“Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo,
Padre.
Y que también ellos vivan unidos a nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado…”
(Ver Jn 17, 21)
Y que también ellos vivan unidos a nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado…”
(Ver Jn 17, 21)
Atributos
eclesiásticos
La Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II, Lumen
Gentium (Luz de las Gentes), al hablar sobre la Iglesia, afirma en su número 8:
“Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es
una, santa, católica y apostólica”.
Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí
(Ver DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La
Iglesia no los tiene por sí misma, no los ha desarrollado sola, sino que es el mismo Cristo, su Señor, quien por medio de su Espíritu
Santo la llama a ejercitar cada una de estas cualidades que le ha otorgado.
Ahora bien, esto sólo puede reconocerse por la fe, y
descubrir su origen divino es posible sólo si se aborda así. Consideremos, brevemente...
Unidad: La experiencia de
los siglos
Todos sabemos que cuando hay división en una familia, en
un pueblo o en una nación, se siembra la discordia, la riña, se buscan los
propios intereses y es muy difícil llegar a acuerdos comunes y que beneficien a
todos sus miembros…
La unidad es una cualidad indispensable para todos los
grupos humanos. Sin ella se pierde toda relación y se imposibilita su
permanencia y estabilidad.
La Iglesia es una…
La Iglesia es una, debido a su origen: “El modelo y
principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios, Padre, Hijo, y
Espíritu Santo, en la Trinidad de Personas” (Ver UR 2).
Es una, porque su fundador único es Jesús, el cual murió
en la cruz para que todos los pecadores de la humanidad fueran perdonados.
Es una, además, porque el Espíritu Santo que habita en
los creyentes llena y gobierna a toda la Iglesia y une íntimamente a todos los
cristianos en una misma fe.
Así, pues, decimos que la Iglesia es una porque tiene un
solo Señor, una sola fe, nace de un solo bautismo, y forma un solo cuerpo al
que el Espíritu Santo da vida (Ver CEC 866).
Una… y a la vez diversa
Desde el principio, esta Iglesia se presenta como una,
sin embargo, con una gran diversidad, que procede a la vez de la variedad de
los dones de Dios y de la multiplicidad de personas que los reciben.
En la unidad del pueblo de Dios se reúnen los diferentes
pueblos y culturas. Entre los miembros de la iglesia existe una diversidad de
dones, de cargos, de condiciones y de modos de vida; “dentro de la comunión
eclesial existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias
tradiciones” (LG 13).
Esto, lejos de disminuir la unidad de la Iglesia, motiva
a sus miembros a poner al servicio de los demás los propios dones y enriquecer
a la vez a su comunidad, porque “es cierto que hay diversos dones, pero el
Espíritu es el mismo” (Ver 1 Cor 12, 4 – 11). Así, la gran riqueza de esta
diversidad no se opone, al contrario, fomenta y motiva la unidad de la Iglesia.
Vínculos de
comunión
La unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por
estos tres vínculos visibles de comunión:
1. La profesión de una misma fe, recibida de los apóstoles.
2. La celebración común del culto divino, sobre todo de los
Sacramentos.
3. La sucesión apostólica, garantizada por el Sacramento del Orden, que
conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (Ver UR 2; LG 14; CEC
205).
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