jueves, 5 de mayo de 2016

COMO BARRO...


"Al barro se le subió el lodo a la cabeza, 
diciendo que no existe el Alfarero"

¿Alguna vez has tenido la oportunidad de moldear el barro?

Es verdad, sé que muchas personas a esto se dedican y lo ven como algo "natural", pero para quienes nunca hemos tenido la experiencia, podría resultar "interesantísimo".

Primero, hay que darse cuenta de que "te vas a ensuciar"... para una persona que cuida mucho su atuendo personal, o que siempre está evitando que sus ropas tengan "manchitas o arrugas", tendrá que aceptar que este día habrá una excepción.

Luego, hay que equilibrar perfectamente la cantidad de barro y de agua, de lo contrario, se obtendrá una mezcla pegajosa, que se quedará entre las manos (por exceso de agua), y prácticamente será imposible de moldear.

Cuando se logre obtener la "masa" adecuada, debe intentarse "sacar" de la mente aquella figura que se pensó... y es válido hacer, deshacer, rehacer y volver a intentarlo cuantas veces sean necesarias.

Si la figura que se consiguió refleja lo pensado, finalmente hay que darle una última "pulidita" usando un poco más de agua, de lo contrario, la obra estará "cargada de grumos" y "rugosa"...

* * * * * * * *

En la Biblia, existe un pasaje hermoso que aborda esta experiencia: El Capítulo 18 del profeta Jeremías.

Dios le pide al profeta que baje a la casa del alfarero. Allí, Jeremías vio cómo se encontraba el artesano delante de su torno moldeando una y otra vez una vasija, hasta que la obra quedó de su agrado.

Entonces, el Señor habló al profeta:

"¿Acaso no puedo hacer con ustedes, pueblo de Israel, igual que hace el alfarero?"

La respuesta es evidente: ¡Por supuesto que puede!

Considerando brevemente el texto, saquemos algunas conclusiones:

1. Dios se "arriesgó" a "ensuciarse un poco" al decidir crear al ser humano. El libro del Génesis relata que el Todopoderoso, como un artesano, moldeó al hombre del barro, y le insufló en sus narices el aliento de vida (Ver Gn 2).

2. Los dos componentes de esta mezcla (agua y barro), están "perfectamente" equilibradas: Si la tierra pudiera simbolizar lo "áspero", lo "seco", lo "difícil" (problemas, enfermedades, etc.); el agua bien podría simbolizar "la vida", lo "refrescante", lo "bueno" (salud, bendiciones, etc.). Dios se va encargando de otorgarnos la "justa medida" de ambas realidades.

3. Pero, finalmente, cuando su obra está concluida, el Señor le da una última pulida con su Gracia, y a través de su Palabra y de los Sacramentos, nos va quitando asperezas y nos deja "a su gusto".

Dejémonos hacer... las manos de Dios son expertas moldeando barro... 

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