“Con su muerte, el Hijo nos ha obtenido la redención
y el perdón de los pecados…”
(Ver Ef 1, 7)
“Redimir” significa “rescatar”, “sacar de un gran apuro”. Pues bien, Cristo, con su muerte ignominiosa de Cruz, nos ha “ganado” para Dios, y a un
precio altísimo: su propia sangre.
San Juan Pablo II, el 4 de marzo de 1979,
publicó su primera Carta Encíclica “El Redentor del Hombre” (“Redemptor
Hominis”), y en ella examinó los principales problemas que atribulaban a
nuestro mundo al término de una década singular, pues se vivía una gran crisis
de dudas y autocríticas al interno de la Iglesia Católica.
Como “solución” a estos problemas, el Papa propuso una
mejor comprensión de la persona (de toda persona humana), así como de la
Persona (la Persona de Cristo).
Su Santidad llamó a los años que restaban para acabar el
siglo XX “temporada del Nuevo Adviento”, un ciclo de expectativas con las que
nos preparamos para inaugurar un nuevo milenio…
He aquí un pequeño resumen de la Encíclica:
La Humanidad en el
misterio de la Redención
Se exponen las doctrinas centrales de la Encarnación y de la Redención
como la mayor evidencia del amor de Dios por la humanidad: El Hombre no puede vivir sin amor... ésta es la razón
por la cual Cristo, el Redentor, se revela completamente al hombre.
Como respuesta, cualquier ser humano,
sin importar cuán débil esté, que desee entender plenamente su propia persona,
debe “asimilar por entero la realidad de la Encarnación y la Redención
con la finalidad de encontrarse a sí mismo”.
Crítica a los
gobiernos ateos
Sin nombrarlo explícitamente, se muestra una evidente
oposición al comunismo ateo:
“Un ateísmo programado, organizado y estructurado como sistema político”.
Citando las palabras de San Agustín:
“Nos hiciste para ti, Señor,
y nuestro corazón no descansará hasta descansar en Ti”, se sostiene que la
búsqueda del hombre a Dios (a través de
cualquier religión)
es la principal medida de la humanidad. Así, los sistemas como el marxismo,
que desconocen ese aspecto esencial de la naturaleza humana, están
fundamentalmente “dañados” y “son incapaces de satisfacer los más profundos
deseos para la máxima expresión de la vida humana”.
Mensaje misional y
libertad religiosa
Se insiste en la necesidad de hacer llegar el mensaje de
Dios “a todas las culturas, a todos los conceptos ideológicos, y a todas las
personas de buena voluntad” con una correcta “actitud misionera”.
Esta actitud debe comenzar con un buen sentido “de lo que
está en el hombre”, subrayando que una adecuada expresión de la actitud
misionera no es destructiva, más bien se inicia con la construcción (o “re
construcción”) de lo que ya existe.
Basándose en la declaración del Concilio Vaticano II, "Dignitatis humanae" (sobre la Libertad
Religiosa), el Papa enseña que cualquier labor misionera de la Iglesia debe
comenzar con una “Profunda estima por el hombre, por su inteligencia, su
voluntad, su conciencia y su libertad”.
La unión de Cristo
con cada persona
No es suficiente hablar de la unión de Cristo con el
hombre como si fuera una unión impersonal del Señor con la humanidad, entendida
como una multitud indiferenciada: “No se trata del hombre «abstracto» sino
real, del hombre «concreto», «histórico». Se trata de «cada» hombre...”
Cristo se acerca a cada persona y de una forma singular. Cada
persona puede andar el camino de su propia vida y alcanzar su pleno potencial a
partir de esa experiencia de amor. De la misma manera, la misión de la Iglesia
debe también ser la de acercarse personalmente a todas y a cada una de las personas:
“Siendo pues este hombre el camino de la Iglesia, camino de su vida y
experiencia cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro
tiempo debe ser, de manera siempre nueva, consciente de su situación”.
Los miedos del
Hombre
Algunos de los mayores miedos del hombre son resultado de
sus propias creaciones. Por ejemplo, el daño ecológico, causado por una
explotación indiscriminada de la Tierra, o el miedo que produce el
continuamente creciente poder militar, que trae consigo la amenaza de una
destrucción global.
La encíclica se propone enseñar que, aún cuando esto sea
lo contrario a su intención inicial, cualquier sistema puramente materialístico
que ignora a la persona humana, finalizará condenando al hombre a ser esclavo
de sus propias producciones.
La misión de la
Iglesia como Madre y Maestra
La mayor responsabilidad de la iglesia es su misión
profética, misión con la que se compromete a enseñar la verdad a todo el mundo.
Por otro lado, se rescata la importancia de la
catequesis, como enseñanza de la doctrina de la fe.
Los sacramentos de
la Eucaristía y de la Penitencia
La Eucaristía es el centro y la cumbre de toda la vida
sacramental. Por otro lado, se afirma que Cristo crucificado es indulgente, y
nos perdona siempre que estamos arrepentidos.
María
En particular, se invita a la Iglesia
(es decir, todos los fieles católicos) a mirar a María como Madre y modelo a seguir en pro
de la felicidad del mundo...
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