tenis, sandalias, huaraches y tener el calzado aseado).
Requiere de una mesa para colocar las cosas que se preparan. Además, un brasero para encender el carbón, el soporte del incensario y la naveta, la cruz alta y los ciriales con sus bases correspondientes, así como los candeleros y candelabros.
Allí, se pueden guardar las pulidoras, aspiradoras, o los demás materiales de limpieza; los repuestos para las velas, el carbón y el ocote; también la base del Cirio Pascual, las palmas benditas, las imágenes del nacimiento y los adornos propios de otras fiestas litúrgicas, los motivos más delicados para las procesiones, las banderas y estandartes, las astas del varipalio; cortinas, alfombras, floreros, velas, escaleras, gradines, ornatos, etc.
Se debe contar con un acomodo apropiado y el mobiliario debe favorecer el trabajo y el orden.
El sacristán debe barrer, trapear y sacudir diariamente ambas sacristías, y después de usar cualquier cosa, debe acomodarla nuevamente en su lugar correspondiente.
Lo que no se ocupe de cortinas, candeleros, floreros, telas, cuadros, alfombras, etc., deben llevarse a una bodega y conservarse adecuadamente. Nunca es conveniente guardar lo que ya no sirve, pues de lo contrario, se almacenaría basura y se correrían riesgos de albergar animales o provocar estancamientos. Mantener el orden es uno de los retos más constantes del buen sacristán.
Cuando se obtengan vestiduras litúrgicas nuevas, debe avisarse al Sacerdote para que se bendigan. Requieren una bendición especial (a modo de expiación), los ornamentos que sufrieron tales cambios o lesiones que dejaron ya de ser aptos para la liturgia. Si se emplearon en usos indecorosos, o si fueron expuestos a venta pública, debe juzgarse su ideneidad. Los que, aún con pena, dejaron ya de ser útiles, deben quemarse y tirar sus cenizas en la piscina (derrame a tierra), o enterrarlas para que no sean pisadas. No deben usarse para adornar habitaciones ni para usos profanos o deshonrosos...
jueves, 6 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Séptima Parte)
CUIDAR Y ATENDER LA SACRISTÍA
La sacristía posee una dignidad especial, por ser como la "antesala" del lugar más sagrado. Precisamente eso significa su nombre: "Sacristía" = "Cercano a lo Sagrado".
Es el lugar destinado para guardar los objetos y vestiduras sagradas, y donde ordinariamente se revisten los Ministros. También es el lugar donde por excelencia desarrolla su misión el sacristán.
Según la tradición romana, pueden existir dos sacristías: La "sacristía mayor", y la "sacristía de trabajo".
Ls sacristía mayor es como una capilla cercana al presbiterio, incluso cuenta con un altar y un crucifijo, en la cual se debe guardar la debida reverencia y silencio. La sacristía de trabajo es la sala donde se realizan las demás funciones de preparación a las celebraciones.
a) La sacristía mayor
La sacristía mayor requiere atención "de capilla". Debe tener un crucifijo (o una imagen sagrada que inspire devoción), en un lugar central y perfectamente visible. Puede contar, además, con una pileta de agua bendita, para poder signarse al entrar o salir, recordando el propio bautismo.
También existen algunas con "piscina" o un pequeño lavabo con desagüe a tierra para el agua de las purificaciones de vasos sagrados y purificadores, y con una campanilla pequeña para indicar el momento de salir, o para pedir silencio antes o después de las celebraciones.
Debe contar con una mesa o repisa para revestirse; algún taburete adecuado para preparar el cáliz, un pequeño armario para los corporales, purificadores, palias y purificadores que necesiten limpieza. Debe tener al alcance la "Agenda Litúrgica" o el calendario con las indicaciones sobre las fiestas propias, la libreta o las tarjetas con las intenciones... Algunas suelen contar con los cuadros y el nombre del Santo Titular y del Obispo Diocesano, los Sacerdotes Párrocos, o las oraciones de preparación y acción de gracias para antes o después de las celebraciones. Todo esto puede realizarse en una gran cómoda central...
