“Dirigiéndose a los judíos que habían creído en él, dijo
Jesús:
Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán
verdaderamente mis discípulos;
así conocerán la verdad y la verdad los hará libres”
(Ver Jn 8, 31 - 32)
El día de hoy, los invito a reflexionar en la manera tan libre que
Jesús tuvo para relacionarse con las diversas personas, grupos e instituciones
de su época.
El Señor hizo presente su reino, acogiendo a los pobres,
destruyendo las divisiones de su época, combatiendo los males que dañaban la vida
humana, desenmascarando la falsedad de los poderosos de su tiempo, formando una
comunidad de discípulos y proponiendo un nuevo orden de valores.
Jesús es un hombre libre
Jesús es una persona que ante la claridad de su misión de
“hacer la voluntad del Padre”, de instaurar su reino, tendrá un comportamiento
de total libertad frente a su familia, los líderes religiosos y civiles, el
dinero, la fama y el deseo de poder.
Jesús cuestionó a los falsos líderes y a los que ejercían
el poder en su tiempo: Denuncia la hipocresía de los líderes religiosos: Sacerdotes,
Escribas y Fariseos (Ver Mt 23, 1 – 36; Lc 11, 15 – 18).
Tampoco se intimidó y mantuvo una actitud de gran
libertad ante las amenazas de los representantes del poder político judío y romano
(Ver Lc 13, 32; 23, 9; Jn 19, 11).
Denunció la mentalidad opresora de los líderes civiles
(Ver Lc 22, 25) y religiosos (Ver Mt 23, 2 – 4). Y criticó la pretensión de los
ricos (Ver Lc 6, 24; 12, 13 – 21; Mt 6, 24; Mc 10, 25).
Jesús sana y libera
Jesús, al comunicar su mensaje, hizo que el pueblo tomara
conciencia de su realidad y fuese crítico y razonable ante ella. Combatió toda clase de
esclavitudes, curó y restauró la vida deteriorada y liberó a las personas de
toda enfermedad y dolencia. El Señor:
* Ayudó a reflexionar a partir de los hechos y de las
cosas de la vida.
Un ejemplo de ello es la ayuda que ofreció al templo una
pobre viuda (Lc 21, 1 – 4).
* Enfrentó a los discípulos con los problemas de la
vida del pueblo.
Ante la falta de pan para alimentar a la muchedumbre,
Jesús les dice: “denles ustedes de comer” (Mc 6, 37).
*Enseñó con autoridad.
La misma gente lo
aseguró: No como los escribas y fariseos (Ver Mc 1, 22).
* Enseñó en cualquier lugar y acogió a todo auditorio.
Su auditorio estaba
conformado por todo tipo de gentes, incluso mujeres y niños (Lc 8, 1 – 3).
* Fue libre y comunicó libertad a los suyos.
A sus discípulos les dio valentía para "revelarse" y los motivó a que no cumplieran
tradiciones caducas (Ver Mt 12, 1 – 8).
Jesús propuso un nuevo orden
Todo esto que Jesús hizo, así como las actitudes, gestos y palabras que usó, revelan una nueva visión de las cosas, un nuevo punto de partida, un
nuevo orden.
No es que Jesús ofreciera un programa de acción política o
social, lo que Él ofreció y propuso son los criterios evangélicos que deben
inspirar y renovar desde la raíz toda relación entre los hombres, en cualquier
tipo de organización en que vivamos.
Jesús nos muestra cómo vivir algunos criterios
evangélicos:
a) El poder debe ser ejercido como servicio (Mt 20,
24 – 28). El que quiera ser el primero deberá comportarse como el último
(Mt 20, 26; Mc 9, 35). Debemos lavarnos los pies los unos a los otros (Jn 13,
14).
b) Jesús reveló a Dios como Padre bueno de todos (Mt 23, 8 –
9).
Y ésta es la raíz más profunda de la fraternidad. Él pide
que se imite a Dios como Padre: “Sean perfectos como su Padre celestial es
perfecto… que hace brillar su sol sobre buenos y malos…” (Mt 5, 43 – 48).
c) Jesús unió el amor a Dios con el amor al prójimo.
Dijo que estos dos mandamientos son “iguales” y no pueden
separarse (Ver Mt 22, 34 – 40); la fe y la vida, por tanto, deben estar siempre
unidas.
d) Jesús radicalizó la ley, esto es, volvió a unir la ley a
su raíz, que es el bienestar del hombre (Mt 12, 1 – 7; Mc 2, 27).
e) Jesús renovó por dentro la relación hombre – mujer, y
volvió a exigir el ideal de unidad que estaba en el principio, en la mente del Creador (Mt 19, 1
– 9).
f) Jesús propuso un nuevo culto, y le dio un nuevo contenido
(Jn 4, 20 – 24).
g) Por último, aclaremos que Jesús se colocó a sí mismo en el
centro de la relación entre el hombre y Dios: “Nadie va al Padre sino por mí” (Mt
11, 27). Y en otra ocasión, aclaró: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida” (Jn 14, 6)…
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