En el Evangelio
según San Lucas encontramos los "requisitos" necesarios para poder
encaminarnos en la noble aventura de ser Discípulos del Señor (Ver Lc 14, 25
- 33):
"Caminaba
con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: Si
alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y
a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser
mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi
discípulo... Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus
bienes, no puede ser mi discípulo..."
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Seguir a Cristo,
sin duda, no es fácil.
Si analizamos
con más calma el texto sugerido, nos daremos cuenta de que es tarea seria esto
de ser discípulo de Jesús:
¿Por qué Él
pedirá como "condición indispensable" de su seguimiento renunciar a
todos los bienes?
La respuesta es
simple: Porque donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón (Ver
Mt 6, 19 - 23).
Efectivamente,
si tenemos "atado" el corazón a los bienes terrenales, no es posible
"volar" hacia los del Cielo. Si nuestra mente está cien por ciento
enfocada en los placeres de este mundo, ¿cómo podríamos gozar del cumplimiento
de la Voluntad de nuestro buen Dios? Si todo nuestro ser está
"ocupado" en el poder que se puede alcanzar aquí, ¿cómo anhelar los
puestos eternos?
Hay que cargar
con nuestra cruz... esa, la que tenemos... y seguirle...
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