“El primer día de la semana,
nos reunimos para la fracción del pan…”
(Ver Hch 20, 7)
“Santificar” significa “hacer sagrado”, “dedicar
exclusivamente para Dios”, “separar”. Nos referimos, con este mandamiento, a
hacer del Domingo, el “día del Señor”, un día para Dios y para con lo que con Él se
relaciona.
De sábado a
domingo
La santificación del domingo se comprende desde la
Sagrada Escritura, en que se habla del “descanso de Dios, después de la
maravillosa obra de la Creación”:
“Bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él
había descansado de toda su obra creadora…” (Gn 2, 3)
Más tarde, Dios mismo quiso que su pueblo, liberado de la
esclavitud de Egipto, santificara el día “séptimo” (el sábado):
“El día séptimo será día de descanso completo, consagrado
al Señor…” (Ex 31, 15)
Para el pueblo de Israel, la santificación de un día
particular, dentro de la semana, está relacionada, pues, con dos
momentos muy importantes de la obra de Dios:
1. Está relacionada con la obra de la
Creación.
2. Está relacionada con la liberación de
la esclavitud de Egipto.
Dios confió a Israel el sábado (el séptimo día de la
semana), para que lo guardara como signo de un pacto de amor que hizo con su pueblo.
Esto significa que el sábado sea “el día de Yahvé”, el día que guardan y
santifican, consagrado a Dios.
¿Por qué los cristianos santificamos el Domingo?
La respuesta es simple: Porque el “Día del Señor”, el día
en que triunfó Jesús de la muerte, resucitando, fue el primer día de la semana
(Ver Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1; Jn 20, 1).
Este acontecimiento es el centro de nuestra fe. Verdad
fundamental y fundante de nuestra religiosidad.
Los Evangelios dan razón de este evento histórico, y lo
consignaron como verdad esencial del cristianismo.
Los Hechos de los Apóstoles, de igual manera, afirman
cómo las primeras comunidades se reunían el Día del Señor, es decir, el
“Domingo”, para celebrar su fe en la “Fracción del Pan” (Hch 2; 20, 7).
Es muy importante relacionar la Resurrección de
Jesucristo, en el “primer día de la semana”, con los dos momentos de la obra de
Dios en el Antiguo Testamento:
1. Con la creación, porque con la Resurrección de Jesús fue
inaugurada una “nueva creación”.
2. Con la liberación de la esclavitud de Egipto, pues Jesús vino
a vencer totalmente toda esclavitud de raíz: del mal y de la muerte.
Es, pues, para nosotros, el Domingo el primero de todos
los días, la primera de todas las fiestas, el “Día del Señor”. El sábado, que
representa la coronación de la primera creación, es sustituido por el Domingo,
que nos recuerda la “nueva creación”, inaugurada por Cristo y su Resurrección.
Por esta razón, la santificación del Domingo nos
relaciona también con Dios Padre, Creador; con Jesús, nuestro Salvador; y con
el Espíritu, santificador.
Santificar el
domingo, algo más que un mandamiento
Más que un mandamiento, la santificación del Domingo es
un espacio para recordar y celebrar la salvación que Jesús nos dio con su
muerte y resurrección.
Es cierto que los fieles estamos “obligados” a participar
de la celebración de nuestra fe, pero lejos de quedarse esto en un mero
“mandamiento”, debería ser para nosotros una oportunidad maravillosa para
santificar el día y nuestra vida.
Santificar el domingo es celebrar la fe, compartir con la
familia o los amigos de un merecido descanso donde se alabe a Dios por su amor
y su misericordia, es designar un pequeño espacio de tiempo para la recreación
y el ocio, pero sin llegar al desperdicio o a la holgazanería.
¿Qué prohíbe el
tercer mandamiento?
Si Dios descansó el día séptimo, y nosotros como
cristianos celebramos como Día del Señor el Domingo, también debemos descansar
y procurar que los demás descansen.
Santificar los domingos y días festivos exige un esfuerzo
común: Cada uno procurando guardar el día del Señor.
Cuando las costumbres o compromisos sociales requieren de
un “trabajo” dominical (aparentemente en contra de lo estipulado por el
mandamiento), cada uno tendrá la responsabilidad de dedicar un tiempo
suficiente al descanso, cuando se pueda. Tal es el caso de aquellos que
“trabajan” para que los demás “descansen” (empleados de cines, teatros, lugares
de recreación o descanso, restaurantes, etc.).
Debemos santificar el Domingo mediante las obras buenas,
así como lo hizo Jesús al “justificarse de su aparente incumplimiento del
mandato divino” (Ver Mc 3, 1; Jn 5, 17).
El Domingo debe ser un día que nos ayude a nuestro
crecimiento de la vida interior y cristiana… no una imposición de trabajar o no,
sin hacer el bien…
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