Para poder “dar razón de
algo”, para “dar testimonio creíble de alguien”, es de vital importancia el
conocimiento.
“Conocer” significa
“comprender por medio de la propia experiencia”. Esto es, pues, lo que debemos comprender: Es necesario mantener una relación cercana con aquello que
creemos, para poder conocer lo fundamental de nuestra fe, y después
comprometernos a compartirla con los demás.
Dios mismo, por amor, es quien
se “revela” a los hombres, y se “entrega” al ser humano para que lo conozca. Lo
hace de una forma sencilla, clara, a través de acontecimientos, y nos da la
seguridad de su existencia y de su presencia operante en el mundo.
Estas
“manifestaciones” de Dios las encontramos principalmente en la Biblia, que es el conjunto de libros
inspirados por Él, donde podemos conocer su Palabra y la Historia de nuestra
salvación; en la Tradición, que es la
transmisión oral del Evangelio de generación en generación; y en el Magisterio de la Iglesia, que es la
explicitación de lo que creemos, cuando la Iglesia funge en su misión de Madre
y Maestra.
Para poder conocer a Dios y
comprender todo lo que ha hecho por nosotros para salvarnos, necesitamos de su
ayuda. Él se “revela”, se “da a conocer”, pero al mismo tiempo nos da su
sabiduría para que comprendamos sus enseñanzas y aceptemos con nuestra
inteligencia y asintamos con nuestra voluntad todo lo que Él nos pide.
“Tener fe” es “creer en Dios”
y “creerle a Dios”. Es aceptar que Él se nos ha revelado, y que en nuestra
existencia concreta nos ofrece constantemente su vida y su amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario