"Al barro se le subió el lodo a la cabeza,
diciendo que no existe el Alfarero"
¿Alguna vez has
tenido la oportunidad de moldear el barro?
Es verdad, sé
que muchas personas a esto se dedican y lo ven como algo "natural",
pero para quienes nunca hemos tenido la experiencia, podría resultar "interesantísimo".
Primero, hay que
darse cuenta de que "te vas a ensuciar"... para una persona que cuida
mucho su atuendo personal, o que siempre está evitando que sus ropas tengan "manchitas
o arrugas", tendrá que aceptar que este día habrá una excepción.
Luego, hay que
equilibrar perfectamente la cantidad de barro y de agua, de lo contrario, se obtendrá una mezcla pegajosa, que se quedará entre las manos (por exceso de
agua), y prácticamente será imposible de moldear.
Cuando se logre obtener la "masa" adecuada, debe intentarse "sacar" de la mente aquella figura que se pensó... y es válido hacer, deshacer, rehacer y volver a
intentarlo cuantas veces sean necesarias.
Si la figura que se consiguió refleja lo pensado, finalmente hay que darle una última
"pulidita" usando un poco más de agua, de lo contrario, la obra estará
"cargada de grumos" y "rugosa"...
* * * * * * * *
En la Biblia,
existe un pasaje hermoso que aborda esta experiencia: El Capítulo 18 del
profeta Jeremías.
Dios le pide al
profeta que baje a la casa del alfarero. Allí, Jeremías vio cómo se encontraba
el artesano delante de su torno moldeando una y otra vez una vasija, hasta que
la obra quedó de su agrado.
Entonces, el
Señor habló al profeta:
"¿Acaso
no puedo hacer con ustedes, pueblo de Israel, igual que hace el alfarero?"
La respuesta es
evidente: ¡Por supuesto que puede!
Considerando
brevemente el texto, saquemos algunas conclusiones:
1. Dios se
"arriesgó" a "ensuciarse un poco" al decidir crear al ser
humano. El libro del Génesis relata que el Todopoderoso, como un
artesano, moldeó al hombre del barro, y le insufló en sus narices el aliento de
vida (Ver Gn 2).
2. Los dos
componentes de esta mezcla (agua y barro), están "perfectamente"
equilibradas: Si la tierra pudiera simbolizar lo "áspero", lo
"seco", lo "difícil" (problemas, enfermedades, etc.); el
agua bien podría simbolizar "la vida", lo "refrescante", lo
"bueno" (salud, bendiciones, etc.). Dios se va encargando de
otorgarnos la "justa medida" de ambas realidades.
3. Pero, finalmente, cuando su obra está concluida, el Señor le da una última pulida con su Gracia, y a través de su Palabra y de los Sacramentos, nos va quitando asperezas y nos deja "a su gusto".
Dejémonos hacer... las manos de Dios son expertas moldeando barro...
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