“Ya que muchos se han propuesto componer un relato de los
acontecimientos
que se han cumplido entre nosotros, según nos lo
transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares de la palabra,
también yo he creído oportuno,
después de haber investigado cuidadosamente todo lo
sucedido
desde el principio, escribirte una exposición ordenada…”
(Ver Lc 1, 1 - 3)
Jesús vive
Los
primeros creyentes en Jesús, después de su muerte, concuerdan en un dato
permanente e inalterable: ¡El crucificado vive para siempre junto a Dios, como
esperanza para nosotros! No todo acabó en el sepulcro.
En
la mañana de la resurrección, los ángeles hacen una pregunta a las mujeres: "¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado" (Ver
Lc 24, 5 – 6). Es la pregunta que la Iglesia hoy propone a todos los hombres
que buscan la fuente y plenitud de la vida. Jesús de Nazaret, el hombre a quien Dios
acreditó en medio de su pueblo con milagros, prodigios y señales; que conforme
a su plan salvador lo entregó en manos de los hombres y éstos lo rechazaron
crucificándolo y matándolo. A ese Jesús de Nazaret, Dios lo ha resucitado y
permanece vivo para siempre (Ver Hch 2, 22 – 36).
Después
de la resurrección de Jesús, los primeros discípulos se fueron reuniendo como
comunidad, tratando de vivir las enseñanzas del Maestro Jesús. Algunos de estos
primeros cristianos narraron la experiencia del Resucitado en los pequeños
libros llamados “Evangelios”; unos de ellos serán discípulos directos, otros
narrarán lo que la comunidad conservaba e iba transmitiendo de sus dichos y
hechos.
Los
Evangelios presentan a Jesús vivo
En
los Evangelios encontramos los episodios más significativos de la vida de Jesús
y sus principales enseñanzas. Sin ellos, la memoria del Señor habría quedado
reducida a escasas informaciones de los historiadores de su época o a vagos
recuerdos literarios. Sin embargo, los Evangelios son algo más que una
colección de noticias sobre Jesús, son “experiencias de encuentro con una
Persona” que los primeros discípulos transmitieron... ¡Como quien encuentra un
tesoro! La Palabra y la Vida de Jesús era una “Buena Noticia”, eso
significa la palabra “Evangelio”.
Jesucristo
no nos dejó escrito ningún documento en el cual nos explicara el contenido de
sus enseñanzas, sino que habló como nadie había hablado: Dirá el Evangelio de Marcos: “La gente estaba
admirada de todo lo que decía, porque les enseñaba con autoridad y no como los
maestros de la ley” (Mc
1, 22). Él no es uno de los escritores sagrados, sino la Palabra de Dios, el
Verbo hecho hombre (Ver Jn 1, 1 – 14). Esta Palabra llegó a los oídos de
multitudes que quedaban asombradas y hambrientas de escucharla (Ver Lc 6, 17 –
18).
El
impacto que esta palabra produjo en los oyentes, de manera especial en los
Apóstoles, no pudo quedarse en el olvido, sobre todo después que el Espíritu
Santo irrumpió en su vida. Ellos fueron a anunciarla a todas partes.
A
este anuncio se le llamó “Evangelio”, por la Buena Noticia que daban: la
llegada del Reino de Dios. Este reinado se manifestó en signos, sobre todo a
favor de los más necesitados, como son los pobres, los enfermos, los cautivos,
los oprimidos y los pecadores (Ver Mt 11, 5; Lc 4, 18; 5, 32; 7, 22; 8, 1 – 2).
En
otros textos del Nuevo Testamento, el Evangelio no es únicamente la llegada del
Reino de Dios, sino el mismo Jesús: Él es el Evangelio; y comprende la
proclamación de sus palabras y sus obras, de su muerte redentora y de su
resurrección gloriosa. Esta “Buena Nueva” tiene que ser predicada en el
mundo entero (Ver Mt 28, 18 – 20;
Mc 16, 15).
Con
el tiempo empezaron a ponerse por escrito los dichos y hechos de nuestro
Señor. Sin duda fueron varios volúmenes, pero los que tuvieron más importancia
y que la Iglesia conservó como “escritos inspirados” fueron cuatro Evangelios: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.
Evangelio
de Marcos
Fue
el primero en escribirse, quizás entre los años 60 y 70 d.C., y es el más corto
de los cuatro, apenas tiene 16 capítulos. Los destinatarios del Evangelio son,
en su mayoría, no judíos, a quienes Marcos tiene que explicar expresiones y
costumbres judías (Ver Mc 5, 41; 7, 3). Probablemente pertenecían a una pequeña
comunidad establecida en la ciudad de Roma.
