martes, 2 de agosto de 2016

LAS TENTACIONES DE JESÚS




“Entonces el Espíritu condujo a Jesús al desierto,
para que el diablo lo pusiera a prueba...”
(Ver Mt 4, 1 - ss)

Después de ser bautizado, Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue conducido por el Espíritu al desierto, y allí fue tentado por Satanás…

Con ello, el Maestro se muestra dócil a la preparación definitiva de su misión profética, y nos ofrece un ejemplo impresionante de cómo vencer las tentaciones.

Tentaciones… toda la vida

El desierto, en la antigua tradición bíblica, es un lugar de encuentro con Dios, de oración, lugar ideal por su silencio y soledad para escuchar la voz de Dios… pero también representa un lugar difícil, árido, de lucha, de prueba.

Las tentaciones de Jesús deben considerarse como el preámbulo de la lucha que iría a entablar Jesús contra las fuerzas del mal hasta el final de su vida, ya que acabado todo género de tentaciones en el desierto, Satanás se alejó de él hasta un tiempo oportuno (Lc 4, 13), tiempo que parece ser el de la Pasión, cuando Satanás entra en Judas y se lleva a cabo la redención (Ver Lc 22, 3; Jn 13, 24).

Jesús siempre venció las tentaciones mediante la acción del Espíritu Santo, como Él mismo lo dice: Si por el Espíritu de Dios arrojo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios (Mt 12, 28).

Así, comprendemos que la victoria de Jesús en el desierto es un anticipo de la victoria de la Pasión. La tentación de Jesús manifiesta el camino que tiene que recorrer el Mesías, el Hijo de Dios, camino del siervo sufriente.

El tentador quería disuadirlo del camino que Dios le había fijado para realizar su misión y le proponía, en cambio, “un mesianismo de egoísmo y de comodidad, de gloria y de ostentación, de orgullo y de poder”. Jesús, al vencer, mantiene la fidelidad al designio de Dios.

Significado de las tentaciones

1.- Tentación del Tener: “Di a esta piedra que se convierta en pan” (Ver Lc 4, 3)

Mucha gente hubiera recibido gozosa el pan, viniera de donde viniera, el mismo Jesús estaba en ayuno y seguramente tenía hambre; por otra parte, el Antiguo Testamento hablaba de una sociedad nueva llena de prosperidad en lo material, de manera que a Jesús le hubiera caído muy bien convertirse inmediatamente, y de una manera asombrosa, en el Libertador, pero una Palabra de Dios dirigida al pueblo de Israel, le ayuda a vencer esta tentación:

“No solo de pan vive el hombre…”

Jesús conocía perfectamente la situación del pueblo, sabía que tenía hambre, pero también sabía que eso no era lo esencial, lo que más necesitaba, ni tampoco era lo que Dios quería…

2.- Tentación del Placer: “Si eres Hijo de Dios, tírate desde aquí” (Lc 4, 9 - 12).

Esto hubiera sido fácil para Jesús, conocía a su gente y sabía que lo maravilloso o milagroso les era muy atractivo, San Pablo mismo dice que el pueblo siempre pide signos (1 Co 1,22) y quien era capaz de hacer algo espectacular no tenía ninguna dificultad de atraer seguidores.

La utilización del Salmo 91, 11- 12 en la narración de esta tentación, nos advierte el riesgo de condicionar nuestra confianza en Dios a sus manifestaciones excepcionales: Dará órdenes a sus ángeles para que te protejan, te llevarán en brazos y tu pie no tropezará en piedra alguna.

Para Jesús hacer la voluntad de Dios significaba esfuerzo, servicio, obediencia, sufrimiento y no el uso arbitrario de la promesa de Dios para fines egoístas o personales. Por eso rechazó la tentación de hacer este milagro… sabemos que los hizo, y muchos, pero como signos de su Reino y a favor de los demás... nunca para gloria personal…

3.- Tentación del Poder: “Te daré todo… si te postras y me adoras” (Mt 4, 8 - 10).

Por la situación que vivía y lo que esperaba el pueblo de Israel, se dice que ésta es la más fuerte de las tentaciones. Los judíos no solo esperaban “ser salvados”, liberados del dominio romano, sino que también pretendían ser dominadores de los otros pueblos y Jesús fue tentado para que aceptara la autoridad de Satanás con el fin de conseguir el poder sobre el mundo, y para ello, de una forma más viva, se le da la visión del esplendor de los reinos, pero Jesús se da cuenta, de nuevo, que no es esto para lo que vino: no habría diferencia entre la antigua y nueva sociedad; y no es que desconociera la opresión romana o no le importaba, Él mismo había trabajado ya con sus propias manos para pagar los impuestos, pero rechazó la oferta por dos razones:

1. Satanás le había ofrecido compartir la soberanía con Él, por lo tanto era aceptarlo como su "Señor"; Jesús no podía hacer esto, de lo contrario, sería desconocer la Soberanía y Señorío único y exclusivo de Dios.
2. La otra propuesta era gobernar con “Autoridad y Gloria”, como los romanos, y Él sabía que esta no era su misión, comprendía que había una lección que su pueblo tenía que aprender y que a través de la historia aún no había alcanzado: Tenían las leyes en el Antiguo Testamento, pero eran incapaces de cumplirlas, conocía que necesitaban entregar su voluntad y obediencia a Dios y a eso venía Él, a enseñarles cómo, para que así pudiera surgir la sociedad nueva que Dios quería.

Como adelantamos, esta es la más terrible de las tres tentaciones y es vencida también por Jesús con energía y con decisión: “Apártate, Satanás…”

Los evangelistas nos indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso: Jesús es el nuevo Adán, fiel que no sucumbe, que cumple la vocación de Israel, contrariamente a lo sucedido en el desierto en cuarenta años, se revela como el Siervo de Dios obediente a su voluntad anticipando su pasión (Ver CEC 539 – 540).

En realidad, las tres tentaciones son una sola, pues la intención continua del diablo es hacer que Jesús reniegue de su condición de Hijo obediente de Dios, manifestada ya en el Bautismo (Mt 3, 13 – 17). Viene a ser la misma tentación que se repite al final de su vida en la Cruz (Mt 27, 40 – 43), y que atraviesa toda la existencia de Jesús, la de un mesianismo fácil y triunfalista.

Sin embargo, Jesús supera las pruebas que el pueblo de Israel no había podido superar en su estancia del desierto y manifiesta que Él es el ungido para convocar al nuevo pueblo con el anuncio de la Buena Noticia… 

Y nosotros... ¿Las vencemos?

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