“Tomen y coman; esto es mi cuerpo…
Tomen y beban; ésta es mi sangre…”
(Ver Mt 26, 26 - 29)
Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), nos
narran los preparativos de la Última Cena de Jesús, su celebración y, también,
su significado (Mt 26, 17 – 35; Mc 14, 12 – 25; Lc 22, 7 – 23). San Pablo nos
ofrecerá su descripción en 1 Co 11, 23 – 25.
Los Preparativos
El día precedente a la cena, los discípulos de Jesús se
acercaron para preguntarle dónde quería que se hicieran los preparativos para
comer el cordero de pascua, y él les indicó el lugar…
Entre los estudiosos, aún existen
bastantes dudas de si esta ceremonia fue una “cena pascual” o no. Para la
mayoría de los teóricos es considerada un “séder” (es decir, una cena Pascual
Judía), celebrada en la noche del jueves santo antes de la crucifixión de
Jesús. Sin embargo, San Juan indica que esta cena se celebró "antes", es decir, en la "víspera de la
Pascua" (Ver Jn 13, 1; 18, 28).
De hecho, las referencias en el
Evangelio de San Juan marcan el día de la preparación para “Pésaj” (Ver Jn 19,
14. 31. 32). Por ello, éstas se toman como indicativos para afirmar que la
muerte de Cristo ocurrió en el tiempo de la matanza de los corderos que solían
utilizarse en la cena pascual.
Aún con estas discrepancias,
podemos afirmar que la Última Cena de Jesús ocurrió en el marco de una
ceremonia pascual judía, y todos los elementos que la conforman (los
materiales, los alimentos, las bendiciones, los cánticos y los rituales),
estuvieron presentes... aunque con ciertas novedades...
La Celebración
Tomando en cuenta los Evangelios
(con sus variantes y sus diversas aportaciones), podemos recrear lo que ocurrió
durante la Última Cena de Jesús.
Al atardecer, se puso a la mesa con sus discípulos, y
entre discursos y oraciones (Jn 13, 17), les abrió su corazón, no ya de
Maestro, sino de Amigo, y les lavó los pies como signo de la actitud de
servicio que deberían tener los unos a los otros.
Ya iniciada la cena, anunció la traición de uno de ellos,
Judas, el que comía también en su mismo plato; Pedro, uno de los doce,
reaccionó diciéndole: “Aunque todos te abandonen, yo nunca lo haré”. Entonces, Jesús
le predijo que esa misma noche, antes que el gallo cantare, lo habría negado
tres veces (Ver Mt 26, 33 – 34).
Luego, mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan y lo
bendijo; después, saliéndose de lo “tradicional”, lo partió y dándoselo a sus
discípulos les dijo:
“Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes”.
Y más tarde, tomó el cáliz y,
dándoselo a sus discípulos, continuó:
“Tomen y beban todos de él, porque
éste es el cáliz de mi Sangre, la que será entregada por muchos para el perdón
de los pecados”.
Finalmente, concluyó:
“Hagan esto en conmemoración mía”.
Su significado
Para la Iglesia Católica, lo ocurrido
aquella noche de Jueves Santo, donde Jesús se sentó a la mesa con sus
discípulos, alberga una triple reflexión:
1. La Institución de la
Eucaristía.- Pues el Señor quiso quedarse entre nosotros, sacramentalmente, en
las especies consagradas del Pan y del Vino. A sus apóstoles (y en ellos, a sus
legítimos sucesores), les ordenó hacer aquello “en conmemoración suya”. Es
decir, les dio la potestad para que continuaran ofreciendo “a muchos” el
banquete de su Cuerpo y de su Sangre, como Pan de Vida eterna, y como Cáliz de
eterna Salvación.
2. La Institución del Orden
Sacerdotal.- Así lo quiso Jesús. A sus queridos Apóstoles encomendó la custodia
y el pastoreo de su Iglesia. Y fue a ellos a quienes delegó la responsabilidad
de conducir a su pueblo y alimentarlos espiritualmente con su propio Alimento.
Por eso, la Iglesia afirma que “Sin Sacerdotes no hay Eucaristía”.
3. El mandato del Amor.- Jesús, que
es el Maestro y el Señor, se quitó la túnica y se ciñó una toalla para lavarles
los pies a sus discípulos. Con ello, nos dio ejemplo, y nos invita a hacer lo
mismo. El mandato que nos delega se puede resumir en “amarnos los unos a los
otros”, entendiendo por “amar”, ser capaces de “servir” (Ver Jn 15, 9 – 17).
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