El
tema central del Evangelio es la identidad de Jesús: Jesús es el Mesías (Ver Mc
1, 14 – 8, 30), Mesías sufriente e Hijo de Dios (Ver Mc 8, 31 – 16, 8).
Evangelio
de Mateo
Mateo
responde a la situación que vivía su comunidad (judío – cristianos), mostrando
que Jesús es el Mesías, explicando que la Iglesia ha heredado la misión de
Israel y ahora es el nuevo pueblo elegido de Dios, donde se hace presente el
Reino de los cielos e invitando a los cristianos a vivir las enseñanzas del Señor.
Su Evangelio
centra la atención en la presentación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios (Mt
1, 14 – 16); en el anuncio del Reino de los Cielos (Mt 4, 17 – 16, 29); y la
invitación a los discípulos para el seguimiento del Mesías sufriente (Mt 16, 21 –
18, 20). Quizás hubo varias redacciones
del Evangelio de Mateo (hay quienes hablan de un “Mateo Arameo”, escrito
probablemente en un dialecto vulgar en tiempos de Jesús, pero del cual no se
tiene el menor rastro), la redacción final en griego sería alrededor del año 85
d. C.
Evangelio
de Lucas
La
comunidad a la que se dirige Lucas pertenece a la segunda generación cristiana
que vive en el mundo helenista (influenciado por la cultura griega y romana).
Es una situación nueva, con nuevos problemas, a los cuales el evangelista trata
de responder desde el misterio de la Pascua de Jesús, aclarando cuál es el
sentido de la historia, qué papel juega en ella y cómo debe ser la vida diaria
de los discípulos. La historia es el espacio donde se realiza el Plan de Dios,
que consiste en salvar a los hombres, por eso debe entenderse como una historia
de salvación.
Lucas
hace primeramente una presentación de Jesús como el Salvador, el Mesías, el
Señor, el Hijo de Dios lleno del Espíritu Santo (Lc 1, 5 – 4, 13), luego narra su
actividad en Galilea (Lc 4, 14 – 9, 50), el viaje a Jerusalén (Lc 9, 51 – 19, 28),
y su actividad en la Ciudad Santa, finalizando con la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús (Lc 22, 1 – 24). Es el Evangelio de la Misericordia. La redacción final se dio por el año 81.
Los
primeros tres evangelios se llaman Sinópticos,
por coincidir mucho entre sí. Poniéndolos en tres columnas paralelas, es
posible dar sobre ellos una fácil “mirada de conjunto”, expresión que en griego
se dice “sinopsis”. Estos fueron escritos en fechas diferentes, unos cuarenta
años después de la Pascua del Señor, lo que significa que en todos estos años
se transmitió el contenido de los evangelios oralmente (de viva voz, no por
escrito). Es conveniente subrayar esta forma de transmisión del mensaje divino,
para entender la importancia que tiene la Tradición de la Iglesia, que para los
católicos es justamente una de las principales fuentes de este mensaje de
salvación.
Evangelio
de Juan
El
cuarto Evangelio, el de San Juan, fue escrito entre los años 80 y 100 d. C. Se
distingue de los otros tres, narrando prodigios (no "milagros") muy importantes que no se
encuentran en los demás, como el del agua convertida en vino en las bodas de Caná (Jn 2, 1 –
12) y la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1 – 44). Además narra largos discursos,
como el que sigue a la multiplicación de los panes (Jn 6). Así también se nota
una Cristología mucho más desarrollada, insistiendo sobre la divinidad de
Cristo. Es un Evangelio Espiritual y con alto contenido teológico.
Podría
considerarse una “respuesta” a la situación que vive su comunidad: a la
polémica sobre la humanidad y la divinidad de Jesús, el evangelista responde
profundizando en el misterio de su Encarnación y de su muerte. Ante la
tentación de huir del mundo, exhorta a los discípulos para que afiancen su fe y
unidos a Jesús salgan al mundo para dar testimonio de la verdad.
La
finalidad del cuarto Evangelio está expresada claramente al final del capítulo
20:
“Jesús hizo en
presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido narrados en
este libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que ustedes crean que Jesús es el
Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan en Él vida eterna…”
Conclusión
¿Quién
dice la gente que soy yo?... Y según ustedes, ¿quién soy yo?
Esta
es la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos cuando iban en camino hacia el pueblo de Cesarea de Filipo (Ver Mc 8,
27 – 29), esta pregunta no ha perdido actualidad en los veinte siglos que han
transcurrido desde aquel día…
Para ti…
¿Quién es Jesús?
No hay comentarios:
Publicar un comentario