Se requiere, además, de un closet o armario de seguridad, para guardar mejor las cosas que tienen cierto valor. Es muy importante señalar que los objetos que se usan frecuentemente deben guardarse a parte de los que raramente se necesitan.
En los cajones de la gran cómoda se deben guardar los ornamentos, es decir, los lienzos o vestiduras sagradas preciosas o bordadas. Es mejor tenerlas extendidas que dobladas. Las capas pluviales y las casullas pesadas no deben colgarse, se rompen, se rasgan y vencen los ganchos. Entre cada una de éstas se puede colocar una tela ligera, evitando incidentes ocasionales.
En el closet se deben colgar las casullas y albas de uso ordinario. De preferencia, hay que acomodarlas por tallas, o por color, poniendo si es preciso, breves indicaciones en las perchas que las sostienen. También deben guardarse (de preferencia separadas), las sotanas, cotas, estolones, y vestiduras de los acólitos y demás ministros.
En armario seguro se guardan, como en caja fuerte, los cálices, copones, patenas, llave del Sagrario, crismeras, relicarios, y todo lo que requiera especial seguridad. Puede haber otro espacio para purificadores y corporales limpios y sucios, manutergios, cerillos, mechas para la lámpara del Santísimo, vinajeras, hostias y vino de consagrar... También podría contener una estantería para entronizar la Palabra de Dios, así como para guardar adecuadamente el Evangeliario, los Leccionarios y Misales, los Rituales y demás libros.
Incluso, puede reservarse un lugar especial y seguro para colocar el equipo de sonido y sus respectivos cables y micrófonos. De preferencia, que no sea un lugar de fácil acceso; así, una vez calibrado, se conservará el volumen y registros necesarios, garantizando una buena sonorización. Conviene, además, que haya un lugar para lavarse las manos, toallas limpias, jabón y espejo para revisar el porte antes de salir, y un reloj con funcionamiento adecuado.
La sacristía mayor debe estar siempre aseada y ordenada, y conservar un clima de oración y silencio.
miércoles, 5 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Sexta Parte)
RETRATO DE UN BUEN SACRISTÁN
Como tal, el sacristán no nace, se hace. No cualquier persona puede ser sacristán, ya que es un ministerio tan importante que requiere de ciertas cualidades, además de ser muy visible y uno de los contactos más significativos de toda la comunidad.
a) Cualidades humanas
Por la estabilidad de su servicio comunitario y por su cercanía a las celebraciones litúrgicas, requiere de cierta madurez, sentido de responsabilidad, puntualidad, espíritu de orden, dedicación, que sea capaz de trabajar con amor y con humor. Para poder tratar a tantas personas requiere, además, de cierta capacidad de relaciones humanas, tales como: Facilidad de comunicación, paciencia, cortesía en su trato, capacidad de trabajar en equipo y equilibrio; debe echar mano constantemente de todas estas cualidades, con el fin de saberse coordinar con los encargados del canto, la liturgia, los sacerdotes, los monaguillos, las personas que van a encargarle cosas o a preguntar horarios, los demás compañeros que no hacen su trabajo como debieran, etc.
Cuando un sacristán mantiene todo en orden y no pierde el humor ni la cabeza aún en los arjetreos de las fiestas más solemnes y demandantes, cualquier persona podría sentirse motivado a celebrar mejor su fe.
b) Cualidades técnicas
Con un poco de esfuerzo y algo de capacitación debe aprender a manejar muy bien los aparatos de iluminación, sonido y clima, tener buen gusto para el arreglo del presbiterio y de los altares, adornos, flores, imágenes, etc. Debe conocer los nombres y usos de los lugares y objetos sagrados, así mismo su conservación. Además, si se encarga de la notaría, debe saber todo lo referente a inscripciones, libros, preparación de los sacramentos, boletas, actas, y un bastante largo etcétera de cosas más (lo ideal sería contar con una persona más que se encargara de estos servicios, pastorales o administrativos).
c) Conocimientos litúrgicos
Con las reformas litúrgicas que se han venido ofreciendo a partir del Concilio Vaticano II, han cambiado no sólo la forma de celebrar los ritos, sino la mentalidad que se tiene al celebrarlos; es preciso que el sacristán tenga mucha sensibilidad litúrgica y espiritual. No basta que sepa ejecutar bien las cosas, sino que sepa por qué se hacen, con qué espíritu, sus características, sus variaciones... todo esto, para poder ser más creativo en su trabajo.
