Hacía tiempo que
no llovía... la sequía ganaba terreno... los pastos estaban
palideciendo y muriendo, poco a poco, a lo largo de las tristes hectáreas del
poblado "El guamúchil"...
Don Julio, recio y experimentado agricultor, había depositado toda su confianza en la siembra... apenas si su trabajo rendía para subsistir el año y no podía darse el lujo de perder su única esperanza...
Bien sabía que su esfuerzo era necesario, pero mucho más la fe en su Creador... Así que rogó, desde el fondo de su corazón, que cayera la lluvia suficiente para alimentar a sus hijos, a su esposa, a quienes necesitaban de su cosecha... Esperaba y esperaba... y no se cansaba de esperar...
Un buen día pasó por allí una nubecita feliz... volaba sin rumbo fijo, dejándose llevar por los vientos... Don Julio miró hacia el cielo y su confianza se activó...
En la nube jugaban millones y millones de gotitas de agua... seguras y alegres, sin ninguna preocupación... pero una de ellas volteó hacia la tierra, y vio los campos, y vio a Don Julio... y se puso muy triste...
Sabía que ella era una simple gota de agua, que apenas podría humedecer un milímetro de aquellas áridas tierras, que su esfuerzo podría no surtir ningún fruto... pero se decidió, y renunciando a su seguridad, se despidió de sus compañeras y se dejó caer...
Al ver su ejemplo, las demás comprendieron que hay que morir para dar vida, y la siguieron... y la tierra se fertilizó, y los frutos llegaron, y aquella región volvió a sonreír...
Y la gota de agua... podría tener tu nombre...
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