“Han oído que se dijo a nuestros antepasados:
No matarás…”
(Ver Mt 5, 21)
La vida, el mejor
regalo
La vida humana es un gran regalo de Dios, es sagrada,
porque desde el inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre
en una especial relación con el Creador…
Sólo Dios es el “Señor de la vida”, y esto desde su
comienzo hasta su término. Así pues, nada ni nadie, bajo ninguna circunstancia,
puede atribuirse el derecho de matar de modo directo y deliberado a un ser humano.
Ya lo decía el Catecismo de la Iglesia Católica: “El hombre debe cuidar la vida
propia y la de sus semejantes” (Ver CEC 2258).
El quinto mandamiento prohíbe lo que atenta injustamente
contra la vida propia y la ajena: Invita más bien a la caridad, la concordia y
la paz con todos (aún con los que se nos muestran como “enemigos”).
¿Qué nos pide este
mandamiento?
Antes que nada: Amor y respeto a sí mismos. Debemos
querernos de manera ordenada, sin egoísmos ni soberbia. Esto quiere decir, sin
referirnos única y exclusivamente a nosotros mismos y sin afecciones de falsa
valoración de las propias cualidades, ambición, presunción o vanagloria.
Así mismo, este mandamiento nos invita a usar muy bien
nuestros talentos. Dios ha dado a cada hombre y mujer unas capacidades
especiales para que se desarrollen como personas, para que su vida dé fruto en
beneficio propio y de los demás.
También amar y respetar el cuerpo. Es un don maravilloso
que Dios nos ha dado y, por eso, lo ha santificado. Debemos cuidarlo, otorgarle
alimento, limpieza y deporte, evitando los excesos que puedan dañar la salud.
Está claro que hemos de amarlo de manera ordenada… San Pablo decía: “¿No saben
que son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (Ver 1
Co 3, 16). Pues bien, con nuestro cuerpo expresamos lo que Dios mismo hace en
nosotros.
Se oponen a este Mandamiento el suicidio (deseo de la
propia muerte); exponerse a grandes peligros sin necesidad (conducción
imprudente, excursiones arriesgadas, deportes extremos deliberadamente
peligrosos, etc.); mutilación de algún miembro del cuerpo sin razón
(extirpación o deformaciones “obligadas” del cuerpo, etc.); eutanasia (quitar
la vida para huir del dolor); gula (comer o beber en exceso); embriaguez y
consumo de drogas no prescritas; y el aborto (extirpación del feto cuando aún no es viable fuera del seno materno), entre otros...
El cuidado de la
vida espiritual
Cuidando el cuerpo también se cuida el alma, así se
desarrollará mejor la gracia de Dios en nosotros. Debemos poner de nuestra
parte para cultivar el amor que Dios ha depositado en nosotros: formándonos
espiritualmente, conociendo mejor la doctrina cristiana, participando con
agrado de los Sacramentos, orando y haciendo pequeños sacrificios, etc.
La vida de la gracia también “se mata”, es decir, se
pierde, a causa del pecado mortal. Es como un “suicidio espiritual”, pero
gracias a la misericordia de Dios tenemos el justo remedio para “volver a la
vida” mediante el Sacramento de la Reconciliación.
Deberes del quinto
mandamiento para con los demás
a) Respeto a la vida ajena
La misma razón que obliga a respetar la vida propia exige
el respeto por la vida de los demás. Cada hombre, cada mujer (aunque apenas se
esté formando en el seno de su madre), merece respeto. Es una criatura de Dios.
Solo Él es dueño de la vida humana. Pues bien, este derecho a vivir se ve quebrantado
en el homicidio y el aborto (asesinato de una persona humana, fuera o dentro
del seno materno).
b) Respeto a la convivencia
El quinto mandamiento prohíbe no sólo matar, sino todo lo
que va en contra de los demás: odio, envidia, enemistad, discordias, riñas,
venganzas, peleas, deseo de mal, alegrarse con el sufrimiento ajeno, insultos,
rencillas, etc. El evangelio dice que son “dichosos” los que construyen la paz
(Ver Mt 5, 1 – 12).
El cristiano está llamado a perdonar de corazón las
injurias que le hacen los demás, sobreponiendo a su dolor el perdón que él
mismo de Dios ha recibido no sólo “siete” sino “setenta veces siete” (es decir,
“siempre”. Ver Mt 18, 22). Esto de ninguna manera es “humillación” o “necedad”,
es más bien demostración de lo que su gran corazón es capaz de realizar con la
gracia de Dios y su esfuerzo personal.
c) Ayudar a los demás en sus necesidades
Para vivir el sentido positivo del quinto mandamiento
hace falta también “querer al prójimo”, ayudándole con ejemplos y palabras a
resolver sus necesidades tanto materiales como espirituales.
“Tratar a los demás como queramos que nos traten a
nosotros” sigue siendo la “regla de oro” para comprender las enseñanzas (más
que las prohibiciones) de este quinto mandamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario