“Estén atentos, no sea que alguien los seduzca
por medio de filosofías o de estériles especulaciones
fundadas en tradiciones humanas o en poderes cósmicos,
pero no en Cristo…”
(Ver Col 2, 8)
Acostumbrados a lo
“informal”
Nuestro pueblo, poco a poco, se ha ido acostumbrando a la
“informalidad”. La “piratería” llena nuestros hogares: cosméticos, ropa,
joyería, aparatos electrónicos, medicinas, herramientas, software, películas,
zapatos, y un larguísimo etcétera, evitando impuestos, atrayendo clientes y
ofreciendo “lo mismo pero más barato”.
La Sagrada Escritura también ha sufrido de esta
“informalidad”. Mientras no se habían establecido cánones (reglas que marcaran
seriamente qué libros sí podían considerarse “inspirados por Dios”), pululaban
todo tipo de “libros sagrados”. Cabe aclarar, pues, que NO TODOS los libros que
se escribieron con un tinte “religioso” aparecen en la Biblia, a estos libros
se les llama “apócrifos”.
“Apócrifo” no es lo mismo que
“Deuterocanónico”
Llamamos libros “Deuterocanónicos” a los que entraron al
Canon (es decir, a la regla que marca qué libros sí son considerados inspirados
por Dios, y que por tal motivo están en la Sagrada Escritura) en una segunda
(“deutero”) oportunidad.
Por otro lado, hay algunos libros que, aun queriendo ser textos
inspirados, pareciéndose a los originales, por causas internas (contenido
errado, vocabulario insano, etc.) o externas (como el tiempo de composición),
no han sido aprobados para formar parte de la Biblia.
Algunos de estos libros son tan antiguos, o incluso
anteriores a los canónicos, pero basta un estudio más serio y profundo de los
mismos, para darse cuenta del por qué no están en la Sagrada Escritura.
De los Deuterocanónicos y Apócrifos
del Antiguo Testamento
La autenticidad de ciertos libros fue cuestionada por
algunas comunidades, en algún tiempo. La razón principal por la que no se les
aceptaba (y que por tal motivo se les consideró “apócrifos”, es decir “escondidos”
o “puestos aparte”) era porque habían sido escritos no en hebreo (la lengua
común y oficial del culto y del Templo), sino en griego, idioma que poco a poco
iba haciéndose popular, y que usaban más comúnmente los judíos de la “diáspora”
- de la “dispersión” -, quienes residían principalmente en Alejandría (el Norte
de África), y que por estar inmersos en otra cultura, en otro ambiente, con
otros pobladores, necesitaban tener sus escrituras en un idioma más
comprensible.
Siete libros del Antiguo Testamento no fueron escritos en
hebreo, y por tal motivo están fuera de la biblia hebrea (el “tanak”) y de las
biblias protestantes que siguieron este canon:
- Eclesiástico.
- 1 de Macabeos.
- 2 de Macabeos.
- Judit.
- Tobías.
- Sabiduría.
- Baruc.
Sin embargo, la Iglesia católica, retomando la traducción
bíblica de la Vulgata latina (traducida por San Jerónimo hacia el Siglo V) y la
Septuaginta griega (anterior a la Vulgata, traducción del Siglo III a.C.), sí
consideró estos libros como inspirados pero, como veíamos, luego de un proceso
de selección y autenticidad.
Analicemos solo tres de los libros apócrifos del Antiguo
Testamento (no son todos):
a) El Apocalipsis
de Abraham
Es un texto de revelación que toma en cuenta a la figura
del padre en la fe del pueblo de Israel. Trata acerca de la conversión que tuvo
el patriarca de su fe politeísta (creyendo en muchos dioses) al monoteísmo
(creyendo en un único y verdadero Dios). Posteriormente en él se habla también
de la purificación del Templo de Jerusalén del culto idolátrico (y como puede
verse, este punto es sumamente anacrónico, está muy fuera de tiempo).
b) El libro de
Henoc
El texto toma en cuenta al bisabuelo de Noé (el
protagonista del diluvio universal). Se creé que fue escrito por varios autores
entre los siglos III y I a.C. Es un librito que trata diversos temas, entre
ellos el juicio, los vigilantes (semidioses gigantes), parábolas mesiánicas,
sueños apocalípticos y cartas del protagonista.
Tuvo mucha influencia entre los cristianos del primer
siglo y no podemos negar su aprecio entre los hagiógrafos neo testamentarios,
retomándolo en algunos pasajes (por ejemplo: Jud 14 – 16; 2 Pe 2, 4). Sin
embargo, por varias razones, fue apartado del canon definitivamente en el siglo
IV d.C.
c) El libro de los
Jubileos
El texto fue escrito al parecer en hebreo, originalmente,
y data del año 100 a.C. aproximadamente.
Su objetivo es defender un antiguo calendario. Al parecer
esto no traería mayores complicaciones, sin embargo, sí que las tendría si se
analizaran las fechas pascuales (es decir, de la pasión, muerte y resurrección
de Cristo). Si se tomara en cuenta este
calendario, la Pascua cambiaría cada año de día de semana…
Otros libros apócrifos del Antiguo Testamento son: El
Apocalipsis de Baruc, el Apocalipsis de Esdras, las Odas de Salomón, el libro
de Susana, el Testamento de los Doce Patriarcas, etc.
Evangelios
Apócrifos
Los evangelios “canónicos” (Mateo, Marcos, Lucas y Juan)
conservan un estilo propio de la predicación apostólica: prudente, mesurada, carente
de adornos.
Algunos autores (incluso contemporáneos de los apóstoles)
redactaron otros escritos distintos. En los evangelios apócrifos, se pueden
encontrar relatos de abundante fantasía (exagerando fortísimamente: en algunos
de ellos, por ejemplo, Jesús realizaba milagros mucho más numerosos y
extravagantes), o con doctrinas diferentes de las transmitidas en los
evangelios canónicos, o enseñanzas misteriosas, reservadas a unos pocos (con
tinte “gnóstico” o “de conocimiento reservado”).
De los Apócrifos
del Nuevo Testamento
Existen más de 50 escritos, enumeramos aquí los de mayor
renombre:
- Evangelio de Felipe.
- Evangelio de Tomás.
- Evangelio de Marción.
- Evangelio de María Magdalena.
- Evangelio de Judas.
- Evangelios de la Infancia de Tomás.
- Evangelio de la Natividad de María.
- Evangelio de Bartolomé.
- Protoevangelio de Santiago.
- Evangelio de Nicodemo.
- Evangelio de Bernabé.
- Evangelio de la Venganza del Salvador.
Conclusión
Como adelantábamos en la cita que iluminó nuestro tema,
hay que “estar atentos”, porque en ocasiones se presenta “lo mismo, pero más
barato”…
El cine ha estado editando últimamente filmes con tinte
“apócrifo”, mezclando la verdad con mentiras o presentando verdades a medias, o
poniendo como reales eventos que tienen que ver con la Escritura y que nunca se
les ha considerado históricos…
No nos dejemos engañar, sólo la Biblia es “luz para
nuestros pasos” (Ver Sal 159, 107).
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