“Entonces el Espíritu condujo a Jesús al desierto,
para que el diablo lo pusiera a prueba...”
(Ver Mt 4, 1 - ss)
Después de ser bautizado, Jesús, lleno del Espíritu
Santo, fue conducido por el Espíritu al desierto, y allí fue tentado por Satanás…
Con ello, el Maestro se muestra dócil a la preparación definitiva
de su misión profética, y nos ofrece un ejemplo impresionante de cómo vencer
las tentaciones.
Tentaciones… toda
la vida
El desierto, en la antigua tradición bíblica, es un lugar
de encuentro con Dios, de oración, lugar ideal por su silencio y soledad para
escuchar la voz de Dios… pero también representa un lugar difícil, árido, de lucha, de prueba.
Las tentaciones de Jesús deben considerarse como el
preámbulo de la lucha que iría a entablar Jesús contra las fuerzas del mal
hasta el final de su vida, ya que acabado todo género de tentaciones en el
desierto, Satanás se alejó de él hasta un tiempo oportuno (Lc 4, 13),
tiempo que parece ser el de la Pasión, cuando Satanás entra en Judas y se
lleva a cabo la redención (Ver Lc 22, 3; Jn 13, 24).
Jesús siempre venció las tentaciones mediante la acción
del Espíritu Santo, como Él mismo lo dice: Si por el Espíritu de Dios arrojo
los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios (Mt 12, 28).
Así, comprendemos que la victoria de Jesús en el desierto
es un anticipo de la victoria de la Pasión. La tentación de Jesús manifiesta el
camino que tiene que recorrer el Mesías, el Hijo de Dios, camino del siervo
sufriente.
El tentador quería disuadirlo del camino que Dios le
había fijado para realizar su misión y le proponía, en cambio, “un mesianismo
de egoísmo y de comodidad, de gloria y de ostentación, de orgullo y de poder”.
Jesús, al vencer, mantiene la fidelidad al designio de Dios.
Significado de las tentaciones
1.- Tentación del Tener: “Di a esta piedra que se
convierta en pan” (Ver Lc 4, 3)
Mucha gente hubiera recibido gozosa el pan, viniera de
donde viniera, el mismo Jesús estaba en ayuno y seguramente tenía hambre; por
otra parte, el Antiguo Testamento hablaba de una sociedad nueva llena de
prosperidad en lo material, de manera que a Jesús le hubiera caído muy bien
convertirse inmediatamente, y de una manera asombrosa, en el Libertador, pero
una Palabra de Dios dirigida al pueblo de Israel, le ayuda a vencer esta
tentación:
“No solo de pan vive el hombre…”
Jesús conocía perfectamente la situación del pueblo,
sabía que tenía hambre, pero también sabía que eso no era lo esencial, lo que
más necesitaba, ni tampoco era lo que Dios quería…
2.- Tentación del Placer: “Si eres Hijo de Dios,
tírate desde aquí” (Lc 4, 9 - 12).
Esto hubiera sido fácil para Jesús, conocía a su gente y
sabía que lo maravilloso o milagroso les era muy atractivo, San Pablo mismo
dice que el pueblo siempre pide signos (1 Co 1,22) y quien era capaz de hacer
algo espectacular no tenía ninguna dificultad de atraer seguidores.
La utilización del Salmo 91, 11- 12 en la narración de
esta tentación, nos advierte el riesgo de condicionar nuestra confianza en Dios
a sus manifestaciones excepcionales: Dará órdenes a sus ángeles para que te
protejan, te llevarán en brazos y tu pie no tropezará en piedra alguna.
Para Jesús hacer la voluntad de Dios significaba
esfuerzo, servicio, obediencia, sufrimiento y no el uso arbitrario de la
promesa de Dios para fines egoístas o personales. Por eso rechazó la tentación
de hacer este milagro… sabemos que los hizo, y muchos, pero como signos de su
Reino y a favor de los demás... nunca para gloria personal…
3.- Tentación del Poder: “Te daré todo… si te postras y me adoras” (Mt 4, 8 - 10).
Por la situación que vivía y lo que esperaba el pueblo de
Israel, se dice que ésta es la más fuerte de las tentaciones. Los judíos no
solo esperaban “ser salvados”, liberados del dominio romano, sino que también
pretendían ser dominadores de los otros pueblos y Jesús fue tentado para que
aceptara la autoridad de Satanás con el fin de conseguir el poder sobre el
mundo, y para ello, de una forma más viva, se le da la visión del esplendor de
los reinos, pero Jesús se da cuenta, de nuevo, que no es esto para lo que vino:
no habría diferencia entre la antigua y nueva sociedad; y no es que
desconociera la opresión romana o no le importaba, Él mismo había trabajado ya
con sus propias manos para pagar los impuestos, pero rechazó la oferta por dos
razones:
1. Satanás le había ofrecido compartir la soberanía con Él,
por lo tanto era aceptarlo como su "Señor"; Jesús no podía hacer esto, de lo
contrario, sería desconocer la Soberanía y Señorío único y exclusivo de Dios.
2. La otra propuesta era gobernar con “Autoridad y Gloria”,
como los romanos, y Él sabía que esta no era su misión, comprendía que había
una lección que su pueblo tenía que aprender y que a través de la historia aún no
había alcanzado: Tenían las leyes en el Antiguo Testamento, pero eran incapaces de
cumplirlas, conocía que necesitaban entregar su voluntad y obediencia a Dios y
a eso venía Él, a enseñarles cómo, para que así pudiera surgir la sociedad
nueva que Dios quería.
Como adelantamos, esta es la más terrible de las tres
tentaciones y es vencida también por Jesús con energía y con decisión: “Apártate,
Satanás…”
Los evangelistas nos indican el sentido salvífico de este
acontecimiento misterioso: Jesús es el nuevo Adán, fiel que no sucumbe, que
cumple la vocación de Israel, contrariamente a lo sucedido en el desierto en
cuarenta años, se revela como el Siervo de Dios obediente a su voluntad
anticipando su pasión (Ver CEC 539 – 540).
En realidad, las tres tentaciones son una sola, pues la
intención continua del diablo es hacer que Jesús reniegue de su condición de
Hijo obediente de Dios, manifestada ya en el Bautismo (Mt 3, 13 – 17). Viene a ser la misma tentación que se repite
al final de su vida en la Cruz (Mt 27, 40 – 43), y que atraviesa toda la
existencia de Jesús, la de un mesianismo fácil y triunfalista.
Sin embargo, Jesús supera las pruebas que el pueblo de
Israel no había podido superar en su estancia del desierto y manifiesta que Él
es el ungido para convocar al nuevo pueblo con el anuncio de la Buena Noticia…
Y nosotros... ¿Las vencemos?
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