Debe conocer lo que es una celebración litúrgica, sus principales momentos, el espíritu que las rige, las características de los tiempos litúrgicos y sus fiestas; saber qué libros se ocupan, qué libros faltan, dónde se hallan los textos... incluso, con el debido respeto, debe sugerírselos al sacerdote.
Así, evitará vanas distracciones durante las celebraciones litúrgicas, respetando el ritmo de las acciones sagradas. Todo esto supone, claro está, haber tomado algún curso de liturgia, y leer la Instrucción General del Misal Romano (IGMR), y de los demás rituales (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Matrimonio, Exequias, etc.).
d) Calidad laical
El sacristán deberá tener la conciencia de ser un laico cualificado, y por ello buscará vivir en medio de su comunidad compartiendo su vida, teniendo su aceptación, buscando que su vida personal y familiar sea honrada y equilibrada.
Muchas personas, que realmente se encuentran alejadas, pues sólo asisten a ceremonias especiales, se llevarán de la Iglesia la imagen que les deje por aquella ocasión el sacristán...
lunes, 3 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Quinta Parte)
MISIÓN DIFÍCIL
Son varias las razones por las cuales no es fácil ejercer el ministerio de sacristán. Enumeremos sólo cinco:
a) Se le deja solo
La gente, en general, no tiene conciencia de que toda la Iglesia es servidora, a imagen de Cristo, Servidor; ni reconocen los servicios que prestan a la comunidad los ministros de la Pastoral. Aumentemos a esto que algunos sacerdotes en ocasiones tienen demasiada cautela o desconfianza para delegar ministerios, por sus experiencias pasadas, y que creen que funcionan mejor con encargos que pueden considerarse "dueños" del Templo, aunque acaben obrando todo de forma independiente...
No hay mentalidad ni práctica de corresponsabilidad de parte de todos, y de este modo se cargan todas las responsabilidades posibles al sacristán.
b) Se le considera "lejano" o "raro"
Hay una tendencia, en ocasiones inconsciente, a considerar al sacristán como "casi clérigo"; o bien, como una persona que "no alcanza" a realizar los trabajos del común de los demás. Éstos, son dos peligros en los que puede caer el mismo sacristán: Muchas veces su función se reduce al Templo, sin proyección a la comunidad y sin relación al apostolado. Siendo una persona tan visible, sus defectos se hacen muy notorios, y pueden crear una imagen suya falsa ante los demás.
c) Su trabajo es poco deseado
Hay miedo al fracaso, a no saber cumplir con sus deberes, a cansarse incluso antes de realizar el trabajo, a perderse en mil detalles inútiles, a no saber cómo relacionarse con los sacerdotes (y es que en algunas ocasiones "los cambian tan rápido"). Siendo un servicio a la comunidad, no existe un pago adecuado por sus actividades, se confunde con un "apostolado" y por tal motivo en ocasiones se les deja sin las debidas prestaciones laborales, seguro social, etc. En repetidas veces los hemos escuchado, diciendo: "Mucho trabajo... y poca remuneración"...
d) Acarrea riesgos
Un auténtico sacristán es responsable del patrimonio religioso de su comunidad, incluyendo por sobre todo al Santísimo Sacramento. Además, su excesivo trabajo puede hacer que disminuya su atención a su familia y a sus demás trabajos. También corre el peligro de "familiarizarse con lo sagrado", al punto de perder la sensibilidad religiosa o caer en la rutina y olvidar el respeto que la Casa de Dios merece...
