“Estén pues atentos, porque no saben qué día llegará su
Señor.
Entiendan bien que si el amo de casa supiera
a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría
en vela y no lo dejaría asaltar su casa.
Lo mismo ustedes, estén preparados,
porque a la hora en que menos lo piensen,
vendrá el Hijo del hombre…”
(Ver Mt 24, 42 - 44)
La Parusía
Entendemos por “Parusía” la “segunda venida de Jesucristo
a la tierra”.
En general, todas las referencias evangélicas nos dicen
que la Parusía será un evento “glorioso”, un regreso “triunfal” de Jesucristo y
donde se dará el establecimiento definitivo de su Reino.
¿Cuándo sucederá
esta Parusía?
La verdad es que no sabemos. Y aunque frecuentemente
utilizamos términos como “el fin del mundo” para referirnos a este evento,
honestamente no estamos deseosos de que suceda tan pronto. Es una fecha que está
“en los planes de Dios”, ciertamente, pero cuándo sucederá esto es, para
nosotros, un verdadero misterio.
Cuando hablamos del regreso glorioso de Jesucristo, nos
llega cierta inquietud, tal vez preocupación, e incluso hay en quienes se
manifiesta un cierto temor. Esto, en verdad, depende de cómo nos hemos estado
preparando para ese gran día, y porque no sabemos cómo y de qué forma será
nuestro ingreso al Reino de los Cielos, o si seremos beneficiados con esta
recompensa o no...
El Apóstol Santiago, en su carta, nos invita a “ser
pacientes hasta la venida del Señor”.
Así lo expresa: “Por lo tanto, hermanos, tengan paciencia
hasta la venida del Señor. Es cierto que el labrador espera el precioso fruto
de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que reciba las lluvias tempranas
y tardías. Tengan, pues, también ustedes paciencia; afirmen sus corazones,
porque la venida del Señor está cerca…” (St 5, 7 - 8)
El sentido de la
Parusía
El sentido de la Parusía es doble: “presencia” y también “venida”.
Si bien la “venida” del Señor fue una sola, la que comenzó por la encarnación,
ésta se prolonga en el tiempo presente, porque “el Señor viene”, y también
“vendrá” en el futuro.
A partir de aquel instante, momento sublime en que el
Hijo de Dios “puso su morada en medio de nosotros” (Ver Jn 1), contamos con la
presencia real de Jesucristo. Así, la Parusía también es “epifanía”, es decir una
“manifestación de lo sagrado”, pero se trata de una manifestación pública de
Jesús en nosotros. En otras palabras: Jesucristo se nos mostrará tal cual es en
su gloria.
Jesús no subió a los cielos sólo para sentarse la derecha
de su Padre y desentenderse de nosotros… Él sigue vivo y presente, desde allí,
con nosotros… de esta forma es como “no se ha ido nunca de este mundo”.
Él está vivo, habita en nuestras mentes y en nuestros
corazones. Está en nosotros, y de nosotros depende sentir su presencia viva y
operante.
Con todo, la fe nos dicta que algún día, desde el Cielo, Jesús
vendrá, y juzgará a los vivos y a los muertos según sus actos. Entonces, en lo
que debemos realmente pensar es en la esperanza de este encuentro gozoso y en el
regreso de nuestro Señor. Preparándonos adecuadamente para tener con Él un
rencuentro feliz.
La vuelta de Jesucristo, su retorno en gloria, es el
mayor de los acontecimientos escatológicos (de las cosas de los últimos
tiempos).
Por tanto, debemos desear la venida del Señor, sin
miedos, siempre confiados... si actuamos de ordinario a la altura de estos
acontecimientos no tenemos nada que temer…
Para salvarnos
Los discípulos de Jesús oyeron de los ángeles este
mensaje mientras se elevaba al cielo:
“Este Jesús, quien fue tomado de entre ustedes hacia el
cielo, vendrá de la misma manera como le han visto partir...” (Ver Hch 1, 11).
Pues bien, este es un llamado especial para que no
perdamos la fe, y para que imitando a los apóstoles, quienes mantuvieron su fe
aún con ciertas inquietudes, pero finalmente comprendieron que la despedida del
Señor no era definitiva. Jesús volvería, otra vez, para llenar al mundo de su
luz y de su gloria.
Para estar presentes en este suceso, debemos participar del
mismo destino de Jesucristo:
“Entonces Jesús dijo a sus Discípulos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).
No hay, pues, otro camino para salvarse que seguir la
causa de Jesucristo:
“Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que
pierda su vida por mí la hallará” (Mt, 16, 25).
Si vivimos conforme a lo que Él nos enseña en los
evangelios, podemos estar alegres y esperanzados, porque seremos testigos de su
regreso:
“Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su
Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno” (Mt 16, 27)
A su regreso, Jesús, determinará para siempre los
destinos de los hombres… es quien dirá la última palabra. Debemos mantener la
fe y estar en constante oración, hasta el día de la parusía, ese será el gran
encuentro con el Señor.
Pidamos con alegría y sin temor la venida del Reino de
Dios, porque Él quiere que todos nos salvemos (Ver 1 Tim 2, 4).