jueves, 23 de junio de 2016

TERCER MANDAMIENTO




“El primer día de la semana,
nos reunimos para la fracción del pan…”
(Ver Hch 20, 7)

“Santificar” significa “hacer sagrado”, “dedicar exclusivamente para Dios”, “separar”. Nos referimos, con este mandamiento, a hacer del Domingo, el “día del Señor”, un día para Dios y para con lo que con Él se relaciona.

De sábado a domingo

La santificación del domingo se comprende desde la Sagrada Escritura, en que se habla del “descanso de Dios, después de la maravillosa obra de la Creación”:

“Bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él había descansado de toda su obra creadora…” (Gn 2, 3)

Más tarde, Dios mismo quiso que su pueblo, liberado de la esclavitud de Egipto, santificara el día “séptimo” (el sábado):

“El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor…” (Ex 31, 15)

Para el pueblo de Israel, la santificación de un día particular, dentro de la semana, está relacionada, pues, con dos momentos muy importantes de la obra de Dios:

1. Está relacionada con la obra de la Creación.
2. Está relacionada con la liberación de la esclavitud de Egipto.

Dios confió a Israel el sábado (el séptimo día de la semana), para que lo guardara como signo de un pacto de amor que hizo con su pueblo. Esto significa que el sábado sea “el día de Yahvé”, el día que guardan y santifican, consagrado a Dios.

¿Por qué los cristianos santificamos el Domingo?

La respuesta es simple: Porque el “Día del Señor”, el día en que triunfó Jesús de la muerte, resucitando, fue el primer día de la semana (Ver Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1; Jn 20, 1).

Este acontecimiento es el centro de nuestra fe. Verdad fundamental y fundante de nuestra religiosidad.

Los Evangelios dan razón de este evento histórico, y lo consignaron como verdad esencial del cristianismo.

Los Hechos de los Apóstoles, de igual manera, afirman cómo las primeras comunidades se reunían el Día del Señor, es decir, el “Domingo”, para celebrar su fe en la “Fracción del Pan” (Hch 2; 20, 7).

Es muy importante relacionar la Resurrección de Jesucristo, en el “primer día de la semana”, con los dos momentos de la obra de Dios en el Antiguo Testamento:

1. Con la creación, porque con la Resurrección de Jesús fue inaugurada una “nueva creación”.
2. Con la liberación de la esclavitud de Egipto, pues Jesús vino a vencer totalmente toda esclavitud de raíz: del mal y de la muerte.

Es, pues, para nosotros, el Domingo el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el “Día del Señor”. El sábado, que representa la coronación de la primera creación, es sustituido por el Domingo, que nos recuerda la “nueva creación”, inaugurada por Cristo y su Resurrección.

Por esta razón, la santificación del Domingo nos relaciona también con Dios Padre, Creador; con Jesús, nuestro Salvador; y con el Espíritu, santificador.

Santificar el domingo, algo más que un mandamiento

Más que un mandamiento, la santificación del Domingo es un espacio para recordar y celebrar la salvación que Jesús nos dio con su muerte y resurrección.

Es cierto que los fieles estamos “obligados” a participar de la celebración de nuestra fe, pero lejos de quedarse esto en un mero “mandamiento”, debería ser para nosotros una oportunidad maravillosa para santificar el día y nuestra vida.

Santificar el domingo es celebrar la fe, compartir con la familia o los amigos de un merecido descanso donde se alabe a Dios por su amor y su misericordia, es designar un pequeño espacio de tiempo para la recreación y el ocio, pero sin llegar al desperdicio o a la holgazanería.

¿Qué prohíbe el tercer mandamiento?

Si Dios descansó el día séptimo, y nosotros como cristianos celebramos como Día del Señor el Domingo, también debemos descansar y procurar que los demás descansen.

Santificar los domingos y días festivos exige un esfuerzo común: Cada uno procurando guardar el día del Señor.

Cuando las costumbres o compromisos sociales requieren de un “trabajo” dominical (aparentemente en contra de lo estipulado por el mandamiento), cada uno tendrá la responsabilidad de dedicar un tiempo suficiente al descanso, cuando se pueda. Tal es el caso de aquellos que “trabajan” para que los demás “descansen” (empleados de cines, teatros, lugares de recreación o descanso, restaurantes, etc.).

Debemos santificar el Domingo mediante las obras buenas, así como lo hizo Jesús al “justificarse de su aparente incumplimiento del mandato divino” (Ver Mc 3, 1; Jn 5, 17).

El Domingo debe ser un día que nos ayude a nuestro crecimiento de la vida interior y cristiana… no una imposición de trabajar o no, sin hacer el bien…

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