Querido Jesús:
El día de hoy
nos leyeron en Misa un trocito del Evangelio según San Lucas (Lc 7, 36 - 8, 3).
¿Sabes? Me gustó
mucho... porque en el texto pude descubrir mejor tu corazón amable, tu espíritu
lleno de misericordia, y tu pecho abierto en perdón para quienes se acercan a
Ti sinceros y arrepentidos...
Muchos
personajes en escena, y cada uno de ellos merecería unas cuántas líneas... pero
yo sólo quiero fijarme en un fariseo que te invitó a comer... un tal
"Simón".
Es curioso que
su nombre en hebreo signifique "el que obedece"... pero en griego,
"el de la grande nariz"... No sé cuál de estos términos se le adapte
mejor, por ello quiero hacer una breve alusión a los dos:
1. "El que
obedece".- Simón era un fariseo, es decir, un "cumplidor acérrimo de
la ley", un hombre versado "en la Torá y en los Profetas".
Ciertamente, era un judío "obediente"... por un lado, oía
frecuentemente la voz de Dios en su Palabra... y también era obediente a la voz
de su conciencia. Por ello, considero, pudo vencer todas las dificultades para
invitarte a su casa y brindarte alimento, dispuesto a conocerte más y a
interesarse por lo profundo de tus enseñanzas...
2. "El de
la grande nariz".- No me refiero a un "defecto físico". Quiero
aludir más bien a la capacidad de "percibir" lo que algunos otros,
simplemente, dejarían de lado... Simón se enfadó mucho, porque una "mala
mujer" entró en su casa y se puso a lavarte y perfumarte los pies...
El título de
este post responde, precisamente, al "enfado" de Simón. El texto dice
que el fariseo se puso a pensar: "Si este hombre fuera profeta, sabría qué
clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora".
Y sí, sabías muy bien quién era ella. Sabías cuál era "su clase"... Aquella pobre pobre mujer había
tomado una decisión terrible, la más importante de su vida: Se llamaba
"conversión".
¡Ah, Jesús, si
Tú supieras!
Habemos muchos
Simones por aquí... hay bastantes hipócritas que sabemos juzgar y señalar con
el dedo a la gente que es "diferente"... existimos muchos por estos lados que nos
creemos "buenos"...
Pero Tú sí
sabes... quizás somos nosotros los que no sabemos, porque vemos sólo "el
exterior"... conocemos la vida "por fuera" de nuestros
semejantes, pero casi nunca echamos un vistazo a su interior...
Esa mujer se fue
justificada... se le perdonó mucho porque amó mucho... ¡Esa es la medida!
Perdóname a mí,
Señor... ¡Yo también te amo mucho!
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