e) Es un servidor público
Muchas personas los rechazan porque "es uno de ellos", porque en ocasiones no tienen suficiente formación intelectual, porque debido a su fidelidad no cumple caprichos, porque si ama lo sagrado rechaza lo profano... El sacristán debe luchar a menudo contra muchos malos entendidos, y ser firme ante muchos criterios que pueden exigirle pronto mandato. Tristemente, algunos, debido a tanta presión, terminan por hacerse "tímidos", "enojones" o "miedosos"...
domingo, 2 de octubre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Cuarta Parte)
II. MISIÓN DEL SACRISTÁN
Misión Grande
a) Servir a la Casa de Dios y de la Iglesia
El Templo es casa de la comunidad, y tamibén signo de Cristo, de la Iglesia, y de nosotros mismos.
El Templo el Casa de Dios. Ya lo decía el Salmista: "Amo, Señor, la belleza de tu casa, el lugar de asiento de tu gloria" (Sal 26, 84). También lo corrobora el libro primero de las Crónicas: "Mis ojos están abiertos, dice el Señor, y mis oídos atentos, a la oración que se haga en este lugar; pues he elegido y santificado esta casa, para que permanezca en ella mi Nombre para siempre" (1 Cro 7, 15-16). Por eso es muy importante poder servir en la Casa de Dios.
El Templo es, a la vez, signo del cristiano, Templo de Dios. Decía San Pablo: "¿No saben que su cuerpo es Templo del Espíritu Santo?" (1 Co 6, 19). También San Juan: "Si alguno me ama, cumplirá mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Jn 14, 23). Así pues, sirviendo al Templo, el Sacristán manifiesta la dignidad de cada cristiano y de la comunidad, pues ellos son el verdadero Templo donde se adora "en espíritu y en verdad" (Ver Jn 4, 24).
b) Santificarse mediante el trabajo digno
Hay un dicho muy conocido: "El trabajo dignifica y santifica al hombre". Así leemos en San Juan: "Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo" (Jn 5, 17). Así la Carta a los Gálatas: "No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que mientras tengamos la oportuidad hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe" (Gal 6, 9-10). En la Primera Carta a Timoteo: "Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tim 5, 10). En la Carta a los Hebreos: "No es injusto Dios para olvidarse de su trabajo y del amor que han mostrado hacia su Nombre, con los servicios que han prestado y prestan a la Iglesia" (Hb 6, 10).
¡Vale la pena, pues, trabajar con entusiasmo, más todavía cuando es a Dios a quien se tiene por "Patrón"! Así, algún día Él nos podrá decir: "Muy bien, siervo bueno y fiel, entra a formar parte del gozo de tu Señor" (Lc 19, 17).
c) Conservar un ambiente de piedad
Es muy importante también "crear" un ambiente humano y de hogar para quienes se acercan a encontrarse en el Templo con Dios y con sus hermanos. La belleza interior de cada persona se manifiesta por sus acciones, en el trato con los demás, poniendo en cada obra que se emprende armonía, orden, bondad, etc. La Casa de Dios debe mantenerse siempre en buen estado, cuidando los objetos sagrados, procurando su conservación y embellecimiento, para que ayude a elevar al Señor los corazones de quienes las vean y usen. El adorno debe ser signo de amor y de reverencia a Dios, y sugerir al pueblo un sentido de la fiesta que se celebra y de la alegría y piedad que debe abundar en los corazones.
El buen ánimo en el trabajo, la alegría y sencillez, así como el esmero al realizarlo, atraerán también a Dios a las personas. Dice el Evangelio de Mateo: "Y Dios, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 4), no deben buscarse otras motivaciones.
Ya en el Antiguo Testamento, el Salmista rezaba: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor; mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre" (Sal 84, 1-4).
viernes, 30 de septiembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Tercera parte)
c) El sacristán desempeña un "ministerio litúrgico"
"Ministrar" significa "servir". Por eso decimos que el sacristán es un auténtico "ministro", un "servidor". Ejercita un ministerio de apostolado con los demás, ayudándolos a celebrar mejor su fe y a que se sientan "como en casa". El Catecismo de la Iglesia Católica (número 1143), señala que los laicos, en orden a ejercer las funciones del sacerdocio común que tienen desde su bautismo, desempeñan diferentes labores, en unión con los ministros consagrados...
