lunes, 15 de agosto de 2016

A LA MESA...




“Tomen y coman; esto es mi cuerpo…
Tomen y beban; ésta es mi sangre…”
(Ver Mt 26, 26 - 29)

Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), nos narran los preparativos de la Última Cena de Jesús, su celebración y, también, su significado (Mt 26, 17 – 35; Mc 14, 12 – 25; Lc 22, 7 – 23). San Pablo nos ofrecerá su descripción en 1 Co 11, 23 – 25.

Los Preparativos

El día precedente a la cena, los discípulos de Jesús se acercaron para preguntarle dónde quería que se hicieran los preparativos para comer el cordero de pascua, y él les indicó el lugar…

Entre los estudiosos, aún existen bastantes dudas de si esta ceremonia fue una “cena pascual” o no. Para la mayoría de los teóricos es considerada un “séder” (es decir, una cena Pascual Judía), celebrada en la noche del jueves santo antes de la crucifixión de Jesús. Sin embargo, San Juan indica que esta cena se celebró "antes", es decir, en la "víspera de la Pascua" (Ver Jn 13, 1; 18, 28).

De hecho, las referencias en el Evangelio de San Juan marcan el día de la preparación para “Pésaj” (Ver Jn 19, 14. 31. 32). Por ello, éstas se toman como indicativos para afirmar que la muerte de Cristo ocurrió en el tiempo de la matanza de los corderos que solían utilizarse en la cena pascual.

Aún con estas discrepancias, podemos afirmar que la Última Cena de Jesús ocurrió en el marco de una ceremonia pascual judía, y todos los elementos que la conforman (los materiales, los alimentos, las bendiciones, los cánticos y los rituales), estuvieron presentes... aunque con ciertas novedades...

La Celebración

Tomando en cuenta los Evangelios (con sus variantes y sus diversas aportaciones), podemos recrear lo que ocurrió durante la Última Cena de Jesús.

Al atardecer, se puso a la mesa con sus discípulos, y entre discursos y oraciones (Jn 13, 17), les abrió su corazón, no ya de Maestro, sino de Amigo, y les lavó los pies como signo de la actitud de servicio que deberían tener los unos a los otros.

Ya iniciada la cena, anunció la traición de uno de ellos, Judas, el que comía también en su mismo plato; Pedro, uno de los doce, reaccionó diciéndole: “Aunque todos te abandonen, yo nunca lo haré”. Entonces, Jesús le predijo que esa misma noche, antes que el gallo cantare, lo habría negado tres veces (Ver Mt 26, 33 – 34).

Luego, mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan y lo bendijo; después, saliéndose de lo “tradicional”, lo partió y dándoselo a sus discípulos les dijo:

“Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes”.

Y más tarde, tomó el cáliz y, dándoselo a sus discípulos, continuó:

“Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, la que será entregada por muchos para el perdón de los pecados”.

Finalmente, concluyó:

“Hagan esto en conmemoración mía”.

Su significado

Para la Iglesia Católica, lo ocurrido aquella noche de Jueves Santo, donde Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos, alberga una triple reflexión:

1. La Institución de la Eucaristía.- Pues el Señor quiso quedarse entre nosotros, sacramentalmente, en las especies consagradas del Pan y del Vino. A sus apóstoles (y en ellos, a sus legítimos sucesores), les ordenó hacer aquello “en conmemoración suya”. Es decir, les dio la potestad para que continuaran ofreciendo “a muchos” el banquete de su Cuerpo y de su Sangre, como Pan de Vida eterna, y como Cáliz de eterna Salvación. 

2. La Institución del Orden Sacerdotal.- Así lo quiso Jesús. A sus queridos Apóstoles encomendó la custodia y el pastoreo de su Iglesia. Y fue a ellos a quienes delegó la responsabilidad de conducir a su pueblo y alimentarlos espiritualmente con su propio Alimento. Por eso, la Iglesia afirma que “Sin Sacerdotes no hay Eucaristía”.

3. El mandato del Amor.- Jesús, que es el Maestro y el Señor, se quitó la túnica y se ciñó una toalla para lavarles los pies a sus discípulos. Con ello, nos dio ejemplo, y nos invita a hacer lo mismo. El mandato que nos delega se puede resumir en “amarnos los unos a los otros”, entendiendo por “amar”, ser capaces de “servir” (Ver Jn 15, 9 – 17).

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