“¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó…
Soy rey…”
(Ver Jn 18, 33 - 40)
Por la importancia de este tema, y
debido también a los múltiples aspectos que se pueden tomar para reflexionarlos
con más calma, lo hemos dividido en dos partes.
Esta es la continuación del post anterior.
Ante Pilatos
El Evangelio según San Mateo (Ver
Mt 27, 1 – 2) dice que “cuando amaneció”, los jefes de los sacerdotes y los
ancianos del pueblo (es decir, el “sanedrín” en pleno), tomaron la decisión de
matar a Jesús. Esto quiere decir que su “juicio” duró el resto de la noche de aquel jueves
santo.
Entonces, para poder contar con un
“soporte” civil, pues las contradicciones de los acusadores y las mentiras de sus falsos testigos no concordaban, llevaron a Jesús ante Pilatos, quien era su gobernador,
impuesto por la potencia extranjera que los sometía…
La muerte de Judas
Judas, el discípulo que tenía a su
cargo “la bolsa”, y a quien sin duda Jesús amaba y le tenía la confianza
suficiente para encargarle la administración de su obra, había acordado con los
jefes de su pueblo en “vender” a su Maestro por treinta monedas de plata…
Sin embargo, cuando supo que habían
condenado a Jesús, sintió remordimiento y fue a devolver las monedas:
“He pecado contra un inocente” (Ver
Mt 27, 4).
Pero los jefes de los sacerdotes y
los ancianos le respondieron:
“A nosotros, ¿qué nos importa? Allá
tú…” (Ver Mt 27, 4)
Tal fue la desesperación del
discípulo que tiró a tierra las monedas y se ahorcó… Por mucho tiempo y
fuertemente influenciados por la literatura (tal es el caso de “La Divina
Comedia” de Dante Alighieri), se ha “condenado” al discípulo traidor. Sin
embargo, la Iglesia no está en posición para afirmar tal condena… lo que sí
sabemos es que, a diferencia de Pedro, que también le falló a su Maestro al
negarlo, Judas no “lloró su culpa”, sino que tomó el camino del suicidio, una
puerta “fácil”… pero “desesperada”…
El Evangelio concluye este tema
diciéndonos que “los jefes de los sacerdotes tomaron las monedas y dijeron: No
se pueden echar en el tesoro del templo, porque son precio de sangre”. Así que
compraron “el campo del alfarero” (el “campo de sangre”), para sepultar allí a
los extranjeros. Así se cumplió la Escritura del profeta Zacarías (Ver Zac 11,
12 – 13).
Interrogatorio de Pilatos
Pilatos recibió a Jesús, pero sabía
que se lo habían entregado por mera envidia.
Se entrevistó con él, y le
preguntó:
“¿Eres tu el rey de los judíos?”
Y Jesús le aclaró:
“Tú lo has dicho” (Ver Mt 27, 11)
Pero no respondió a ninguna de las
acusaciones que sobre él hacían los jefes de los sacerdotes y los ancianos.
El Evangelio de San Juan nos narra
con mayor detalle este interrogatorio… incluso la intención de Pilatos para
absolver a Jesús… pero después de propinarle un castigo “razonable” (los azotes
recibidos por Nuestro Señor, donde los soldados y la turba se “dieron gusto”
humillándolo al colocarle un manto púrpura y una corona de espinas), y de
ofertar al pueblo la liberación de un preso (donde a instancias de los ancianos
el pueblo se pidió que liberaran al revoltoso y asesino Barrabás), les entregó a
Jesús, lavándose las manos…
Fue, sin duda, el temor a perder la
amistad con el César (el emperador de Roma), lo que llevó a Pilatos a tal
decisión, sin embargo, hemos de reconocer que él nunca emitió un juicio
condenatorio, y tuvo siempre la conciencia de que Jesús era, realmente,
inocente y digno de crédito, por eso se entiende que contestara “lo escrito,
escrito está”, cuando le reprochaban que no escribiera tal osadía… esto es lo
que se lee ordinariamente en los letreros de las representaciones de la
crucifixión de Jesús: INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum. Palabras latinas que
significan: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos).
Todas estas consideraciones
sucedieron durante el viernes santo.
Jesús está ofreciéndose por
nuestros pecados. En el próximo post consideraremos el “Amor más grande” que el
Señor nos manifestó al morir por nosotros…
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