El sacristán no es un clérigo ni alguien que recibió una concesión, un premio o un estímulo, o un individuo que encontró simplemente un trabajo, se trata de un laico comprometido que ha descubierto en sí mismo un don del Espíritu Santo para ofrecer un servicio real a su comunidad.
Esto supone tomar mayor conciencia de su misión, para brindar un mejor servicio.
El testimonio de la palabra y de vida es muy importante para todo cristiano, pero sobre todo para un encargado de sacristía. Él tiene la misión de preparar y disponer todo lo necesario para que Dios salve a su pueblo en la acción litúrgica y para que el pueblo le rinda honor en el sacrificio de alabanza que se merece.
El sacristán, por tal motivo, debería pertenecer al equipo de Liturgia; así se tendría mayor coordinación en las distintas funciones que a cada cual de los implicados le pertenecen.
En conclusión: El sacristán es una persona de capital importancia para que se lleve a cabo la obra de Dios, y de su manera de ser y de vivir depende que muchos se acerquen a Dios... o se alejen...
d) El sacristán no es un mero trabajador
El perfecto cumplimiento del deber dignifica al hombre, y lo santifica en una triple dirección:
1. Hacia Dios, porque hemos sido creados para alabanza de su gloria.
2. Hacia el prójimo, dando amor, comprensión, ayuda desinteresada, como hijos de Dios que somos.
3. Hacia sí mismo, por el "alimento de vida" que hay en nosotros y nos hace tender hacia Dios y a realizar su plan.
El sacristán trabaja de lleno en su empleo múltiple. Se ocupa en prever todo lo necesario para la celebración eucarística y en tener todo en orden en el Templo y en la Sacristía.
Sin embargo, se le encomiendan muchísimas otras cosas aún: mantener en orden y en buen estado los espacios y objetos; la conservación y el cuidado de las cosas, muebles, lugares, su limpieza y su justo trato; mantener dignos los libros, las vestiduras sagradas, la iluminación y el sonido; los toques de campana, la colecta, el cambio de las flores, los adornos del Templo, abrir y cerrar las puertas, controlar monaguillos... ¡Hasta sacar canes y bebedores!
Todo esto, y digámoslo con claridad, no lo hace sólo por una "paga"... aunque reciba algún estímulo significativo a cambio. Podrían realizarse mejor estas actividades si no se delegaran a una sola persona, sino que un equipo de voluntarios (o de asalariados), se encargaran de todas ellas.
(Continuará)
jueves, 29 de septiembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Segunda parte)
¿QUIÉN ES EL SACRISTÁN?
a) El sacristán es un cristiano con vocación
El encargado de la sacristía es un cristiano que, en virtud de su Bautismo, presta un servicio a su comunidad cristiana, encargándose del mantenimiento y del posible aumento de las cosas sagradas que se usan para el culto de Dios, y de la conservación material del Templo o Capilla que se le ha encomendado.
Él más que nadie, podría exclamar: "Una cosa he pedido al Señor; ésa buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida, para gustar de la dulzura del Señor y cuidar de su Templo santo" (Sal 27, 4).
Sabemos que toda vocación es una llamada... pues bien, toda llamada merece una respuesta.
Por ello el sacristán es, ante todo, un creyente que ejerce su propia fe cristiana como homenaje a Dios, y presta este servicio a la comunidad no porque haya sido casualidad del destino, sino porque Dios lo llamó y él respondió a las exigencias de su bautismo y de su confirmación. Por ello, con Jesús, podría exclamar: "Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34).
