sábado, 16 de julio de 2016

MESÍAS




“Maestro, tú eres el Hijo de Dios,
tú eres el Rey de Israel…” 
(Jn 1, 49)

En el post anterior nos dimos cuenta de lo que significa la palabra “Cristo”, y adelantábamos que, para nosotros, Jesús es el “Mesías”, es decir, el “Salvador del mundo”.

Los reyes… un fracaso

Durante el reinado de los reyes, el pueblo de Israel había esperado que cada uno de sus monarcas mostrara las características de un “ungido de Dios”, pero con el fracaso frecuente y casi absoluto de los diversos reyes de Israel, se comenzó a proyectar esa esperanza hacia el futuro…

Pudiéramos decir que sólo tres reyes se ganaron el respeto y cariño de su pueblo, y eso por las reformas que establecieron, sea en el campo político o religioso: David, Ezequías y Josías.

Fuera de éstos, es constante el reproche del libro de los reyes: “Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé” (Ver 2 Re 21, 2 y paralelos).

La promesa del Salvador

Ante cada desastre en Israel (batalla perdida, destierro, hambre, injusticias, etc.), se esperaba un pronto auxilio de Dios por medio de su Mesías.

Así se comenzó a gestar la “esperanza mesiánica”, previendo que Dios, siempre atento a las necesidades de su pueblo, enviaría a su Mesías como instrumento de redención – liberación – santificación.

Es por eso que los profetas comienzan a anunciar que este Mesías sería un personaje con poder ilimitado, que establecería definitivamente la paz y la justicia sobre el mundo (Ver Is 9, 7; 11, 4; Os 14, 2 - 9; Am 9, 11 - 15).

El profeta Isaías hace hincapié que este Mesías será diferente a las expectativas humanas y que más bien será el “Siervo sufriente”, que en lugar de dominar será “dominado”, oprimido y angustiado; un Mesías que, en vez de vengarse de sus enemigos, aceptará humildemente el injusto castigo que éstos le proporcionarán (Ver Is 53, 1 - 9).

Para el profeta Jeremías el Mesías tendrá, más bien, una función sacerdotal: será un representante de Dios y, por otra parte, del pueblo ante Dios; fungiendo como un “pontífice”, es decir, como un “puente” que podrá “acercar” las plegarias de los hombres hacia Dios, y podrá “traer” las bendiciones de Dios hacia su pueblo (Ver Jer 23, 5 - 6; 33, 8. 15 -18).

Por último, el profeta Zacarías muestra al Mesías como “justo, salvador y humilde” (Ver Zac 9, 9). Por eso, el Mesías del Antiguo Testamento es, por antonomasia, el “Salvador” de su pueblo.

Jesús, el Cristo

La Carta a los Hebreos comienza diciendo que “muchas veces, y de muchas maneras, habló Dios a nuestros antepasados por boca de los profetas; en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo…” (Heb 1, 1).

Pues bien, cuando Jesús “aparece” en la escena de la historia de la salvación, marcando el “culmen” y a la vez la “plenitud” de la revelación, es llamado y considerado el “Mesías”, pues Él cumple las expectativas del pueblo: Se le considera el “Salvador del mundo”.

Jesús, ciertamente, tenía conocimiento suficiente de las aspiraciones de su gente, anhelando su pronta liberación; sin embargo, Él sin descartar esta justa aspiración popular, va más allá, y le otorga la liberación plena, es decir, una liberación que involucre a la persona completa y a su entorno social.

Cuando en la sinagoga Jesús leyó al profeta Isaías (Ver Lc 4, 16 – 21), quiso enfatizar que todo lo que se había esperado acerca de su persona era verdad, y que ha llegado el tiempo del cumplimiento de las Escrituras.

Los Evangelios dan fe de que, en todo su ministerio terrenal, Jesús dio convincentes evidencias de su ser el “Ungido del Señor”.

Para nosotros… una herencia

Hoy, la Iglesia que fundó el Señor y que ha prevalecido a pesar de todas sus flaquezas a través de los tiempos, es la heredera del cumplimiento de estas profecías y está llamada a proclamar a todo el mundo el misterio de Jesús como el Cristo, el Mesías, el Ungido del Señor.

En medio de un mundo incrédulo y turbulento, es necesario darle a conocer, pero no sólo con palabras, sino con acciones concretas, un auténtico testimonio de nuestra fe y amor… ¡Hay que gritar que Jesús es el Mesías esperado!

Los hombres necesitan saber que entre los pobres, los humildes, los discapacitados, los desvalidos, los marginados, y los violentados de nuestra actual sociedad, sigue hablando y actuando el “Esperado de todos los siglos”.

La función profética de la Iglesia debe ser ejercida con firmeza y con mucha valentía, confiando en la compañía y respaldo de Jesús, nuestro Mesías.

Él sigue siendo nuestro Señor y Salvador, nuestra esperanza, nuestro consolador, nuestro pronto auxilio en la tribulación…

El mundo necesita tener evidencias certeras de que todo esto es verdad… desea comprobar que las profecías acerca del Salvador se han cumplido definitivamente…

¿Lo darás hoy a conocer?

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