sábado, 20 de agosto de 2016

EL MISTERIO DE LA REDENCIÓN




“Con su muerte, el Hijo nos ha obtenido la redención
y el perdón de los pecados…”
(Ver Ef 1, 7)

“Redimir” significa “rescatar”, “sacar de un gran apuro”. Pues bien, Cristo, con su muerte ignominiosa de Cruz, nos ha “ganado” para Dios, y a un precio altísimo: su propia sangre.

San Juan Pablo II, el 4 de marzo de 1979, publicó su primera Carta Encíclica “El Redentor del Hombre” (“Redemptor Hominis”), y en ella examinó los principales problemas que atribulaban a nuestro mundo al término de una década singular, pues se vivía una gran crisis de dudas y autocríticas al interno de la Iglesia Católica.

Como “solución” a estos problemas, el Papa propuso una mejor comprensión de la persona (de toda persona humana), así como de la Persona (la Persona de Cristo).

Su Santidad llamó a los años que restaban para acabar el siglo XX “temporada del Nuevo Adviento”, un ciclo de expectativas con las que nos preparamos para inaugurar un nuevo milenio…

He aquí un pequeño resumen de la Encíclica:

La Humanidad en el misterio de la Redención

Se exponen las doctrinas centrales de la Encarnación y de la Redención como la mayor evidencia del amor de Dios por la humanidad: El Hombre no puede vivir sin amor... ésta es la razón por la cual Cristo, el Redentor, se revela completamente al hombre.

Como respuesta, cualquier ser humano, sin importar cuán débil esté, que desee entender plenamente su propia persona, debe “asimilar por entero la realidad de la Encarnación y la Redención con la finalidad de encontrarse a sí mismo”.

Crítica a los gobiernos ateos

Sin nombrarlo explícitamente, se muestra una evidente oposición al comunismo ateo: “Un ateísmo programado, organizado y estructurado como sistema político”.

Citando las palabras de San Agustín: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón no descansará hasta descansar en Ti”, se sostiene que la búsqueda del hombre a Dios (a través de cualquier religión) es la principal medida de la humanidad. Así, los sistemas como el marxismo, que desconocen ese aspecto esencial de la naturaleza humana, están fundamentalmente “dañados” y “son incapaces de satisfacer los más profundos deseos para la máxima expresión de la vida humana”.

Mensaje misional y libertad religiosa

Se insiste en la necesidad de hacer llegar el mensaje de Dios “a todas las culturas, a todos los conceptos ideológicos, y a todas las personas de buena voluntad” con una correcta “actitud misionera”.
Esta actitud debe comenzar con un buen sentido “de lo que está en el hombre”, subrayando que una adecuada expresión de la actitud misionera no es destructiva, más bien se inicia con la construcción (o “re construcción”) de lo que ya existe.

Basándose en la declaración del Concilio Vaticano II, "Dignitatis humanae" (sobre la Libertad Religiosa), el Papa enseña que cualquier labor misionera de la Iglesia debe comenzar con una “Profunda estima por el hombre, por su inteligencia, su voluntad, su conciencia y su libertad”.

La unión de Cristo con cada persona

No es suficiente hablar de la unión de Cristo con el hombre como si fuera una unión impersonal del Señor con la humanidad, entendida como una multitud indiferenciada: “No se trata del hombre «abstracto» sino real, del hombre «concreto», «histórico». Se trata de «cada» hombre...”

Cristo se acerca a cada persona y de una forma singular. Cada persona puede andar el camino de su propia vida y alcanzar su pleno potencial a partir de esa experiencia de amor. De la misma manera, la misión de la Iglesia debe también ser la de acercarse personalmente a todas y a cada una de las personas: “Siendo pues este hombre el camino de la Iglesia, camino de su vida y experiencia cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser, de manera siempre nueva, consciente de su situación”.

Los miedos del Hombre

Algunos de los mayores miedos del hombre son resultado de sus propias creaciones. Por ejemplo, el daño ecológico, causado por una explotación indiscriminada de la Tierra, o el miedo que produce el continuamente creciente poder militar, que trae consigo la amenaza de una destrucción global.

La encíclica se propone enseñar que, aún cuando esto sea lo contrario a su intención inicial, cualquier sistema puramente materialístico que ignora a la persona humana, finalizará condenando al hombre a ser esclavo de sus propias producciones.

La misión de la Iglesia como Madre y Maestra

La mayor responsabilidad de la iglesia es su misión profética, misión con la que se compromete a enseñar la verdad a todo el mundo.

Por otro lado, se rescata la importancia de la catequesis, como enseñanza de la doctrina de la fe.

Los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia

La Eucaristía es el centro y la cumbre de toda la vida sacramental. Por otro lado, se afirma que Cristo crucificado es indulgente, y nos perdona siempre que estamos arrepentidos.

María

En particular, se invita a la Iglesia (es decir, todos los fieles católicos) a mirar a María como Madre y modelo a seguir en pro de la felicidad del mundo...

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