“Yo he rogado por ti, para que tu fe no decaiga;
y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos…”
(Ver Lc 22, 32)
y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos…”
(Ver Lc 22, 32)
El Espíritu Santo
Es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es Dios
mismo. Fue prometido por Jesús, quien continúa mostrándonos el mejor camino
para llegar a su Padre a través de Él. Este Espíritu nos recuerda todo lo que
nos enseñó el Señor y nos acompaña y alienta en nuestra vida cristiana…
¡Cuántas cosas se han dicho acerca de Él! El “Dedo de
Dios”; el “Dispensador de todos los dones”; el “Consolador”; el “Paráclito”;
etc. Todos estos adjetivos lo califican como el “Señor y dador de vida,
procedente del Padre y del Hijo y, con los cuales, recibe la misma adoración y
gloria; el que habló por los profetas”…
Desde que fuimos bautizados recibimos al Espíritu Santo,
pero en este Sacramento se recibe “en plenitud”, es decir, se “confirma” su
presencia y su acción en cada uno de los bautizados.
La Confirmación
Es uno de los “Sacramentos de iniciación cristiana”, y
tiene la particularidad de ofrecer, a quien lo recibe dignamente, la capacidad
de dar “razón de su fe”, de “testimoniarla” y de “confirmar su opción por
Cristo”.
En la iglesia primitiva, cuando aún existía el
catecumenado para preparar a quienes manifestaban su deseo de ser cristianos,
los tres sacramentos de iniciación cristiana se recibían al mismo tiempo.
Luego, se vio la necesidad de ofrecer una seria preparación para recibir la
Confirmación y la Eucaristía, ya que el bautismo se administraba desde la
infancia y los candidatos así no podrían hacer una primera “síntesis de su fe”.
La materia de este
Sacramento
En tiempos apostólicos, al parecer, la “materia” de este
Sacramento era la imposición de manos, acompañada por una oración. Sin embargo,
hay testimonios serios de que, desde el siglo III, se unió a éstas la unción
como parte del rito.
Esta unción (que pasó a ser la materia más importante de
este Sacramento) se hace con el Santo Crisma, preparado con aceite de oliva
mezclado con perfume, consagrado por el Obispo Diocesano y renovado anualmente
en la Misa Crismal del Jueves Santo.
La forma de este
Sacramento
El confirmando, junto con su padrino, se acerca al Obispo
o a la persona capacitada por éste para impartir dicho sacramento quien,
haciendo la señal de la cruz sobre la frente del confirmando con crisma,
pronuncia la siguiente frase: “N. (Nombre), recibe por esta señal el don del
Espíritu Santo”; el confirmando responde: “Amen”. Luego, el ministro continúa:
“La paz esté contigo”, a lo que el confirmando responde: “Y con tu espíritu”.
El ministro de
este Sacramento
Como hemos adelantado, el ministro ordinario de este
Sacramento es el Obispo, pero puede también apoyarse de algún presbítero, como
ministro extraordinario, contando con su aprobación explícita.
Los efectos de
este Sacramento
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (números 1302 y
siguientes), los efectos de la Confirmación son:
- Introducción más profunda en la filiación divina.
- Unión más firme con Cristo.
- Aumento de los dones del Espíritu Santo.
- Perfección mayor de nuestro vínculo con la Iglesia.
De aquí se desprende que, el efecto principal de este
Sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro
tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés.
Preparación y edad
para recibir este Sacramento
Sin duda que esta Gracia especial merece una preparación
adecuada. Sin embargo, no existe una edad bien definida ni un tiempo estándar
para prepararse dignamente; la tradición de la Iglesia católica actual aventura
la edad de los 11 y 12 años y pide una preparación que avale una “síntesis de
fe suficiente” en los preadolescentes que, habiendo recibido ya su primera
comunión, se aventuren a dar “razón de lo que creen” y “manifestar con hechos
su opción cristiana”.
Notas finales
Con este Sacramento se reciben además los 7 dones y los
12 frutos del Espíritu Santo, pero de ellos hablaremos con más calma después…
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