lunes, 27 de junio de 2016

QUINTO MANDAMIENTO




“Han oído que se dijo a nuestros antepasados:
No matarás…”
(Ver Mt 5, 21)

La vida, el mejor regalo

La vida humana es un gran regalo de Dios, es sagrada, porque desde el inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador…

Sólo Dios es el “Señor de la vida”, y esto desde su comienzo hasta su término. Así pues, nada ni nadie, bajo ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo y deliberado a un ser humano. Ya lo decía el Catecismo de la Iglesia Católica: “El hombre debe cuidar la vida propia y la de sus semejantes” (Ver CEC 2258).

El quinto mandamiento prohíbe lo que atenta injustamente contra la vida propia y la ajena: Invita más bien a la caridad, la concordia y la paz con todos (aún con los que se nos muestran como “enemigos”).

¿Qué nos pide este mandamiento?

Antes que nada: Amor y respeto a sí mismos. Debemos querernos de manera ordenada, sin egoísmos ni soberbia. Esto quiere decir, sin referirnos única y exclusivamente a nosotros mismos y sin afecciones de falsa valoración de las propias cualidades, ambición, presunción o vanagloria.

Así mismo, este mandamiento nos invita a usar muy bien nuestros talentos. Dios ha dado a cada hombre y mujer unas capacidades especiales para que se desarrollen como personas, para que su vida dé fruto en beneficio propio y de los demás.

También amar y respetar el cuerpo. Es un don maravilloso que Dios nos ha dado y, por eso, lo ha santificado. Debemos cuidarlo, otorgarle alimento, limpieza y deporte, evitando los excesos que puedan dañar la salud. Está claro que hemos de amarlo de manera ordenada… San Pablo decía: “¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (Ver 1 Co 3, 16). Pues bien, con nuestro cuerpo expresamos lo que Dios mismo hace en nosotros.

Se oponen a este Mandamiento el suicidio (deseo de la propia muerte); exponerse a grandes peligros sin necesidad (conducción imprudente, excursiones arriesgadas, deportes extremos deliberadamente peligrosos, etc.); mutilación de algún miembro del cuerpo sin razón (extirpación o deformaciones “obligadas” del cuerpo, etc.); eutanasia (quitar la vida para huir del dolor); gula (comer o beber en exceso); embriaguez y consumo de drogas no prescritas; y el aborto (extirpación del feto cuando aún no es viable fuera del seno materno), entre otros...

El cuidado de la vida espiritual

Cuidando el cuerpo también se cuida el alma, así se desarrollará mejor la gracia de Dios en nosotros. Debemos poner de nuestra parte para cultivar el amor que Dios ha depositado en nosotros: formándonos espiritualmente, conociendo mejor la doctrina cristiana, participando con agrado de los Sacramentos, orando y haciendo pequeños sacrificios, etc.

La vida de la gracia también “se mata”, es decir, se pierde, a causa del pecado mortal. Es como un “suicidio espiritual”, pero gracias a la misericordia de Dios tenemos el justo remedio para “volver a la vida” mediante el Sacramento de la Reconciliación.

Deberes del quinto mandamiento para con los demás

a) Respeto a la vida ajena

La misma razón que obliga a respetar la vida propia exige el respeto por la vida de los demás. Cada hombre, cada mujer (aunque apenas se esté formando en el seno de su madre), merece respeto. Es una criatura de Dios. Solo Él es dueño de la vida humana. Pues bien, este derecho a vivir se ve quebrantado en el homicidio y el aborto (asesinato de una persona humana, fuera o dentro del seno materno).

b) Respeto a la convivencia

El quinto mandamiento prohíbe no sólo matar, sino todo lo que va en contra de los demás: odio, envidia, enemistad, discordias, riñas, venganzas, peleas, deseo de mal, alegrarse con el sufrimiento ajeno, insultos, rencillas, etc. El evangelio dice que son “dichosos” los que construyen la paz (Ver Mt 5, 1 – 12).

El cristiano está llamado a perdonar de corazón las injurias que le hacen los demás, sobreponiendo a su dolor el perdón que él mismo de Dios ha recibido no sólo “siete” sino “setenta veces siete” (es decir, “siempre”. Ver Mt 18, 22). Esto de ninguna manera es “humillación” o “necedad”, es más bien demostración de lo que su gran corazón es capaz de realizar con la gracia de Dios y su esfuerzo personal.

c) Ayudar a los demás en sus necesidades

Para vivir el sentido positivo del quinto mandamiento hace falta también “querer al prójimo”, ayudándole con ejemplos y palabras a resolver sus necesidades tanto materiales como espirituales.

“Tratar a los demás como queramos que nos traten a nosotros” sigue siendo la “regla de oro” para comprender las enseñanzas (más que las prohibiciones) de este quinto mandamiento.

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