Porque cree que celebra algo importante actúa con dignidad y respeto, sabiendo que en sus actividades realiza un acto de culto personal a Dios que se nos comunica y que nos salva en Jesucristo. De sus labios, pues, podrían salir las palabras del salmista: "Amo, Señor, la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria" (Sal 26, 8).
b) El sacristán sigue el ejemplo de Cristo servidor
Así como Cristo "no vino a ser servido, sino a servir" (Mc 10, 45), el sacristán sigue su ejemplo... la Iglesia, a imagen de su Maestro es también servidora. El sacristán es un laico consciente y responsable, miembro de la comunidad, que trata de vivir el Evangelio y de hacer del Templo un centro activo para difundirlo... Al estar inserto también en la vida común de los demás fieles (especialmente si es casado), hace superar la aparente separación entre la fe y la vida, entre lo espiritual y lo temporal, entre el Evangelio y los demás problemas cotidianos.
Siendo lo sagrado algo perteneciente, reservado y exclusivo a Dios, debe tratarse digna y pulcramente, sabiendo que, como dice Jesucristo: "no somos sino siervos inútiles y no hemos hecho sino lo que debemos hacer" (Lc 17, 10), no se considera "dueño", sino mero administrador. Dicen que así como tratamos las cosas de alguien así le tratamos a él... pues así como tratamos las cosas de Dios así le tratamos a Él: si con respeto, amor, servicio, generosidad; o bien, con indiferencia, orgullo, desorden, descuido o irreverencia.
¡Es todo un honor servir a Dios! El sacristán hace efectivo este honor disponiendo convenientemente con orden y prontitud todo lo que se le encomienda.
No sólo celebra su fe, sino que también ayuda a los demás a celebrarla lo mejor posible, disponiendo todo. El orden mismo de las cosas y de los espacios llegará a ser, así, un "signo sacramental" de lo que celebra... y de la vida cristiana de su comunidad.
(Continuará)
miércoles, 28 de septiembre de 2016
MANUAL DEL SACRISTÁN (Primera parte)
PRESENTACIÓN
Apreciables Sacristanes:
Cualquier persona, sea creyente o no,
cuando entra en un Templo y observa todos los muebles ordenados, limpios los
pisos y manteles, en su sitio las imágenes, completas las repisas, acomodados
los objetos litúrgicos, iluminación y sonido apropiados, y en general dispuesto
todo para celebrar un culto adecuado, no dejaría de reconocer la dignidad de lo
que allí se celebra.
En gran parte, todo esto es obra
callada pero eficaz de cada uno de ustedes.
Es cierto que desarrollan una labor
importantísima, y también es cierto que casi nadie la reconoce. Es verdad que
de su desempeño depende en gran medida que las celebraciones litúrgicas sean a
la altura de la fe que profesamos, y también es verdad que aunque la gran
mayoría de los fieles sólo presencian celebraciones de tres cuartos de hora
semanalmente, ustedes han trabajado muchas otras para que esa liturgia pueda
realizarse como se debe.
Si es una labor “escondida” la que
realizan, no por eso es menos importante. No porque su esfuerzo no sea del todo
reconocido dejará de ser fructífero.
Queridos sacristanes, privilegiados de
los misterios de la fe, este Manual no sólo quiere “servir de guía” para
conocer más y mejor su servicio, tanto si se inician en él o tienen ya años
realizándolo, sino también para ofrecer un reconocimiento a su labor.
Pocos se han aventurado a escribirles,
y darles unas cuantas palabras de aliento y motivación. Pues bien, hoy queremos ofrecerles lo
que desde hace mucho “les debíamos”: Nuestra Gratitud.
Que Dios siga fortaleciendo su entrega,
y que María Santísima les alcance todas las gracias que necesitan para
continuar su ministerio litúrgico.
Nota importante: Se tomó en cuenta un
escrito de Juan Revilla, sacerdote de la Diócesis de San Juan de los Lagos, de
otros textos del Magisterio de la Iglesia, y de las experiencias y
conocimientos personales. Agradezco, así mismo, el patrocinio del Pbro. Enrique Arellano Arellano, y las puntuales anotaciones y
correcciones del Sr. Cura Lic. Alejandro Branca Palencia.
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